Una historia que se esboza a pocos centimetros del agua

En “Barrefondo” el escritor Félix Bruzzone utiliza nuevamente el disparador autobiográfico -esta vez su oficio de piletero- para hilvanar una historia situada en el conurbano bonaerense, que por momentos adquiere la intensidad de un fresco social.

La novela, recién publicada por Sudamerica, se estructura como una telaraña en la que el narrador va quedando adherido en medio de un clima asfixiante: “El tipo estaba enredado, atrapado, quizás desde antes de empezar la historia, que arranca con un crimen que él cree ver”, subraya el escritor en una entrevista con Télam. El narrador utiliza un lenguaje particular que empezó a trabajar hace mucho tiempo -”tengo algunos cuentitos escritos así”- y es en gran parte inventado”.

“Así le decía Yuyo, el bebé inventor de palabras, de él se me pegaron todas las cosas que digo, el purrete inventaba cazón, y al Rey de reyes, también se le pegaban, como la palabras de los entrenadores, o de los curas, que se te quedan pegadas a la lengua, chicles en la ojota, no se te salen ni aunque las rasqués”, escribe Bruzzone.

Hay una teoría, menciona, que no está explicitada en la novela, “de cómo se conforma el lenguaje y las palabras pueden venir de muchos lugares no sólo de la familia sino también del laburo”.

Al tipo (Tavo, el narrador), desliza el escritor, “le proponen entregar las casas donde trabaja de piletero, y después empieza a contar toda su historia como si tratara de ordenar su vida, pero no hay forma casi de volver las cosas a su punto original”.

En la novela, hay personajes que no están, “además de Yuyo, aparece el Rey de Reyes que lo inició en el trabajo de piletero, y sus padres que no sabe donde quedaron”, acentúa Bruzzone sobre esa marca de ser hijo de desaparecidos que siempre asoma por alguna parte.

Y hay otros personajes que sí cobran presencia como su mujer Gaby, su hijo Joan: “Mi familia es el sol que mira todo, siempre. Una bombita de carnaval que explota y se me cae en la cabeza y en los hombros, con el agua tibia, por el calor”.

“Tavo termina haciendo lo que hace por una cuestión de él, hay como una imposibilidad también de dejar de hacerlo, está atrapado por su historia, planea las cosas desde un lugar tal vez equivocado y hay situaciones que no va a poder resolver”, reflexiona el autor del libro de cuentos “76” y la novela “Los Topos”.

En un punto, considera Bruzzone, la novela gira alrededor de las relaciones laborales, “que se terminan convirtiendo en otras cosas, en relaciones de afecto. El tuvo muchos trabajos que va contando en la novela, pero cuando empieza con las piletas se convierte en un piletero, aunque quizás no vaya a ser lo último que haga”.

“El final era mucho más de thriller, con vueltas de roscas y esas cosas que se fueron esfumando, porque eran muy obvias. Cuando lo que se contaba -creo- era otra cosa. Y termina el libro de una forma muy circular, muy opresiva”, define.

Hablando del oficio, que alterna con la escritura, Bruzzone cuenta que el piletero tiene que relacionarse con un montón de gente: “Entrás en sus casas y no como un electricista -alguien que lo hace eventualmente- sino con una frecuencia de todas las semanas. Y llegás a conocer bien ese ambiente”.

Más que el recorte de una realidad marginal, se refleja en la novela una realidad abarcativa de diferentes clases sociales, es como un fresco social, donde ocurren un montón de cosas de manera simultánea, sin un plan previo.

“Sí -asiente Bruzzone- tenía la idea de hacer una descripción de la zona de Campo de Mayo que yo conozco, con sus diferencias sociales, y hacerlo desde la mirada de un laburante que se vincula con esa otra gente, convive de alguna manera con ellos, y tiene una relación más de clientela, no de odio”.

“Tavo es un personaje aturdido, insolado digo yo, y uno imagina muchas personas como él -y ese constante decir y decir de la mente que no se corta en ningún momento- que va armando la trama y establece una continuidad sin quiebres, ni coordenadas de tiempo y espacio”, explica.

La zona de Campo de Mayo, donde transcurre la novela, “me volvió a atraer otra vez sobre el final, es una zona muy querible para mí, por muchos motivos, y más allá de haber funcionado en el lugar un centro de detención durante la dictadura militar. Tanto, que estoy escribiendo otra novela que transcurre en la zona”, adelanta Bruzzone. (Télam)


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