Subían al Lanín y los sorprendió una tormenta, pero tenían grandes motivos para hacer cumbre

Facundo Blinda, Juan Ignacio Pourtales y Karina Woitis enfrentaron al volcán Lanín. Una tormenta inesperada los sorprendió, pero con la ayuda del guía Facundo Álvarez y la fuerza que da el querer superar los obstáculos de la vida, llegaron a la cumbre.

Todo surgió en prepandemia: subir al Lanín en el 2020 era el objetivo, pero el mundo para ese año, tenía otros planes. Facundo Blinda siguió entrenando aunque el grupo, con el que había armado el viaje, se disolvió. Dos años después consultó y había una chance de hacer cumbre para la fecha de su cumpleaños. Dijo: “es por acá” y enfrentó al gigante.

Facundo es de La Plata y confiesa que entrenar en un lugar sin montaña es complicado. Van a edificios públicos, a canteras, suplementan con natación. “Hay algo clave que es entrenar la cabeza, porque el día que hay que hacer cumbre, no se trata solo de lo físico y si te pasa lo que nos pasó, es complicado”, dice y anticipa la tormenta.

El frío y el viento, eran intensos.

Con sus compañeros de ascenso se conocían de La Plata, pero en los días previos, compartieron sus motivos para subir. Juan Ignacio Pourtales de 45 años le contó que tuvo un accidente que lo dejó en sillas de ruedas, lo operaron tres veces de la cadera, salió y pudo encarar el ascenso. Karina Woitis de 49 años, soñaba con subir y los acompañaría, el guía Facundo Álvarez.

El sábado se levantaron a las seis y salieron a la aventura. Se registraron en el Parque Nacional Lanín y comenzaron el ascenso. Subieron mil metros desde la base que está a 1275 metros sobre el nivel del mar, hasta los 2300, que están los refugios.

“Ese día lo hicimos a un ritmo tranquilo. Karina sentía mucha sobrecarga en la zona de los glúteos. Al peso en la mochila, con el alimento y la bolsa de dormir, tuvimos que sumar 5 kilos cada uno, porque nos avisaron que había poca agua, porque había poco hielo”, cuenta Facundo.

El día estaba lindo, apenas unas nubes daban vueltas y eran bienvenidas porque evitaban que el sol pegue de lleno. Iban con un buzo liviano y transpirando. Para el día siguiente, el pronóstico del clima anunciaba que no habría tormentas, que estas podían llegar el lunes, pero todo indicaba que sería un ascenso sencillo.

Una comida compartida en un lugar único.

En seis horas llegaron al refugio y a las seis de la tarde cenaron. Llevaron unas tartas, se tomaron una hora y media para conectar con la montaña, estirar las piernas, vaciar la mochila para que quede solo lo necesario para ir a la cumbre e hicieron una charla previa en la que, con el guía, planificaron por donde irían.

“Hay una serie de pasos, primero te encontrás con el refugio del Club Andino de Junín, a los 3000 metros está el plató, se sigue hasta una canaleta, a los 3200 metros, y se sube haciendo zetas por la nieve. Pero al no haber nieve, la piedra estaba suelta, así que no podíamos ir por ahí. Decidimos subir por el filo lateral, pero se necesitaría un esfuerzo mayor y por lo que Karina decidió quedarse”, cuenta.

Se levantaron a la una de la mañana y salir más temprano fue clave. Estaba nublado, muy oscuro y empezaron a caminar. Había un poco de viento que se fue intensificando y a los 3000 metros era muy fuerte. El agua que llevaban se empezó a congelar. Las piedras que pisaban también se congelaba y se ponía resbalosa. Se encordaron y subieron así, hasta 150 metros de la cima.

“Ahí decidimos si seguir o no. Tuvimos la suerte de tener un guía que leyó muy bien la montaña, cambió el camino varias veces y tomó buenas decisiones. Uno se da cuenta lo importante que es ir con guía, es como el seguro del auto, lo tenés por las dudas pero cuando lo necesitás es clave”, confiesa el aventurero.

Los últimos metros fueron muy duros, la sensación térmica bajó a 18 grados bajo cero, se les congeló la comida de marcha el celular, las linternas. La luna llena alumbraba poco pero de a poco, comenzaba a amanecer.

Se tuvieron que encordar para llegar a la cima.

“A las 8:05, pudimos hacer cumbre. Concluir algo que pensamos tanto tiempo, fue increíble. Habían sido dos años difíciles, para Juan desde lo físico, y para mí, que trabajo en salud en infectología, y atravesé situaciones dramáticas”, dice Facundo y las razones que los llevaron a subir vuelven a escena.

Facundo nació en Paso de los Libres, Corrientes, y se crio a la orilla del río. Su papá falleció a fines del 2018 y su mamá en plena pandemia. Ella hizo una leucemia que avanzó rápido, sin que pueda ir a verla, con retenes que lo frenaban . El dolor lo llevó a su casa de niño y de allí agarró un puñado de tierra, para dejar en el Lanín. “Fue una manera de sentir el acompañamiento de mis papás, un símbolo de lo importante que es reponernos a las dificultades”.

A Juan lo atropelló un auto, en las calles de La Plata. Con mucha determinación se repuso a una silla de ruedas, y coronó su lucha en el Lanín. “En un momento se tuerce el tobillo, y lejos de quedarse, redobla y dice si me enfrío no sigo. Verlo fue un aprendizaje enorme que disfrutamos a pesar de las dificultades”, dice Facu.

Al llegar a la cima, la bajada imprimía un desafío mayor. El clima la puso difícil los agarró una nube lenticular, les empezó a pegar un garrotillo, que es un granizo de costado, que es molesto para avanzar. Se cayeron muchas veces por el viento y lo irregular del terreno.

Y al llegar al refugio había que seguir cuatro horas más de marcha, porque por disposición de parques no se puede pasar más de una noche en la montaña. Festejaron lo mínimo y llegaron abajo a las seis de la tarde. Fueron 16 horas de marcha, hacia arriba y abajo en un día y con una tormenta en el medio.

Felices después de la aventura.

“La montaña no es buena ni mala. A veces le ponemos características humanas pero la naturaleza siempre es inocente, no castiga. No iba a conquistar nada, iba a encontrarme con el Lanín y si me lo permitía, llegar a la cima. Lo que llevé de la montaña, es que a pesar de los problemas, siempre hay una manera de encararlos”, concluye.

Qué necesito para subir al Lanín

– El ascenso al Lanín se realiza en dos días y una noche.

– Durante todo el año se puede subir al Lanín. En invierno se puede hacer, pero lo hace muy poca gente.

– La temporada de verano empieza en octubre y termina en abril, después de Semana Santa.

– Hay un equipo necesario y obligatorio que llevar.

– La actividad sale unos $33 mil, para los que tienen todo el equipo. Quienes no lo tengan pueden alquilar uno por 14 mil pesos.

– La expedición es exigente desde el punto de vista físico. Hay que hacer un entrenamiento previo.


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