Antídotos

Redacción

Por Redacción

mirando al sur

Me lo habían advertido hace muchos años, pero la impunidad y la omnipotencia de la poca edad hicieron que relativizara el consejo. Con el paso del tiempo, me dijeron un día, iban a ser muchas más las relecturas de obras conocidas en mi juventud que el descubrimiento de nuevos autores. Resultó ser verdad. A veces, eso genera una sensación de cierta amargura, por la certeza de que hay muchos autores que definitivamente ya no vamos a conocer. También, porque es una de las formas de experimentar la finitud. Pero otras, el reencuentro con los viejos amigos –y los autores que disfrutamos lo son- son como la poción mágica de Asterix: el arma secreta para continuar la resistencia en la única aldea que enfrenta al invasor.

En estos días en que todas las noticias sobre Donald Trump son nubes negras que anuncian borrasca, decidí contrarrestar el malestar, precisamente, con uno de mis buenos amigos yanquis: Ambrose Bierce (1842 – 1913). Le debo muchas cosas: algunos de los mejores cuentos que he leído sobre la guerra (en este caso, sus historias sobre la Guerra Civil estadounidense, en la combatió en el bando unionista). Entre los textos que me empujaron a intentar escribir figuran dos de sus historias: aquella terrible del oficial artillero obligado a cañonear su propia casa (“El caso del Portillo de Coulter”), y la formidable fuga que aún acelera mi corazón cada vez que leo narrada en “El puente sobre el Río del Búho”.

Pero para estos días elegí el Diccionario del Diablo, ese libro impío y lúcido. Allí leemos que un presidente es la “figura dominante en un grupito de hombres que son los únicos de los que se sabe con certeza que la inmensa mayoría de sus compatriotas no deseaban que llegaran a la presidencia”. Nunca más justo: Hillary Clinton es la candidata presidencial de la historia estadounidense, pero el presidente es Trump. Legalidad versus legitimidad. En realidad, es secundario, porque Trump pertenece al núcleo “exitoso” de la sociedad estadounidense, es un self made man maleducado y ordinario. Lejos de lo políticamente correcto, ha decidido, aparentemente, patear el tablero. Quizás porque considera que ya no es necesario ejercer la hipocresía de su clase.

Parece que Donald Trump revisará alguno de los cimientos del modelo capitalista estadounidense, con medidas de corto plazo presentadas como providenciales, como la amenaza de sanciones a empresas estadounidenses que inviertan en el exterior. Es el America First, que disfraza de valores patrióticos y protección al trabajo nacional lo que es un brutal retroceso a los peores sentidos comunes organizados en torno a la raza, la religión, y la idea de nación. Lo llamarán patriotismo, pero hacen trampa: son las peores expresiones del supremacismo discriminatorio. Trump expresa una tendencia mundial y envalentona a lo peor de esos movimientos reaccionarios. Los que pusieron siempre como ejemplo el modelo republicano estadounidense, deberán reflexionar acerca de la facilidad con que ese sistema facilitó la llegada al poder de un extremista. Con la victoria de Trump, Estados Unidos es un país donde se verifica que la frontera entre el “nacionalismo” y el “patriotismo republicano” es un sofisma. Los liberales podrán criticar al nuevo presidente, pero Trump materializó al populismo como la continuación de la explotación capitalista por otros medios.

Bierce escribió que el patriotismo es “basura combustible dispuesta a arder para iluminar el nombre de cualquier ambicioso”. Le dobló la apuesta al inglés Samuel Johnson, que lo había definido como “el último refugio de los canallas”. Para Bierce, leemos en su Diccionario, era el primero.

En estos tiempos de 140 caracteres la retórica de Trump arderá con la facilidad del papel al viento. Un prepotente vociferante y que parece tener respuestas simples para todo comienza a gobernar en un mundo en crisis, intolerante, y que aún no cierra un ciclo que ya piensa que está comenzando otro. Porque cuando los historiadores periodicen estos años que vivimos, figuras como Trump, Merkel, May, Netanyahu y Putin serán el emblema del final de la post Guerra Fría. Que políticos tan intolerantes y banales como eficaces en su capacidad de daño gobiernen, nos obliga a reflexionar, a no dejarnos atrapar por la indignación, tan autosatisfactoria como ineficaz.

Los votan o los acompañan, en ocasiones, los principales perjudicados por el sistema que representan. Esa mera constatación muestra la profundidad de la victoria del sistema hegemónico en el mundo. Ya van más de cuatro décadas de pensar y jugar sólo con las reglas del vencedor. Quizás valga la pena pensar que hace ya muchos años que ni los intelectuales, ni las fuerzas políticas llamadas progresistas han logrado construir nuevas formas para disputar o construir un poder alternativo.

En el Diccionario del Diablo una tumba es el “pabellón de la indiferencia”. El siglo XX fue el siglo de las revoluciones. Pero las revoluciones fueron derrotadas. Los máximos líderes de este mundo injusto tienen derecho a ignorar a los muertos y bailar sobre sus tumbas. Los que padecen ese sistema no.

@fedeLorenzy Clio

El America First disfraza de valores patrióticos un brutal retroceso a los peores sentidos comunes organizados en torno a la raza, la religión, y la idea de nación.

Los liberales podrán criticar al nuevo presidente, pero Trump materializó al populismo como la continuación de la explotación capitalista por otros medios.

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El America First disfraza de valores patrióticos un brutal retroceso a los peores sentidos comunes organizados en torno a la raza, la religión, y la idea de nación.
Los liberales podrán criticar al nuevo presidente, pero Trump materializó al populismo como la continuación de la explotación capitalista por otros medios.

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