Una vasija encierra antiguos misterios de la costa atlántica

Quedó al descubierto en un viejo taller mecánico de Viedma que está siendo demolido. Según dicen, habría sido usada para grasa y aceite de lobo marino, antes de que se protegieran las colonias.

Una antigua y pesada olla, cuyo origen y antigüedad se desconocen, quedó al descubierto en el patio de un inmueble cuyas paredes están siendo removidas, en parte, para dar lugar a un reciclado edilicio y montar una cochera en pleno centro de esta capital.

La vasija es de hierro puro con paredes de unos cinco centímetros de espesor y, según las transmisiones orales, se cree que a principios de siglo se fundía grasa y aceite que provenía de lobos marinos.

Nunca fueron desmentidas las cacerías durante otros tiempos en la costa marítima cercana, que reúne antiquísimos apostaderos. Eso terminó hace unos 46 años, ya que desde entonces las colonias son protegidas por el Estado.

El sitio del hallazgo es un patio ubicado en un histórico taller y vivienda familiar que pertenecieron a la familia Volponi. Los servicios mecánicos se iniciaron en 1926 y ahora, que habrá modificaciones, “Río Negro” pudo ingresar a la historia viviente de la ciudad. Por espacio de 91 años, el taller sobrevivió a la eterna ecuación tradición y cambio, hasta que cerró sus puertas como tal en ese sitio.

Allí, la pirámide comenzó a construirla Bruno Volponi, un inmigrante italiano que apareció en Viedma a principios del siglo XX desde su Ancona natal. De su unión con Ángela Domínguez nacieron trece hijos.

Bruno arrancó como mecánico de bicicletas y comprador de lanas. Cuando bajaron de los barcos los primeros autos, se afincó en la calle Saavedra al 500 para levantar con sus propias manos el galpón que ahora será sometido a una modernización para guardar vehículos.

En las primeras décadas de ese siglo y con la habilitación del puente ferrocarretero en 1931, se dio un gran paso a la integración territorial entre el norte del país y la Patagonia, por el este del mapa. Fue entonces que aparecieron los Plymouth y los interminables Ford T, cuyo mantenimiento hacía el primero de la vasta generación Volponi.

El último en abandonar el taller, en el proceso de venta del predio, fue Carlos Volponi, el menor de la cuantiosa familia. Éste, nació virtualmente junto al taller mecánico.

Desde muy chico pasó por todas las tareas. Hizo los “mandados”, cebó mate a sus hermanos mayores que trabajaban en el lugar y a los clientes, y fue ascendiendo. Primero lavó piezas y ganó en credibilidad como afinador o, con las manos llenas de grasa, hizo las reparaciones menos pensadas.

“Mi padre abrió el taller en 1926 y, en realidad, no sabemos cómo apareció la olla, porque la descubrieron cuando estaban cavando el terreno para hacer la fosa de revisión de vehículos, por lo tanto es más antigua. Pienso que es de la época colonial”, contó el mecánico a “Río Negro”. Agregó que “cuando éramos chicos, con uno de mis hermanos la usábamos en verano de bañadera”.

A su vez Armando Malpeli, quien como aficionado ha mostrado preocupación en indagar hacia dónde va a parar parte del patrimonio regional, aporta averiguaciones propias: el aceite o la grasa de lobo se utilizaba para fines veterinarios. Según este vecino, un segundo ejemplar se encuentra de adorno en el campo de la familia Contín cercano al mar, aunque en peores condiciones que la encontrada en lo de Volponi.

Ahora la tremenda vasija de la familia de mecánicos espera ser rescatada para la memoria popular, aunque los responsables de la maniobra seguramente tendrán que contratar un guinche o un autoelevador para extraerla del lugar debido al excesivo peso, unos 300 kg.

Además, al momento de su exhibición deberá ser sometida a un proceso de arenado ante el herrumbre acumulado durante décadas.

“Pienso que es de la época colonial. Cuando éramos chicos, con uno de mis hermanos la usábamos en verano de bañadera”.

Carlos, el menor de los Volponi, pasó toda su vida en el taller mecánico.

“El día que se rescate, alguien deberá hacerle un trabajo de arenado para limpiarle el herrumbre de años”.

Armando Malpeli, vecino y aficionado al patrimonio histórico regional.

Datos

“Pienso que es de la época colonial. Cuando éramos chicos, con uno de mis hermanos la usábamos en verano de bañadera”.
“El día que se rescate, alguien deberá hacerle un trabajo de arenado para limpiarle el herrumbre de años”.

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