Una nación para el desierto argentino


Los hombres del cabildo del 25 de mayo no tenían conciencia de lo que estaban fundando, pero un nuevo país estaba naciendo gracias a su lucha.


Hace hoy exactamente 210 años no existía la Argentina. Pero faltaban apenas 48 horas para que se destituyera al virrey y se constituyera el primer gobierno patrio, realizándose una revolución inédita en la historia. Había en Buenos Aires un pequeño grupo de revolucionarios que venía alentando la idea de independizarse del dominio imperial. Pero incluso a ellos la revolución del 25 de Mayo de 1810 los tomó por sorpresa.

En 1810 lo que hoy es la República Argentina era la parte más extensa del Virreinato del Río de la Plata. El Virreinato incluía, además de la Argentina, lo que hoy es Bolivia, Paraguay y Uruguay. En todo ese extenso territorio (casi 5.000.000 de kilómetros cuadrados) vivían en total unas 510.000 personas. Era casi un desierto: casi un habitante cada 10 kilómetros cuadrados.

La sola idea de crear un país nuevo en semejante territorio despoblado y con una economía miserable era una utopía que casi nadie imaginaba. Pero no solo sucedió, sino que un siglo más tarde ese país imposible estaba entre los más ricos del mundo. ¿Cómo fue que eso sucedió? El título de uno de los grandes libros del historiador Tulio Halperín Donghi (aquel en el que estudia el pensamiento político que construyó la República Argentina en los 70 años que van de 1810 a 1880) da la clave: se trata de “Una nación para el desierto argentino”.

Ese fue el proyecto utópico, visto retrospectivamente: hacer del desierto argentino una nación. Y que esa nación además fuera próspera, creciera cinco veces en población en menos de medio siglo y multiplicara su riqueza por 10 en el mismo período. Argentina, en pequeña escala, fue la China de fines del siglo XIX y comienzo del XX.

La semilla se sembró en mayo de 1810, aunque los hombres que lo hicieron desconocían lo que estaban construyendo. El 14 de mayo de 1810 llegó al puerto de Buenos Aires una embarcación inglesa que traía periódicos europeos que informaban que había caído ante Napoleón la Junta de Sevilla (el último gobierno español que tenía alguna legitimidad para representar al encarcelado Fernando VII). Ya no había poder soberano español reinando en España (y por lo tanto, en América).

El 18 de mayo el virrey Cisneros emitió un bando informando que asumía el gobierno del virreinato en representación directa del monarca encarcelado, y que se comunicaría con otros virreyes para crear una Regencia americana en conjunto. Esa misma noche los revolucionarios porteños (que venían pensando en la independencia y teniendo reuniones secretas de la jabonería de Vieytes) se reunieron en la casa de los Rodríguez Peña y acordaron que Juan José Castelli y Martín Rodríguez le pidieran una audiencia a Cisneros para que llamara a una reunión pública en la que se debatiera la crisis.

El 19 de Mayo Saavedra, Belgrano y Castelli pedían un cabildo abierto de la ciudad de Buenos Aires. Cisneros buscó apoyo en los jefes militares, pero estos se rehusaron a sostenerlo.

Ya la revolución estaba en marcha.

A pesar de que se negaba a llamar al Cabildo Abierto (ya que lo creía una especie de asonada revolucionaria, y no se equivocaba), Cisneros se sintió sin fuerzas para resistir y dijo: “Que se haga lo que ustedes quieran”. El 22 de mayo se reunió el Cabildo Abierto. Los principales vecinos partidarios de la Revolución estaban allí.

French y Berutti dirigían en las calles a grupos de revolucionarios que no dejaron ingresar a los partidarios de la corona al Cabildo. En cartas y otros testimonios de los partidarios de Cisneros ha quedado documentado que los criollos actuaron como patoteros. Hubo lucha en la calle, pero se logró sesionar sin heridos graves.

El 22 de mayo se impuso la tesis de la revolución, presentada por Cornelio Saavedra: sostuvo que hasta que se eligiera una Junta gobernante (que debía ser urgente) el poder quedaría en manos del Cabildo, porque siempre “es el pueblo el que confiere autoridad o mando; ya que tiene soberanía”.

Esa frase de Saavedra fue la proclama revolucionaria más audaz que escuchó América. Y la mecha que encendió la revolución. El cabildo abierto fue caótico. Pero al final se logró imponer esa tesis. Luego de tres días de negociaciones, el 25 de mayo se conformó la Primera Junta de gobierno criollo, sin la menor dependencia de España. Y nunca más ninguna parte de lo que hoy es la República Argentina fue colonia.

Aquellos hombres no tenían conciencia de lo que estaban fundando, pero un nuevo país estaba naciendo gracias a su lucha. Una lucha que no terminó en mayo de 1810, sino que se prolongó 15 años.

Hubo que esperar a 1816 para declarar formalmente la independencia y hasta 1824 hubo que enfrentar militarmente a España (en esas batallas murieron muchos de los hombres que iniciaron la revolución). Pero desde mayo de 1810 la Argentina comenzó a soñar un destino soberano.


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