Una coalición de futuro incierto

PANORAMA NACIONAL

A la manera de las democracias parlamentarias, un gobierno de coalición, de matriz peronista. Eso lo que parece expresar el equipo que presentó el viernes Alberto Fernández en Puerto Madero. Así lo admitió el presidente electo cuando sostuvo que su gabinete refleja la unidad sobre la que se construyó el Frente de Todos.


Un único antecedente de este tipo puede rastrearse a comienzos de siglo. En la sucesión del 2003, Eduardo Duhalde había dejado ministros y secretarios en funciones para apuntalar el gobierno de Néstor Kirchner, a quien había escogido como candidato y quien llegaba a la presidencia con una marcada debilidad de origen a raíz de la defección de Menem del balotaje.

Pasaron así de un gobierno a otro Lavagna, Pampuro, Ginés González, Aníbal Fernández: era virtualmente una transferencia acordada de equipos, que iban a acoplarse con los que el patagónico traía desde el sur. Duhalde acaso aspiraba a preservar su influencia en el gobierno de su sucesor. No era el proyecto que tenía en mente Kirchner.

Dos años más tarde, se negó a compartir listas con el duhaldismo y lo venció en las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Pronto se iba a desprender de Lavagna, una pieza clave, y el resto de los ministros cedidos por Duhalde no tardarían en reconocerlo como jefe.


No hay sin embargo demasiadas simetrías entre aquella experiencia y la que encabeza hoy Alberto Fernández. Aquellos movimientos de Kirchner por consolidar su liderazgo en el peronismo se dieron en el contexto de la fuerte recuperación económica poscrisis, iniciada en la gestión de Duhalde y de la que el santacruceño fue principal beneficiario. Duhalde además había perdido el control del Estado. Quienes habían sido sus ministros no le debían pruebas de lealtad.


El futuro de la coalición actual es en ese sentido incierto. Fernández designó en su gabinete a un conjunto de colaboradores que lo han acompañado en su pasado y a otros que responderían a su jefatura política. Cafiero, ministro coordinador; Kulfas en Producción; Vitobello en la Secretaría de la Presidencia; Losardo en Justicia; Katopodis en Obras Públicas, Trotta en Educación.

Hay sin embargo un grupo de ministros y secretarios que sin duda reconocen la jefatura de Cristina Kirchner: De Pedro, en Interior; Frederic, en Seguridad; Bauer, en Cultura; Gómez Alcorta, en Equidad; Rossi en Defensa; Cabandié en Ambiente. Basterra en Agricultura;un hombre del gobernador Insfrán podría ser asociado también a la vicepresidenta. Igual que el ministro de Economía Guzmán, quien la vincula con el Nobel Joseph Stiglitz. Carlos Zannini, jefe de los abogados del Estado es el hombre de mayor confianza de la expresidenta.

Fernández se creyó obligado a aclarar que no le había sido impuesto. Ella ha sellado además una formidable estructura de poder parlamentario, con el manejo de una mayoría en el Senado que no está lejos de los dos tercios, y el del bloque en Diputados liderado por su hijo Máximo, quien se proyecta como sucesor de la dinastía. Finalmente, el componente massista, aunque clave para alcanzar el poder, es hoy marginal.


Duhalde acaso aspiraba a preservar su influencia. No era el proyecto que tenía en mente Kirchner. Dos años más tarde se negó a compartir listas y lo venció en la provincia.



Aún ignoramos el contenido del acuerdo al que llegaron Fernández y Cristina Kirchner, sobre el que se construyó esta coalición heterogénea. No parece sin embargo que la expresidenta lo hubiese planeado como la transición hacia un retiro de la política activa. O bien como un blindaje ante el complejo escenario judicial que tienen por delante. Este acuerdo será puesto a prueba a partir del martes. Los retos que enfrenta son enormes.


Es difícil hallar las bases sólidas que el presidente Macri asegura haber dejado para una reconstrucción de la economía. La crisis ha golpeado el aparato productivo y dejado una profunda huella en el tejido social. La mala praxis además agudizó problemas estructurales que vienen degradando desde hace décadas a la Argentina.


Lejos del ambiente festivo que rodea su despedida del poder, a Macri lo aguarda un juicio severo. Será la primera tarea a la que se encomendará el peronismo.


Lejos del inexplicable ambiente festivo que rodea sus últimas horas en el poder, a Macri lo aguarda un juicio despiadado. Será la primera tarea a la que se encomendará el peronismo.


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