Regina sin chimenea: destrucción evitable, historia por el piso

La extraña mezcla de inacción, desinterés, burocracia y soberbia sirvió para que el monumento histórico, símbolo de la apuesta a la producción, terminara por el piso. Se pudo evitar.

Casi una semana pasó desde el inicio de la demolición hasta que finalmente la Chimenea Fioravanti terminó por el piso, tras 86 años en pie como símbolo de una ciudad que apostó por siempre a la producción.

No alcanzó ese tiempo para que Villa Regina se pusiera de acuerdo en poner punto final al intento de tirarla abajo, simplemente porque sobraban razones para preservarla. Desde el mismo inicio de las tareas para derribarla, llamativamente un domingo, hubo tantas oportunidades de parar esa decisión que no resulta fácil entender por qué se siguió adelante hasta terminar con ella.

En el medio se mezclaron inacción, desinterés, burocracia y soberbia. De todo eso junto nada positivo se pudo sacar.

Hubo debate intenso en las redes sociales, publicaciones de este diario, vecinos preocupados, medidas judiciales que no sirvieron y políticos de brazos cruzados. En definitiva, nos quedó a reginenses y ajenos la sensación de que en esto se dejó hacer hasta que salvarla era además de costoso, casi imposible.

Lo triste, lamentable e irreparable, es que ninguna multa, sanción ni declaración con tono político servirá para reparar el daño causado a un monumento histórico. Esto fue directamente destrucción, sin que mediara siquiera un intento por salvarla. Todo lo que se dijo no fueron más que expresiones para la tribuna, cumplidos para quedar bien con la ciudad que presenciaba cómo por acción u omisión se tiraba abajo parte de la historia.

La chimenea era eso, parte de la historia, de la imagen, de los símbolos de un pueblo que creció de la mano de la producción y que tenía todo el derecho a contemplarla por siempre erguida donde al fundador de la tomatera le sirvió por décadas.

Sobran las preguntas para los funcionarios municipales, para los concejales, para los privados y para la justicia. Desde el primer día de destrucción, como muestra la primera imagen, se podía parar y llegar a un acuerdo. Pero no, ni el primero ni el segundo ni jamás, porque aunque hubo una orden de parar con el taladro y el martillo, en las fotos que cada día se publicaron en este diario se pudo ver un daño creciente y sin pausa.

La ciudadanía de Regina se debe un debate profundo sobre este escenario. Era posible que conviviesen en el mismo lugar una chimenea con un loteo. Allen dio un claro ejemplo de que eso era posible porque lo hizo realidad.

Sin embargo, mientras los políticos debatían si era o no monumento histórico, si un privado tenía derecho a tirarla, si valía la pena preservarla, si la expropiación era posible, la chimenea se fue muriendo por dentro y con ella parte de lo que fue la pujanza. Hasta calcularon cuánto saldría reparar los daños causados hasta mitad de semana.

Es decir, hubo tiempo para todo, menos para salvar la chimenea. La política, la justicia, el pueblo mismo reaccionaron tarde, pero aún así podían evitar semejante afrenta a la historia. Este era uno de los temas donde la política podía hacer algo por el pueblo y no lo hizo.

El dato

Si la reacción hubiera sido la adecuada, la chimenea seguía en pie. Es que el mismo domingo que comenzaron a taladrar los daños eran menores.

¿Cuánto valor tiene una declaración de monumento histórico?, ¿cuánto vale una orden de parar la destrucción?. ¿Habrá sanciones?.

Datos

1932
Fue el año de la construcción de la chimenea para la primera tomatera de la ciudad. Era un orgullo tenerla en pie.
Si la reacción hubiera sido la adecuada, la chimenea seguía en pie. Es que el mismo domingo que comenzaron a taladrar los daños eran menores.
¿Cuánto valor tiene una declaración de monumento histórico?, ¿cuánto vale una orden de parar la destrucción?. ¿Habrá sanciones?.

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