Un museo para visitar con la boca llena

Fascinante. Distinto a lo que ya has visitado. Te va a conmover por sus historias y de cómo está instalado. Hablamos del Museo Del Puerto, en Ingeniero White, Bahía Blanca.

Un museo para visitar con la boca llena

Fascinante. Distinto a lo que ya has visitado. Te va a conmover por sus historias y de cómo está instalado. Hablamos del Museo Del Puerto, en Ingeniero White, Bahía Blanca.

Un museo para visitar con la boca llena

Fascinante. Distinto a lo que ya has visitado. Te va a conmover por sus historias y de cómo está instalado. Hablamos del Museo Del Puerto, en Ingeniero White, Bahía Blanca.

Hay un museo que es una belleza. Que te impacta, que te emociona. Que te hace vibrar porque te habla.

Hay un museo que tenés que visitar en algún momento de tu vista.

Es el Museo Del Puerto, ubicado en Ingeniero White, a pocos kilómetros de Bahía Blanca.

Fue creado en 1987 por iniciativa de un grupo de vecinos. Y lo conocimos a instancias de una invitación de Aerolíneas Argentina, que nos llevó en sus vuelos que unen Neuquén con Bahía Blanca.

Este sitio promueve, elabora y trabaja con el patrimonio natural y cultural del pueblo a través de relatos orales, celebración de fiestas, armado de “instalaciones” y espectáculos, comentan sus encargados, todos jóvenes ellos, profesionales de la museología que han sabido plasmar en este lugar lo último en tendencias de registros históricos.

El compromiso de ellos es notable y manifiesto. Y que al final de recorrido uno agradece y felicita.

Funciona en un edificio que es ejemplo de la arquitectura portuaria bahiense. De chapa y madera sobre pilotes, fue construido en 1907 por la compañía inglesa del Ferrocarril del Sud para el resguardo de Aduana.

Las salas del museo ponen en escena el pasado inmigratorio del lugar desde la perspectiva de la vida cotidiana: cocina, peluquería, bar, casa y escuela son algunos de los espacios que se recrean con objetos marcados por el uso diario (ollas, cachadas, tijeras de poco filo, viejos cuadernos escolares) y objetos de cotillón, barquitos de papel glacé, pescados y sirenas de cartapesta) en un marco variado de voces, música, texturas, luces y sombras. Lo de las voces no es un detalle menor, al contrario; uno llega a una habitación y a medida que se va viendo los objetos se va escuchando a quienes los utilizaron. Impactante. ¡Qué buena idea! No será nueva pero es poco frecuente esto.

La cocina es el espacio mayor del museo y el que más seduce al visitante. Es cálido, remite de inmediato a alguna casa que hayamos conocido en nuestra infancia, o bien a la nuestra misma.

La información de los encargados señala que esta cocina es la metáfora elegida para el trabajo sobre la historia: “se trata de privilegiar saberes no valorados y sabores de cada día, de promover el encuentro alrededor de una mesa. Panza llena, corazón contento. Tortas y masitas elaboradas por vecinas del pueblo se pueden degustar en la Cocina Dulce; en las Cantinitas, los platos usuales del puerto; rabas, mariscos y cazuelas”.

Hay fin de semanas que se hacen encuentros gastronómicos especiales que son dignos de ser vividos. “El Museo Del Puerto enfatiza la combinación entre memoria y presente en su labor con las escuelas: vaivén que viene y va entre el puerto de ayer (capitál inglés + mano de obra de inmigrantes) y el puerto de hoy (tecnología y polo petroquímico)”, sostienen los responsables del lugar.

Allí también se preparan eventos únicos. Por ejemplo, tiempo atrás se realizó el Primer Encuentro de Lectura Macarrónica. “Queríamos compartir con los poetas invitados al Séptimo Festival de Poesía Latinoamericana de Bahía Blanca textos producidos en los encuentros de escritura que venimos realizando desde hace unos meses con cocineras, cocineros y otros integrantes de la comunidad de Ingeniero White. La consigna era que todos acercaran al museo textos macarrónicos sobre el comer y el cocinar y también comidas bien concretas. Porque se trataba de un mediodía dedicado a leer y almorzar a la vez: en este museo no está mal visto leer con la boca llena”, afirmaron.

En esa oportunidad, “Katty” Aponte, vecina del barrio Saladero, llevó al museo una fuente llena de sopa paraguaya que había cocinado, ¡por primera vez en su vida!, recordando la receta de su mamá formoseña; Ida Muhamedhizo kepi; Graciela Disciocia, cocinera de “Las cantinitas”, pizza de anchoas; Francisco Cabeza pollo arrollado; Nora Betencurt tortilla de acelga; José Mario Malvar empanaditas dulces y Delia Schenfeld terkreppel… Por si fuera poco, Stella Maris Giménez, del restaurant Stella Maris, ¡se apareció con una paella gigante!

¿No es grandioso todo ésto?

Después se armaron “Encuentros de escritura macarrónica” que convocaron a cocineras, cocineros, comensales y memoriosos a escribir sobre cubiertos, ollas, saberes y procesos de cocción, platos inolvidables y cocineras que forman parte de la memoria de la comunidad. “Los cuadernos macarrónicos van y vienen de las mesas del museo a las de cada casa, se va sumando el propio relato de una historia de vida escrito con lapicera, listados de colecciones o secretos que no están en una receta convencional”, subrayaron.

Otra vez la propuesta fue escribir sobre herramientas de cocina, así que cada participante llevó un objeto fundamental de su mesada. Fundamental por lo útil, por lo querido, por la posibilidad de narrar historias que traía. Repasador, tabla de picar, plato y tapa-botellas circularon de mano y mano.

Es así, en este clima, que se escriben poesías como éstas…

Lo que no está en la receta del puré con huevos

Recuerdo que era el tiempo de la veda de carne.

Y a mi algún día se me ocurrió esta receta.

Todavía me parece escuchar a mis hijos

cuando me pedían que se la hiciera:

Má, dale, hacenos de vuelta esa comida.

Stella Maris Correngia

O como ésta…

Semillas tostadas

Tanto de zapallo como de girasol

las poníamos sobre la plancha

de la cocina y tenía un gusto

distinto. Tanto las de zapallo,

como las de girasol eran caseras

de nuestra propia quinta.

José Mario Malvar

En la cocina, lo habrán visto en las fotos que hizo Florencia Salto, de “Río Negro”, se tendieron repasadoras de muchas vecinas del puerto… cada uno de ellos tiene una historia… una historia que si visitás este museo te va a conmover. Se respira mucha poesía en este lugar. Seguro que no salís tal como entraste para conocerlo y recorrerlo.

Una recomendación: andá con tiempo.

Ubicación: Guillermo Torres y Cárrega, Ingeniero White, Bahía Blanca.

Teléfono: 0291-4573006.

E-Mail: mpuerto@bb.mun.gba.gov.ar

Facebook: Museo del Puerto de Ingeniero White

Agradecimiento: Aerolíneas Argentinas


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