Caso Mandagaray: “La Policía es muy jerárquica… hasta que hay que responsabilizarse”

Walter Puebla Morón, licenciado en Seguridad y exdocente de la escuela de Policía, dice que el caso del agente muerto durnate un duro entrenamiento demuestra que aún hay secretismo y poca apertura a nuevos saberes en la institución. “Se necesitan cambios en la formación de los agentes”, asegura.

Los tratos denigrantes que sufrían quienes realizaban el entrenamiento en un curso del Cuerpo de Operaciones Especiales y Rescate (COER) en el que murió el oficial ayudante Gabriel Emanuel Mandagaray, que según reveló la reconstrucción del hecho incluía que un instructor orinara a un estudiante o que hicieran máscaras con excrementos, vuelven a poner en debate la formación de la policía rionegrina. Y genera interrogantes sobre cómo se investiga la muerte de agentes, dado que en este caso ha sido clave el rol de los querellantes, por afuera de la institución, para que se avanzara en esclarecer el hecho.

Walter Puebla Morón es licenciado en Seguridad y hace años fue docente de la escuela de Policía. Hoy enseña sobre la temática en la carrera de Abogacía de la sede Atlántica de la Universidad de Río Negro y forma parte de los equipos de investigación a cargo de la doctora en antropología Eva Muzzopappa. Allí analizó entre 20212 y 2018 la importante cantidad de suicidios ocurridos entre agentes de la institución, la mayoría jóvenes de baja jerarquía, por sobre otras causas. En su trabajo cuestionó la cultura de “secretismo” por parte de la jerarquía policial y la “ceguera de quienes conocen la situación y por su ubicación jerárquica deciden minimizarla”.

La persistencia de una herencia de formación militarizada en el origen las policías es uno de los problemas, señala Puebla Morón.

Al analizar el caso Mandagaray, Puebla Morón señala que “es un caso que sigo porque es mi objeto de estudio, específicamente las muertes policiales. Si analizamos lo que pasó unos años atrás, estamos ante el posible archivo con el caso de Lucas Muñoz (NDR: asesinado en 2016, crimen todavía impune). Para mí entre estos dos hechos hay paralelos muy significativos”, dice.

El licenciado en Seguridad marca dos ejes distintos. “Uno es la formación policial. Allí tenemos tres escalones de formación: uno es la formación de base, cuando uno ingresa a la institución policial desde el mundo civil, con un nivel para formar agentes y otro para suboficiales. Después están los cursos jerárquicos, aquellos que se realizan para poder progresar en la carrera, ascender. Y finalmente están las especialidades, que es donde se da la muerte de Mandagaray. En ese marco, hay una gran disputa de saberes: la Universidad de Río Negro se involucró en algún momento en la formación policial, como antes lo había hecho la Universidad del Comahue, pero la policía es muy poco receptiva a que alguien que no pertenezca a que otra institución imparta saberes allí. Y crecientemente queda demostrado que los saberes tradicionales de la institución están lejos del sentir y del sentido común de la sociedad actual. Este es un caso emblemático, pero no sólo de Río Negro. El otro día fueron noticia los cánticos antipiqueteros de agentes de la policía de Chubut. Es un problema estructural de la formaciones policiales”, explica el académico.

P: Se habla siempre de una herencia, histórica, de una excesiva influencia de lo militar de la instrucción de los agentes policiales…

R: Sobre esto hay varios investigadores, entre ellas la doctora Eva Muzzopapa, que han escrito en este sentido. Estos totalmente de acuerdo, hay un excesiva militarización de las instrucciones policiales, hablando en general.

P: ¿Cómo analiza este caso teniendo en cuenta sus investigaciones sobre las muertes policiales. Cuando hablaba de los suicidios aludía a las condiciones de trabajo, sobre todo para los agentes más jóvenes….

R: Sí, aunque acá es distinto. Tienen en común en que en ambos casos se trata de chicos muy jóvenes, que estrenan el uniforme y están ávidos por demostrar su valía los superiores. Ante eso, hay un estilo de conducción que debe revisarse. En el caso Mandagaray se trata de una muerte provocada por exigencias desmesuradas en una capacitación donde no faltaban recursos. Hacer una exigencia física de la naturaleza de la que está trascendiendo sin siquiera una ambulancia en el lugar, es como mínimo negligente. Todos los jóvenes recién ingresados buscan agradar y decir ‘este curso lo voy a aprobar bien’ y se someten a una serie de prácticas que a veces hieren el sentido común y la dignidad de cualquier persona.

Cuando muere un agente

El otro de análisis que hace Puebla Morón es cómo se investiga la muerte de un policía. “Esta idea sí la trabaje cuando analicé la importante cantidad de suicidios policiales. La mayoría de las muertes de los agentes no son las clásicas del discurso policial tradicional o de los políticos: en cumplimiento del deber, o enfrentando el delito. Son muertes más opacas, muy poco difundidas, de oficiales muy jóvenes y de menor experiencia”, dice .

En este caso, el investigador analiza puntos en común, tanto en la muerte de Lucas Muñoz como en la de Mandagaray. “Hay una creciente preocupación sobre la ética que tienen los superiores de estos jóvenes oficiales. Siempre se habla de la policía como una institución vertical. Pero es muy jerárquica hasta el momento en que hay que asumir responsabilidades: en ese momento todos se desentienden y nadie fue”, señala.

Por otro lado señala importantes contrastes entre ambas investigaciones. “En el caso de Lucas había una política que vendía la idea del juicio oral, pero cuando se investigó la causa, respondió por escrito a la Justicia. En el caso Mandagaray ya está el código nuevo, con lo cual hay mucha más expectativa de que haya un jurado que evalúe todo lo que se esta ventilando de a poco. Es importante para contrarrestar ese discurso institucional cerrado”, explica Puebla Morón.

Otra diferencia que marca el licenciado en seguridad es la actividad periodística. “Se termina el secretismo, antes, en el caso Muñoz, se debía recurrir a un vocero o informante calificado. Ahora la prensa participa en directo de una diligencia de reconstrucción, hay un contacto directo, por lo menos hubo un medio sin limitaciones que pudo ver como se reconstruía el hecho”, señala.

Finalmente el académico destaca otra diferencia que tiene que ver con el posicionamiento institucional ante la investigación . “En el caso de Lucas la policía designó defensores oficiales, de la misma policía, cuando acá de entrada actuó una querella particular. Eso le dio mucha independencia a las medidas de prueba. Está la paradoja: la familia de la víctima pertenece al ámbito policial, pero su actitud es muy distinta a la que recibió el caso Muñoz. Decidieron que no fuera la institución ni sus abogados los que investigaran el hecho, sino actores independientes”.

Finalmente, Puebla Morón destaca el aspecto político en ambos casos. “Hay una diferencia notable en cómo se asumió el caso Mandagaray respecto del caso Lucas Muñoz. Tanto la secretaria (de Seguridad, Betiana) Minor como el jefe (de la Policía, Osvaldo) Tellería han tenido una posición muy clara de dar respuestas. En el caso de Lucas estamos yendo casi a un situación de archivo, porque hubo una declaración del gobernador diciendo que estaba todo prácticamente esclarecido, lo que implosionó la posibilidad de indagar en algunas hipótesis”, concluyó el académico.

Luego de la reconstrucción las partes esperan la entrega de videos y fotografías para su posterior análisis. Foto: gentileza.

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