Circunstancias extraordinarias

El ex juez Eduardo Badano acaba de jubilarse. Cobrará 202.962,13 pesos por mes y unos pesos más -1.422.861,56 y otros 92.460,52-, retroactivos que el ISSN le reconoció por “haberes no percibidos” y aguinaldo.

Badano fue destituido por mal desempeño como vocal del Tribunal Superior de Justicia, e inhabilitado por dos años para el ejercicio de cargos públicos, en un juicio político sustanciado en agosto de 2008. Cuatro años después, la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la sentencia. La sala juzgadora demostró que Badano había cooperado con los propósitos del Ejecutivo provincial para urdir una denuncia contra el fiscal Ricardo Mendaña, a quien el gobierno de Jorge Sobisch se había empeñado en desplazar. Y a quien finalmente desplazó.

Gracias al beneficio jubilatorio que en adelante le permitirá disfrutar de un ocio sin sobresaltos, se ha refrescado ahora el lamentable paso de Badano por el poder Judicial de Neuquén y el papel que cumplió en favor del gobierno que lo había promovido al TSJ. Pero en cuanto supimos la noticia de su jubilación, las mujeres que conocimos a Ivana Rosales recordamos otros reproches pendientes de sanción. Si no legal, moral, humana, social.

Badano integraba en 2003, con Emilio Castro y José Andrada, la cámara que juzgó a Mario Garoglio en la causa “homicidio calificado por el vínculo en grado de tentativa”. La víctima, Ivana Rosales.

Fue un juicio espantoso. No sólo porque los jueces se identificaron con el acusado y, como varones, se compadecieron de sus razones para tratar de asesinar a Ivana. No sólo porque fallaron en consecuencia con una pena irrisoria que Garoglio no cumplió hasta que la condena prescribió. También, y espantosamente, porque, para sostener un retorcido aparato argumentativo, no tuvieron reparos en descalificar y enjuiciar a la víctima. Al contrario. El propio fiscal Alfredo Velasco Copello, que nunca recibió a Ivana, invocó para el reo circunstancias extraordinarias de atenuación: “la personalidad y la actividad que desplegó la víctima cuando era soltera”, su actitud, su conducta, que los jueces no dudaron en hurgar y ventilar.

Badano adhirió a tales circunstancias. En la sentencia que hoy, cuando Ivana ya no está en este mundo, puedo releer atragantada de bronca y pena la catarata de injurias que su señoría escribió en su voto: “…tanto el ahorcamiento con un lazo hecho con alambre como los golpes que le propinara provisto de una piedra de considerables dimensiones, el lugar del cuerpo al que aquellos estuvieron dirigidos indican que la intención del agente no era producir una lesión que le sirviera de escarmiento a la mujer que había decidido abandonarlo, que no le agradecía lo que había hecho por ella y que, además, se mofaba de él”.

Badano creyó en atenuar la pena porque aunque “Garoglio conocía a su mujer”, tuvo que experimentar “la dura confrontación con una realidad que no supo o no pudo ver”. Y líneas después: “No se trata de aprobar o condenar el adulterio ni de justificar la reacción del agente”, aclaración superflua de más; sobresale, moralizante, en un juicio histórico para la memoria de la violencia contra las mujeres. Después de este juicio emblema de violencia misógina y rancio poder patriarcal, Ivana se multiplicó en miles de Ivanas contra las violencias.

“Sobreviví, pero me practicaron cinco cirugías para reconstruirme el rostro, padezco trastornos maxilofaciales y una disminución de mi capacidad y movilidad visual. Como todas las mujeres víctimas de violencia, sufro daños psicológicos persistentes, como asaltos de terror nocturno, alteración del sueño, incapacidad para afrontar la soledad, el silencio y la oscuridad, pánico y claustrofobia”, escribió Ivana a organismos de derechos humanos adonde desde entonces recurrió tenaz y pacientemente clamando por justicia. Su muerte es un femicidio retrasado.

En un comunicado difundido en setiembre pasado, el CELS la recuerda como “una mujer muy valiente” que “supo ver que su caso no era solamente suyo sino que señalaba un grave problema de violencia institucional afirmada en la violencia de género”.

El recién incorporado a las mieles de la vida retirada tiene un perfil profesional en Internet con datos referidos a su trayectoria como abogado y ex magistrado. El perfil nos cuenta que la educación y el medio ambiente son las “causas benéficas que le importan a Eduardo”.

La jubilación de Badano refrescó su lamentable paso por la Justicia de Neuquén. Juzgó el caso de Ivana Rosales, donde aplicó una pena irrisoria a su autor y no dudó en sumarse en descalificar a la víctima.

Datos

La jubilación de Badano refrescó su lamentable paso por la Justicia de Neuquén. Juzgó el caso de Ivana Rosales, donde aplicó una pena irrisoria a su autor y no dudó en sumarse en descalificar a la víctima.

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