La caravana en la ruta tapada por la nieve en la Patagonia: las imprudencias, el auto que se salvó de milagro y el viaje que Nico no olvidará

Nicolás y Sol fueron de Zapala a Caviahue para entregar encomiendas y por el temporal volvieron en la caravana que se organizó para salir del pueblo con las máquinas de Vialidad adelante despejando la nieve. El conductor de un auto blanco que salió antes y sin cadenas se despistó y quedó encajado en la banquina. "La pala cargadora no se lo llevó puesto de milagro, no se veía nada", cuenta Nico. De la 4x4 que los pasó a todos a la solidaridad y la nobleza de los operarios, los contrastes y los detalles de una aventura inolvidable.

Una camioneta rebasa a un camión que transporta gas entre la nieve. Luego, hará lo mismo con las máquinas de Vialidad que despejaban el camino adelante.

Nicolás y Sol vivieron una aventura inolvidable el martes, cuando partieron de Zapala, en el centro de la provincia de Neuquén, rumbo a Caviahue, hacia la cordillera al oeste. Llevaban el utilitario de tracción simple cargado de encomiendas, un noble vehículo modelo 2013 con 250 mil kilómetros que nunca los dejó a pata y al que por el color todos llaman la gris en Correo Urbano, la empresa en la que trabajan. Había pronóstico de nieve en la montaña y tenían los elementos de seguridad indispensables, entre ellos el más importante, las cadenas para colocar en las ruedas si llegaba a nevar: reducen el riesgo de despiste también en caso de hielo en el camino y por eso es obligatorio portarlas en situaciones así. Para Sol era la primera vez en esa ruta. Nico ya tenía un año de ir a esa aldea de montana de mil habitantes al pie del volcán Copahue en la frontera con Chile y conoce a varios de tanto andar, sabe de su buena onda, de la ansiedad con la que cuentan los días para que les entregue en mano los productos que compraron en Mercado Libre. En diciembre pasado, por ejemplo, le tocó ir en las fiestas a fin de año. Lo recibieron con un abrazo y una frase que le arrancó una sonrisa:: «Ahí viene Papá Noel». Ese lunes, como hablaron con Sol, intentarían llegar, avanzarían hasta que les dijeran que no se podía seguir. Era difícil imaginar lo que pasaría después.


«Si tienen cadenas pueden seguir viaje»

Cuando pasaron por Las Lajas llovía, al llegar a Loncopué brillaba el sol. Restaban 50 km hasta Caviahue: decidieron seguir. Avanzaron un tramo cuando empezó a nevar, cada vez más fuerte, aunque los copos blancos aún no se acumulaban sobre el asfalto. Así son las cosas: ya no se le puede decir pronóstico del tiempo al que no emboca una. Ahora, en general no falla. Pusieron las cadenas en las cubiertas y se concentraron en la ruta: ya no daba para escuchar cumbia, ni rock, ni tomar mate.


A chequear cómo quedaron las cadenas en las cubiertas en la parada en Cajón Chico.

Llegaron al Puesto de Gendarmería, preguntaron: les dijeron que con las cadenas podían seguir. Llegaron al puesto policial: la misma respuesta. A esa altura el manto blanco se hacía más espeso y Nicolás buscaba a los costado las referencias que memorizó en tantos viajes, por ejemplo el cartel de bienvenida de una comunidad mapuche. Hay muchas curvas y contracurvas y debía conducir lento: sabía que el riesgo de un derrape era alto y que lo pagarían caro si llegaba a ocurrir. El peso de la carga jugaba a favor para afirmarse un poco más en el camino.


Encajados en Caviahue con medio metro de nieve

Cuando llegaron a Caviahue ya estaban en el medio de una nevada de aquellas, con el pueblo cubierto de blanco. Nicolás estaba asombrado: «En Zapala caen 20 cm en un día y se nos desordena la vida, ahí cae medio metro en un rato, es increíble este lugar«, dice. Trataron de repartir las encomiendas pero fue imposible con las calles con tanta nieve. Probaron igual, pero se encajaron. Apareció Eduardo, un vecino solidario que les dio una mano para palear: después de un rato de pelea, la gris estaba otra vez en condiciones de circular, por decirlo así.

Eduardo era uno de los que esperaban un paquete. Pero estaba al fondo de todo y no había dónde apoyar los otros si descargaban. No se lo pudieron dar. Lo entendió. Otros habitantes solidarios de Caviahue como Aluminé y Maximiliano les ofrecieron hospedaje para que se quedaran ese día y pudieran partir al siguiente y entregar la mercadería tranquilos.

Lo agradecieron, pero hacer noche en ese paraíso complicaría la logística de la semana y decidieron irse cuando supieron que a las 15 partiría una caravana hacia Loncopué con camionetas y autos varados. «Sino salimos ahora no salimos más», dijeron.

Referencias para orientarse sobre la cantidad de nieve en la ruta.

Fueron hasta la salida del pueblo: había cuatro conos naranjas atravesados en la ruta. El conductor de una 4×4 les recomendó esperar a la caravana.

Y les contó que dos autos habían salido antes, que corrieron los conos y se fueron, sin cadenas. Esperaron.


Un auto blanco cruzado en la ruta con viento blanco

La caravana partió a las 15.10 y la gris iba en tercer lugar. Adelante, la motoniveladora y la pala cargadora que arrojaba la nieve a los costados. Atrás, unos 15 vehículos entre el camión que transporta el gas, las camionetas, los autos de bajo porte y una 4×4 de Vialidad que cerraba la marcha.

El viento blanco; visibilidad casi nula en la caravana.

La velocidad, entre 10 y 20 km/h. La visibilidad: nula por el viento blanco. La temperatura: bajo cero. Y la gris que avanzaba entre bardones de nieve de un metro a centímetros de la ventana.

El viento blanco; visibilidad casi nula en la caravana. Adelante, el camión del gas.

-Era increíble eso -recuerda Nicolás. Pero enseguida veríana algo aún más sorprendente: un auto estaba atravesado en la ruta, con el baúl sobre la banquina derecha.

El auto era blanco.

Era el que había salido antes corriendo los conos, sin cadenas.


«Se salvó de milagro»

Por la banquina derecha venía despejando nieve la pala cargadora. Adelante iba la motoniveladora. Cuando lo vio, apenas a unos metros detuvo la marcha, todos pararon. El conductor de la otra máquina también, justo antes de chocarlo.

-Fue un milagro, ese hombre se salvó raspando -dice. Uno de los operarios de Vialidad camino unos metros y les explicó lo que había pasado y que una de las máquinas debía mover la nieve para que el auto blanco pudiera volver a la ruta.

-La maquina avanzó y retrocedió varias veces hasta que lo sacó. Tuvimos que esperar como 40 minutos. El frío era terrible. Bajé a controlar las cadenas y se me congeló el lado izquierdo de la cara -relata Nicolás.

Por fin, pudieron seguir. Faltaba un detalle imposible más: la camioneta blanca que rebasó a toda la hilera en medio de ese temporal, incluyendo al camión del gas y los equipos de Vialidad.

-También era blanca -dice Nicolás. Sin carga en esa ruta, era como un papel en el viento, recuerda.


«No da jugarse la vida así»

La caravana vista desde la camioneta de Nico y Sol.

A eso de las cinco de la tarde llegaron a Loncopué, sanos y salvos. Para él, es momento de agradecer: a los muchachos de Vialidad que dejaron todo para que pudiera salir: «Hicieron un esfuerzo terrible», dice. A Eduardo, que paleó para ayudarlos a sacar la gris encajada, a Aluminé y Maximiliano, que les ofrecieron hospedaje, a Hermes del lubricentro que se ofreció a bajar las encomiendas. Se despide con una reflexión sobre quienes salieron antes sin cadenas, los que rebasaron la caravana: «No da jugarse la vida así».


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