Carlitos Páez Vilaró trae a la región su experiencia de vida

Sobreviviente de la tragedia de los Andes, ocurrida en 1972, el hijo del genial artista uruguayo dará una serie de conferencias con eje en la actitud. Antes, dialogó vía mail con “Río Negro”.

A los 18 años, Carlitos Páez Rodríguez emprendió un viaje desde Montevideo que nunca llegó a destino y que le cambiaría su vida para siempre. El 12 de octubre de 1972 ese avión que transportaba al equipo de rugby Old Christians Club del que formaba parte y que tenía como destino Santiago de Chile se estrelló en la Cordillera de los Andes. Tras 72 días de supervivencia, fueron rescatados los 16 sobrevivientes, entre ellos el hijo del gran pintor uruguayo.

Técnico agropecuario y publicista, de a poco semejante experiencia de vida llevó a Carlitos Páez Rodríguez a convertirse en conferencista, un modo de contarle al mundo cómo talla en un hombre la tragedia, la supervivencia y las decisiones para conseguirlo. De gira por la región, que comenzará hoy a las 21:30 en el Casino de Las Grutas y que continuará por Viedma, Roca y Neuquén (ver aparte), Carlitos Páez se entrevistó vía mail con “Río Negro”.

P- ¿De qué tratarán sus conferencias ? ¿Con qué se encontrará el púbico de la región?

R- Mi charla se llama “Actitud. No hay nada imposible para el que se atreve”. Es mi historia, mi experiencia de vida después de haber protagonizado lo que se conoce como la tragedia de los Andes. Es un relato sumamente sincero y honesto sobre los 72 días que pasé a 4.200 metros de altura en la cordillera; pero fundamentalmente de lo que fue mi experiencia y como la viví desde una postura positiva. Se van a reír por momentos y también alguno se va a emocionar.

P- ¿Cómo fue que decidió transformar su experiencia extrema en los Andes en un mensaje para la vida cotidiana?

R- Fue algo que se dio de casualidad. Hace 15 años me llamaron de México para invitarme a dar una conferencia en una empresa y de ahí en más nunca paré, actualmente doy un promedio de 100 charlas por año. No fue una decisión mía, fue de los demás. La gente quería escuchar nuestra historia porque es una historia de gente común que le tocó vivir una experiencia extraordinaria y supo adaptarse y encontrar los recursos para salir adelante. La gente se identifica mucho, porque todos tenemos una cordillera, la mía es muy conocida y tiene mucho marketing pero todos tenemos ese gran desafío en algún momento de la vida donde creemos que llegamos a nuestro límite y que ya no vamos a poder. La buena noticia es que se puede.

P- ¿En qué aspectos su experiencia puede enriquecer la vida cotidiana de las personas que vayan a su conferencia?

R- Personalmente, no me gusta dar consejos. Arriba del escenario yo no le digo a nadie que es lo que tiene que hacer con su vida, ni a las empresas como deben manejar sus temas. Lo único que hago es contarles lo que nos pasó y como lo fuimos superando. Es la gente la que toma de mi experiencia lo que le sirve, la que se identifica con determinadas situaciones o sentimientos y encuentra en mi historia una forma de superar su historia. A algunas personas las puede ayudar a ir a más, a otros a relativizar… es difícil de explicar porque para cada persona la experiencia es única, cada uno sale con lo que le sirvió en ese momento. Los grandes temas que se desprenden de nuestra historia son: trabajo en equipo, adaptación al cambio, tolerancia a la frustración, actitud frente a una crisis, el liderazgo ganado por el trabajo, la importancia de hacer las cosas con pasión y actitud, entre otras.

P- ¿Cómo fue cambiando dentro suyo, si es que cambió, la tragedia de los Andes de la que usted fue protagonista? ¿Y qué significa hoy, más de cuarenta años después, aquella experiencia?

R- ¡Sobre esto tengo un capítulo entero en mi charla! (Risas). En pocas palabras: cuando me subí al avión, aquel 12 de octubre de 1972, tenía 18 años y era el chico más malcriado y consentido del mundo. De verdad que no servía para nada y hasta tenía una niñera que me había hecho la valija. En Los Andes, me fui transformando y me empecé a dar cuenta de que en la medida de que empezaba a trabajar a la par, mi voz se hacía cada vez más fuerte. Yo me sentía cada vez más fuerte y dejaba de lado al “bueno para nada”. Más de 40 años después, me sigue ayudando a contextualizar y a quejarme menos cuando pincho una goma del auto, o se corta la luz (risas).

P- ¿Cómo talló la experiencia de los Andes en tu vida? ¿Cómo fue volver de aquello, regresar a una vida normal si se quiere, pero con semejante experiencia dentro suyo?

R- El momento del rescate fue uno de los momentos más felices de mi vida, pero también fue un momento triste. Triste porque estaba dejando atrás una civilización que habíamos creado y donde yo había logrado crecer y encontrar una mejor versión de mi. La vuelta a la vida fue igual, la felicidad de volver a ver a mi familia y a mis amigos pero el desafío de aprender a vivir con una fama que yo no había buscado. El aprendizaje, por decirlo de alguna manera, fue gradual, la ficha fue cayendo con el tiempo.

P- ¿Cuántas veces pensó en cómo habría sido su vida sin aquel accidente?

R- No es algo que me cuestione, como tampoco me cuestiono por qué tuve que protagonizar una de las historias de supervivencia más grande de todos los tiempos. Creo que no está bueno entrar en la rosca de “qué hubiese pasado si…”.


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