Una historia educativa regional de integración positiva

 

La promulgación de la ley 1.420 de Educación Común en 1884, coincidente con la iniciación del período de organización del Territorio Nacional en la Patagonia, propició la creación de escuelas primarias. Surgió entonces la primera escuela nacional en el «Pueblo Viejo» de General Roca y con ello la llegada de los primeros maestros, cuando aún permanecían las fuerzas militares de la llamada «Campaña del Desierto» en el fuerte de la localidad (Vapñarsky, 1983). El caso de la escuela Nº 31 representará un modelo de relación Estado-sociedad, algo diferente pasados veintisiete años de aquel puntapié educativo inicial.

Su historia comienza siendo la historia de la «Colonia Rusa», asentamiento poblacional agrícola gestado en 1906 por un grupo de pioneros, cuyo mentor principal y utopista fue Itzjak Locev, ruso-judío procedente del pueblo de Shumiatich, Rusia. Las motivaciones de este emprendimiento quizás las explique, en parte, el contexto socio-político posterior a 1880 vivido por la comunidad judía previa a la caída definitiva del régimen del zar, «las persecuciones religiosas, los impuestos voraces, los impedimentos para ejercer libremente sus profesiones, las trabas para acceder a las tareas agrícolas, fueron acorralándolos… situación que culminó en expulsiones y matanzas…» («Gauchos de sinagoga», Ema Wolf,1997).

Locev arribó a la Argentina en abril de 1906, munido de un poder mediante el cual representaba a cien familias para la adquisición de tierras en el extranjero (Kaspin, 2006). Merced a su tenacidad, perseverancia y optimismo racional, luego de interminables gestiones ante el poder central nacional, logró finalmente su cometido de ser autorizado a ocupar parcelas en las inmediaciones de Gral. Roca. Después de una larga espera obligatoria de finalización del loteo de las tierras, junto a 40 familias en el pueblo de Roca, sufrió un buen número de deserciones y en 1908 recién se habilitó para concretar la ansiada colonización.

La esperanza renació con mayor fuerza cuando comenzaron a llegar esposas e hijos y demás familiares que permanecían en Rusia y los nuevos contingentes judíos que asumieron la labor cotidiana de la construcción real de la Colonia, en el día a día, de jornadas extensas y extenuantes de labor.

A fines de 1910, algo más afianzados como chacareros y en «muy buenas relaciones con los vecinos no judíos… ayudándose unos a otros, prestándose herramientas o intercambiando opiniones acerca de los métodos de trabajo», decidieron reunirse para hablar de la necesidad de una escuela primaria para la educación de sus hijos. A comienzos de 1911 comenzó a funcionar en la casa de Locev, por cesión de dicho espacio, la escuela 31, con la asistencia de una maestra enviada por el Consejo Nacional de Educación procedente de San Luis.

Los registros de asistencia escolares históricos muestran la pluralidad de nacionalidades que se vieron implicadas en un proceso de integración social progresivo, mediados por el trabajo y la convivencia social, cuyo eje fue la escuela a través del lenguaje unificador y la cultura. Rusos, polacos, españoles, chilenos, alemanes, italianos, franceses y nativos.

Laura Riskin de Mutchinik, alumna en 1921 de la escuela, recuerda con inmenso cariño uno a uno los nombres completos de los compañeros y amigas de las tres secciones de grado: Elena, Anelo y Guarrino Verdechia, Luisita Genari, Antonia y Francisca Escales, Elvira Nervi, Pilar Matilla, Rosita Palmero, León y Rafael Liberman, Fanny Sour, Luisa Panich, Noemí y Naum Locev, Encarnación y Dolores Hernández, Hermegildo González, deteniéndose en cada recuerdo de cariño y protección recibido de sus maestros.

El Acta de Visita de Inspección más antigua que conserva la escuela data de 1913, inspector Juan De Luiggi, director interino José F. Font y el maestro Luis Barbeito. Los alumnos presentes: 59 en 1º grado y 23 en 2º. En 1914 se trasladó al terreno cedido por el señor Ulman primero y luego por el señor Sporle.

Entre los directores más antiguos de Colonia Rusa figuran: Rosalía Núñez de Alcaraz, Enrique Garro, Francisca V. de Rodríguez García, Delia Q. De la Canal, Hilda Blanca de Ochoa, Onofre Funes, Elías Cagarlisky, Raquel M. de Casanova.

De los primeros docentes: Petrona Astudillo, Otilia Lucero, María E. Lucero Milan, Humberto Nievas; Vicente Zabala, P. Molina, Bautista Fasola, Irma Amerio, Rosa Cruz, Clelia Genghini de Escude.

En 1953 se produjo la fusión con la escuela Nº 130, también de Colonia Rusa, estrenaron edificio propio y conservaron el número 31. La dirección quedó a cargo del Sr. Elías Cagarlisky y como maestros: Carmelo Vazzana, Raquel M. de Casanova, Ada Vial y Marta Gabarret. De ahí en adelante el camino de la cultura, el conocimiento y el trabajo siguieron presentando un sinnúmero de dificultades propias de toda realidad dinámica y cambiante, pero nunca pudo compararse con aquella etapa del período inicial de la Colonia, donde parecía ser que cada cosa tenía que ser creada, recreada o inventada por primera vez. Toda su gesta nos llena de orgullo y esperanza.

En cuanto a la Colonia en su conjunto, en la década del cincuenta ya había empezado un proceso de desgranamiento de la población originaria de la Colonia Rusa, que durante el sesenta se agudizó debido a distintos factores y quedaron sólo unas pocas familias de colonos fundadores. El remate final inesperado para aquella historia construida por una sociedad civil activa, con gran espíritu asociacionista y solidario, visiblemente integrada, fue el cambio de denominación de la ya histórica «Colonia Rusa» por el de «Colonia de Fátima» en 1963. Decisión apresurada y desafortunada, adoptada por algunos sectores que, desconociendo el proceso socio histórico de gestación y su memoria, avanzaron en tal medida. La sociedad mantiene en ese sentido una deuda histórica de reparación, que esperamos sea saldada en aras del fortalecimiento de nuestra propia identidad y dignidad valletana.

 

 

ROBERTO «TONY» BALMACEDA Especial para «Río Negro»   Docente e investigador de la historia. rbalmaceda@hotmail.com


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