«No me lo olvido más»: pescó un salmón de 16 kilos en Lago Puelo, a 20 km de El Bolsón
En esta paradisíaca zona de la Comarca Andina en la Patagonia los pescadores notan que cada vez hay más salmones. Martín John pescó uno gigante y aquí lo cuenta paso a paso.
Eran las 7.30 del domingo cuando salió a pescar a bordo del semírrigido en Lago Puelo, frente al camping El Desemboque en el noroeste de Chubut, donde desde hace unos cuatro años hay más salmones y entonces más pescadores. Martín John había hecho 26 km desde El Bolsón, al suroeste de Río Negro, en este rincón de la Patagonia donde empiezan a asomar los hipnóticos colores del otoño y la cordillera ya recibió las primeras nevadas. Lo acompañaba Verónica, su novia, que se largó también con la caña y y las moscas y ya sacó sus primeras truchas, pero no imaginaba lo que vendría. Martín tampoco.
La mañana estaba linda, soleada. Ideal para el mate, la charla y disfrutar de los paisajes a la espera del primer pique. Pero tardaba en llegar, pese a que cambiaban el rumbo y evitaban quedarse en una sola zona. Con el correr de las horas, veían que se sumaban botes con el mismo plan.
–Hasta las 12.30, nada, pero nada nada –recuerda Martín.
Fue entonces cuando sintió el tirón. Por la fuerza, supo enseguida que era algo especial.
"Tiraba como un ternero"
-Una trucha muy grande no era, era distinto: parecía un ternero cómo tiraba –se ríe Martín. Tenía que ser un salmón de esos que lo habían impulsado a dejar por un tiempo la pesca con mosca de truchas para probar suerte con esos gigantes que remontan el río para desovar desde el Pacífico y llegan hasta el lago Puelo. Para eso, pesca en la modalidad trolling, con cucharas o caimán como señuelos.
En las charlas de pescadores alrededor del fogón, los más expertos cuentan que los salmones nacieron en esta zona de la Comarca Andina para luego partir hacia el mar y más tarde volver al punto de origen una sola vez: ahí se quedarán para completar el ciclo de la vida. No saben con certeza por qué hay más desde hace cuatro años, pero ahí están. Y se corrió la voz.
Por eso se veían unas 20 embarcaciones ese mediodía cuando Martín empezó la pelea con ese salmón tozudo que no daba el brazo a torcer.
-No es fácil que pique, pero cuando pican, agarrate –dice Martín.
Pese a que hay equipos especiales con cañas reforzadas, líneas con hasta 400 metros de nylon resistente para que los salmones no los corten en sus furiosos escapes y gomones con ecosonda para detectarlos, de momento a él le basta con la caña que usaba cuando era chico y una reserva de 150 metros de nylon en el carrete.
-Pero tiraba mucho, tenía miedo que me quebraba la cañita– recuerda.
"Es tremenda la fuerza que tienen"
De 44 años, productor de fruta fina en su chacra como tantos por aquí, es de familia de pescadores: los abuelos, el padre, los hermanos, los sobrinos, los amigos, todos sueñan con piques inolvidables. Y el de Martín ya era realidad: ahora el problema era sacarlo del agua.
-Lo podés tener a 10 metros y en dos segundos a 60: es tremenda la fuerza que tienen cuando coletean –explica Martín.
En la cofradía del camping El Desemboque, donde desagua el río Epuyén, todos estaban pendientes del desenlace. Ahí, cuenta Martín, nadie esconde, se comparte la información. Es cuestión de llegar a la confitería y preguntar cómo está el pique. Los dueños del camping no son pescadores, pero están al tanto de todo y pasan los datos. Y sino, basta con observar cómo se mueven los más expertos: todo está a la vista.
Con la tribuna expectante y a pura paciencia, Martín fue llevando de a poco y con cuidado el bote a la orilla sin perder de vista al salmón.
-Es lo mejor, porque son pesados y tienen mucha fuerza como para subirlos al semirrígido –explica.
Pese a que un par de veces el pez intentó huir a toda velocidad, Martín consiguió traerlo. Verónica no lo podía creer y él tampoco. Mientras se asombraba trataba de no perder la concentración. Hasta que lo sacó.
-Una cosa de locos era –recuerda.
Después de la algarabía, la balanza indicó 16 kilos, el más grande en lo que va de la temporada. El día continuó alrededor del fogón, con amigos y familiares y el recuerdo de cada detalle de un pique difícil de olvidar.
-Está bueno para ir. Todos los días sale por lo menos unos. Y hubo días de cuatro o cinco salmones. Uno pesó 15 kilos y medio. Yo les diría a los pescadores que se den una vuelta entre marzo y abril, cuando más salmones hay, para intentar cumplir el sueño de pescar uno de estos gigantes de la Patagonia. Es una experiencia única, de esas que quedan en la memoria para siempre -le dijo después a Voy antes de despedirse: lo esperaba toda la banda para planificar nuevas aventuras en esa Patagonia que tanto les gusta y que disfrutan cada día.
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