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Una diplomacia acéfala


La política exterior argentina sigue siendo sacrificada para dirimir las internas del kirchnerismo y carece de todo tipo de autoridad intelectual sobre sus fundamentos.


La organización y manejo de las relaciones exteriores de la Argentina se encuentran claramente asentados en nuestra constitución, tanto desde lo referido a quienes tendrán a su cargo la conducción de las relaciones exteriores como a las condiciones de participación del Estado argentino en esta área. Una diplomacia en consonancia con nuestros principios constitucionales implica observar aquellas conductas que transgredan un orden ético internacional, como son los casos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. La Constitución ya esboza una política internacional y los principios establecidos en la defensa de los derechos humanos, libertad comercial y las instituciones democráticas en la misma, son aplicables a la política exterior, además indicando un procedimiento para la toma de las decisiones internacionales con control parlamentario.

Un antecedente poderoso y de vigencia sobre la política exterior argentina según su constitución la dio Juan Bautista Alberdi, explicando sobre la importancia del profesionalismo del servicio exterior de la República Argentina y señalando que el criterio central de esta política debe ser la defensa del interés nacional.

‘’El objeto de la política exterior consiste en las reglas, en la legislación, en los actos dirigidos a desarrollar y agrandar más la afluencia de los capitales, de las poblaciones, del comercio, hacia los países nacientes y despoblados de la América del Sur”. Cuando Alberdi señala que la política exterior debe ser ‘’la llave de riqueza y prosperidad, para vencer el desierto, atraso material y la pobreza’’, nos está explicando que el interés nacional y los objetivos, a los que hace alusión en su análisis, son equivalentes al principio de supervivencia como nación. De anclarnos a las corrientes de inversión global depende nuestra existencia como país. Como si estuviese advirtiendo sobre las designaciones de Felipe Solá y su reciente sucesor Santiago Cafiero en el manejo de las relaciones exteriores de la Argentina, personas sin ningún tipo de antecedentes y preparación en la materia, o la utilización de cargos referidos a esta área para favores partidarios capitalizables electoralmente advertía que: “Las legaciones (embajadas) son destinos de ambiciosos o canonjías de caudillejos envejecidos; o favores hechos a fatuos que viven del humo de las cortes. Rara vez son dados a hombres inteligentes y patriotas’’. Describía que “La diplomacia en Sud América, no es ciencia ni profesión. Debería ser unas de las partes más cuidadas de la enseñanza del derecho público”.

Otro dato poco conocido es el referido a la figura del jefe de gabinete y su responsabilidad en el manejo de la política exterior. Reviste importancia en este caso particular de la Argentina, ya que quien acaba de ser designado como ministro de relaciones exteriores es el reciente ex jefe de gabinete Santiago Cafiero. En un trabajo elaborado por el Dr. Juan Vicente Sola, el cual se titula ‘’ El Manejo de las Relaciones Exteriores. La Constitución y la Política Exterior’’, se explica que la reforma de la Constitución en 1994 introdujo la figura del jefe de gabinete de ministros, nombrado por el presidente de la nación. Además, son el jefe de gabinete y el Canciller quienes están a cargo de las tareas cotidianas de la diplomacia en su relación con los demás Estados y con los organismos internacionales.

Es el auxiliar indispensable del presidente de la Nación a la hora de concentrar y clarificar la información diplomática proveniente del exterior, las fuentes de los demás ministerios y todo aquello que cumple una función importante en la conducción de los asuntos externos El desarrollo incesante de la actividad gubernamental en materia internacional, fundamentalmente en razón de los procesos de integración y de unidad continental, como de otras formas de cooperación económica, requieren de coherencia y de la necesidad de coordinación. De lo dicho resulta que la primacía presidencial en el manejo de la política exterior sólo puede traducirse en hechos concretos por la acción del jefe de gabinete de ministros.

– La política exterior de la presidencia de Alberto Fernández a través de su jefe de gabinete y su ministro de Relaciones Exteriores han estado de espaldas a las responsabilidades constitucionales descriptas, además de posicionar a la Argentina bajo el eje castro chavista.

– La incorporación de Juan Manzur quien ha instaurado bajo su mandato un modelo feudal en Tucumán, exacerbará el perfil actual.

– El retiro de la denuncia presentada en la Corte Penal Internacional por violaciones a los derechos humanos en Venezuela, siendo el exilio la única salida para sus habitantes. La ONU estima en más de 6,5 millones el número de migrantes venezolanos, niveles similares a la guerra civil en Siria.

– La abstención de votar en la OEA una condena contra Nicaragua, país en el cual la pareja presidencial ha perseguido brutalmente a sus opositores y, como regla de juego para las elecciones, los encarcela o la afirmación de que desconoce lo que sucede en Cuba, nos coloca en un sendero peligroso, el de la institucionalización de la barbarie en la política exterior y nuestro consecuente empobrecimiento.

Nuevamente a juzgar por la rotación de puestos, la política exterior argentina sigue siendo sacrificada para dirimir las internas del kirchnerismo y además seguirá ‘’acéfala’’, no porque se encuentre sin nombramientos efectivos, sino porque carece de todo tipo de autoridad intelectual sobre los fundamentos constitucionales de la política exterior argentina.

* Magister en economía política. Fundación Progreso y Libertad


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