Vecinalista con misión cumplida

Durante su mandato se construyó la sede, se instaló la comisaría y se levantaron dos escuelas.

El edificio en el que Antonio Cestán vive desde hace unos 22 años luce un anaranjado furioso. El color, que va intercalado con el verde de las otras torres, contrasta con el marrón predominante de las calles de tierra y de la barda. Estamos en Gran Neuquén Norte. Antonio tiene 76 años, un departamento en un segundo piso y la satisfacción de haber sido el presidente de la comisión vecinal que logró la construcción de su sede, la instalación de la Comisaría 18 y de una parada de colectivo en calle Godoy, el CPEM 40 y la Escuela 336. Nació en Córdoba capital y allí formó su familia y su negocio. Trabajó como viajante de ventas para diferentes mutuales en la provincia, como la de los docentes y la del correo. “Cuando empezaron a eliminarlas a todas me fui quedando sin trabajo”, relata. Entonces Antonio, ya con 52 años, reunió su familia, los dos vehículos que tenía para trabajar y se vino para Neuquén. Su primera parada en la ciudad fue en el barrio San Lorenzo. “Estábamos en una vivienda que nos dieron en comodato, a través del Consejo de Educación (CPE), debido a que mi señora es docente”, dice Antonio. Fue unos dos años después, en 1991, que le adjudicaron el departamento en Gran Neuquén, al final de la calle Novella, que es su hogar desde entonces. De ese día recuerda que su familia estaba más contenta que él: “No quería vivir en departamento porque significa encerrarse, pero con el tiempo me fui acostumbrando”. Estando en San Lorenzo ya se había involucrado en la actividad vecinal, y lo mismo hizo en su nuevo lugar. Vivir en Neuquén podría decirse que le hizo dar vuelta lo que hasta entonces era su ideología política. En Córdoba fue radical e incluso llegó a presidir una seccional. En Neuquén, se hizo militante del Movimiento Popular Neuquino (MPN). “El radicalismo acá no me convencía y el MPN en aquel momento era un partido localista, eso me gustó. Siempre estando en Córdoba me decía ojalá tuviéramos alguien como Felipe Sapag”, admite. En el barrio logró la conducción de la comisión vecinal, que mantuvo durante dos años. “La primera medida fue hacer la construcción del salón para evitar que los próximos que llegaran tuvieran que hacer lo que hizo el primer presidente, que alquilaba su domicilio para que funcionara como comisión vecinal”, narra Antonio. Eran épocas conflictivas para un barrio que empezaba a recibir las primeras tomas y a poblarse de manera desordenada. El salón tuvo que ser equipado con vidrios antiproyectiles. Fueron años intensos, dice Antonio y recuerda una ocasión en que apareció a las cuatro de la tarde, internado. “Me dio una descompostura y terminé revolcado en el suelo”, cuenta. Después de su gestión no volvió a postularse para ese cargo. “Me cansó, cuando uno quiere hacer cosas cansa. Era arrancar a las ocho de la mañana y que sean las cuatro y estar todavía pateando puertas, en la municipalidad, Casa de Gobierno y los ministerios para conseguir cosas para el barrio”. La de Antonio es ahora la vida de un pensionado, con una familia numerosa a la que agradece –“son mis bastones”– y la tranquilidad por el trabajo cumplido. “Estoy muy satisfecho por lo que logré. Ya lo creo que sí”, dice sin dudar.

Antonio Bernabé Cestán. 76 años. Nació en Córdoba capital, vino a Neuquén a los 52. Vive en Gran Neuquén Norte. Tiene tres hijos, ocho nietos, un bisnieto y “otro en camino”.

Luis García


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