Un desconcertante juego de suma cero


Macri y Fernández necesitan un acuerdo político que garantice la gobernabilidad y detenga la acelerada destrucción de riqueza y el empobrecimiento, de los que en el futuro se los hará responsables.


Mauricio Macri necesita asegurarse la estabilidad del dólar como garantía de gobernabilidad hasta el final de su mandato. Alberto Fernández necesita que el Banco Central le asegure un nivel de reservas que garantice su gobernabilidad futura. Ambos objetivos no parecían excluyentes después de la devaluación del 25% del lunes posterior a las PASO: sobre esa convicción se edificó una tregua entre ambos que -con sobresaltos- sobrevivió diez días, hasta el sábado 24. Ese día Macri se tentó con salir al “balcón de Perón” (de Eva, para ser rigurosos) a abrazar a una multitud. Fernández recibió 48 horas más tarde a la misión del FMI y en un comunicado posterior -no hay más certezas que ese papel- le sugirió que interrumpiera los desembolsos del stand-by y responsabilizó al gobierno y al organismo de “esta catástrofe social” y de financiar la fuga de capitales.

Macri no podía ignorar que su inexplicable encuentro con las multitudes en la Plaza de Mayo (venía de perder una elección por más de 15 puntos) iba ser tomado como una provocación por el kirchnerismo, por Cristina Kirchner y el candidato ganador. Fernández no podía no imaginar que el lapidario documento con el que despachó al Fondo y las insinuaciones sobre un adelantamiento de las elecciones iban a soliviantar a los elementos duros del macrismo. Al mismo Macri, quien es el verdadero numen de ese sector.

El balcón de Macri y la reunión de Fernández con el FMI fueron dos errores tácticos en el complejo tejido de la transición hacia diciembre, que han llevado el juego de vuelta al casillero número uno y puesto a la Argentina en el umbral de una nueva cesación de pagos. Si es que, como coinciden Fernández y la calificadora Fitch, no ingresó ya en un default.


La Argentina es un lugar de singularidades. Pero el drama de Macri y Fernández es también un mal de época, que afecta a todas las democracias liberales: la escasez de liderazgos


El miércoles Hacienda declaró desierta la licitación de las Letes, de las que apenas había logrado renovar un 10%, y sinceró la situación: anunció una reprogramación de la deuda y una propuesta al Fondo Monetario para la renegociación de los vencimientos del acuerdo stand-by. Desde las oficinas de la calle México, una fuente del círculo más cercano a Fernández dijo esa misma noche a esta columna que las medidas eran “correctas pero insuficientes”. Las decisiones pasaban a ser parte del costo político de un gobierno en situación de salida. Sin embargo, a la mañana siguiente el candidato chicaneó a Macri (“está contando los días”) y un día después se despachó ante “The Wall Street Journal”, tribuna del sistema financiero internacional, con la advertencia de que no acompañará el proyecto de refinanciación de la deuda, que llegará en la próximas horas al Congreso.

El plan de Lacunza provocó una catástrofe para los títulos y acciones argentinas. Pero las declaraciones encadenadas de Fernández contribuyeron a que el Banco Central tuviera que vender unos u$s 1.500 millones en la última semana para contener al dólar. Las reservas acumularon una baja de u$s 12.000 millones desde las primarias del 11 de agosto. La semana cerró con versiones de que el gobierno intervendrá de manera drástica en el mercado de cambios a partir de mañana, con cifras que recuerdan las épocas de Federico Sturzenegger y Luis Caputo.

Desde que se rompió la tregua, Macri y Fernández parecen obstinados en un desconcertante juego de suma cero. Se trata de dos hombres que en el pasado apenas habían interactuado en política, a quienes separan profundas diferencias conceptuales y metodológicas y tienen una muy baja opinión del otro. Aún deben enfrentar una elección inverosímil, pero que sin embargo dará forma a la próxima etapa. Necesitan sellar algún tipo de acuerdo político que garantice gobernabilidad y ponga freno a la acelerada destrucción de riqueza, a este empobrecimiento del que en el futuro se los hará responsables por igual. Alcanza con ver cómo se ha juzgado a los actores de anteriores transiciones.

La Argentina es un lugar de singularidades. Pero el drama que envuelve a Macri y a Fernández es también un mal de época, que afecta a todas las democracias liberales: la escasez de liderazgos. ¿Están Macri y Fernández a la altura del desafío que enfrentan?


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