Crimen de Huincul: “Nunca estuvo en mi mente, jamás”, aseguró Candia

Ayer se realizaron los alegatos. El fiscal pidió que sea señalado culpable mientras que el defensor solicitó la declaración de irresponsabilidad. Hoy, el veredicto.

“Nunca estuvo en mi mente, jamás. Lo mío era vivir dignamente como vive cualquier persona”, dijo ayer Jesús Salvador Candia. En su descripción de cómo cometió el doble homicidio también aportó detalles de los meses previos vividos junto a su familia, por el enfrentamiento que mantenía con las víctimas. Ayer habló por primera vez durante el juicio que se le sigue por el homicidio de Pablo Soto y de Arturo Sánchez, y la lesión grave contra José Prono, ocurridos el 13 de mayo de este año, en el barrio Centenario de Plaza Huincul.

El tribunal integrado por Leandro Nieves, Patricia Lúpica Cristo y Mario Tomassi, escuchó al único imputado, luego de que su abogado particular les informara que su defendido quería hablar. Ayer se realizaron los alegatos. El fiscal Santiago Terán pidió que Candia sea culpado por el delito de doble homicidio y tentativa de homicidio, en concurso real en carácter de autor. Mientras que su defensor particular, Ricardo Mendaña, pidió la “declaración de irresponsabilidad penal” para el acusado. El veredicto se conocerá hoy a las 9:30.

Candia relató ante el tribunal que su conflicto con Soto -su vecino- y Sánchez se remonta a marzo de este año, por el robo de una soldadora, un celular y 400 pesos, que estaba en la casa de Soto. A partir de ese momento, la escalada de violencia fue en aumento. Hubo peleas que incluyeron golpes de puño y armas de fuego.

Pero el peor momento para Candia, quien desde hacía varios años se hacía cargo de cuidar a sus seis hijos y a un nieto, fue cuando una noche se despertó y vio fuego en su casa. “Siento una explosión, veo medio ladrillo que entra por la ventana, voy a la cocina y entran dos bombas molotov. Es como que el fuego me dejó shockeado”, manifestó. A Candia le preocupaba lo que podría ocurrirle a sus hijos.

Después relató el momento en que resolvió tomar la escopeta 12/70 y la cargó. “Agarré unas cosas y me voy hacia donde estaban mis hijos. Me vieron y me dijeron: ‘No papá, ¿qué vas a hacer?, ‘no hagas nada’. Y él les respondió: “No doy más, esto ya no es vida”. Luego se despidió de ellos y les indicó que se fueran con su tía o con su abuela, salió de la casa y cruzó la calle para entrar en el monoambiente de Soto.

“Entro, veo tres personas, produzco los disparos y bueno, me retiro del lugar”, describió. Luego pensó: “Ya está, arruiné mi vida, arruiné a mis hijos, pero no iba a ver a uno de mis hijos muertos. Era el temor más grande que me agobiaba”. Contó que mientras caminaba, pasó frente a la casa de su madre y lloraba.

“Ya está, arruiné mi vida, arruiné a mis hijos, pero no iba a ver a uno de mis hijos muertos. Era el temor más grande que me agobiaba”.

dijo Candia que fue lo que pensó tras salir de la casa de Pablo Soto.

Los argumentos de la fiscalía y la defensa

La cuestión de establecer si Jesús Candia comprendía y podía dirigir sus acciones, fue el eje por el que se movieron ayer tanto la Fiscalía como la defensa particular, a la hora de desarrollar los alegatos.

El fiscal Santiago Terán delineó su alegato en el conflicto con las víctimas fatales, pero también en los testimonios de los psiquiatras, que en ambos casos sostuvieron que Candia “comprendía sus actos”. Recordó el acuerdo que había firmado Candia en el proceso de una mediación penal para cesar el conflicto con sus vecinos, aunque dijo que no lo respetó.

Su defensor, Ricardo Mendaña, también apoyó su alegato en la cuestión psiquiátrica y psicológica de Candia. Reparó en que durante los dos meses previos al ataque, “nadie dimensionó el problema que había” entre los vecinos. Hizo hincapié en el consumo crónico de alcohol de su defendido. “Lo que hizo fue un hecho grave”; indicó Mendaña y pidió al tribunal que se haga un análisis objetivo de “las condiciones psíquicas de Candia”.

Datos

“Ya está, arruiné mi vida, arruiné a mis hijos, pero no iba a ver a uno de mis hijos muertos. Era el temor más grande que me agobiaba”.

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