El peligro acecha desde la montaña

Un millar de familias de siete barrios ubicados en la ladera del cerro Curruhuinca, en San Martín de los Andes, vive con temor e incertidumbre ante posibles derrumbes de las rocas.

Todas las noches me despierto a eso de las tres y me quedo esperando… a veces me puedo volver a dormir, la mayoría no”, cuenta a “Río Negro” Ana María Mena en su pequeña casa del barrio Vallejos, la última de la escalerita, la más alta en esa parte de la ladera del cerro Curruhuinca.

“Fue un estruendo como nunca antes había sentido, luego escuché algo que se acercaba, que se me venía encima. Al principio creí que era un árbol que se había quebrado. Imaginé que era enorme y me encomendé a Dios. Me acuerdo que agarré las sábanas cerré los ojos con fuerza.”

Eran las 3:30 de la madrugada del martes 1 de agosto pasado. Lo que desde todos los ámbitos se había advertido que podía ocurrir, ocurrió. No era un árbol grande.

Esa noche, en medio de una fuerte helada, se partió uno de los afloramientos rocosos que asoman en ese sector del cerro y se desprendió un gajo de grandes dimensiones, del tamaño de una camioneta, que arrasó con todo lo que encontró a su paso mientras caía, hasta frenar a poco más de un metro de la vivienda de Mena.

La piedra, de forma plana, no rodó por la ladera. Al quebrarse, el pedazo de roca se tumbó y se arrastró por la fuerte pendiente de la montaña a lo largo de unos 100 metros hasta detener su marcha. El surco que dejó en la vegetación durante el recorrido hacia el valle muestra claramente que la piedra se dirigía a la vivienda.

“Soy una persona afortunada”, reflexiona Mena tras abrir las puertas de su casa a este diario, unos días después de la caída de la piedra. “Sé que hay peligro, pero yo no tengo miedo de quedarme acá. Además, todo lo que tengo lo pagué con mi trabajo, ¿adónde me voy a ir?”, se pregunta.

Mena llegó a San Martín de los Andes con sus dos hijas en 1985, con fuerzas todavía para escapar de su historia en ciudad de Neuquén y encarar una nueva vida. Al poco tiempo se asentó en ese barrio, surgido de una toma. Pasó años limpiando habitaciones en hoteles y luego fabricando artesanías que se venden en los comercios de la localidad hasta que pudo hacer su casita de material y llevar el gas. Hoy vive de la venta artesanal y una pensión por discapacidad, producto de la pérdida de visión en uno de sus ojos.

“Hace años, antes de que yo llegara, una piedra que se desprendió arrasó una casilla y mató a una nena. A esa familia la reubicaron, pero en seguida vino otra familia y ocupó el mismo lugar. Acá es así”, explica Mena. “No hay muchos lugares adonde los pobres podamos ir a vivir”, asegura.

La base del cerro Curruhuinca es un gran asentamiento que surgió en la década de 1970, compuesto por los barrios 3 de Caballería, Vallejos, Parque Sur, Julio Obeid, Godoy y Calderón, sobre un área aproximada de 15 hectáreas. Se estima que en ese tejido irregular y no planificado viven unas 1.000 familias.

A los intentos del Estado por regularizar la urbanización espontánea lo sobrepasan permanentemente las nuevas tomas de terrenos, sobre sectores cada vez más altos en la montaña y de mayor pendiente, que potencian las condiciones de peligrosidad.

Al riesgo geológico de los procesos naturales se suma así “el factor humano”, como ocurre con el desmonte del bosque protector y las excavaciones en la ladera para levantar las nuevas casas.

En toda esa zona la vegetación natural ha sido fuertemente afectada, quitando el único sustento efectivo del terreno que proveen las raíces de los árboles, lo que incrementó drásticamente las condiciones de inestabilidad de la montaña en el último período.

“El cerro Curruhuinca no deja de ser una preocupación constante, siempre nos tiene sobre ascuas”, aseguró la intendente Brunilda Rebolledo al ser consultada por la situación de ese sector de la ciudad. “Obviamente entiendo la necesidad de una casa, pero hay que tener en cuenta el perjuicio terrible que algunas acciones individuales y desconsideradas pueden generar a todo el resto de los vecinos. Hay que trabajar mucho más sobre el autocuidado”, manifestó.

Desde el municipio, luego de la diversidad de estudios e informes geológicos realizados en el terreno, buscan implementar un programa integral con financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para “mitigar parcialmente” las situaciones de riesgo.

La conclusión de todos los estudios es que resulta imposible erradicar totalmente los peligros del desprendimiento de rocas, por lo que recomiendan la relocalización de la población y el control de la urbanización.

patricio rodríguez

Especialistas indican que los árboles frenan la caída pero no impiden el deslizamiento. Le restan energía cinética que adquiere por la gravedad.

La piedra

Advertencia del

geólogo Jorge Lara

P- Hacía bastante tiempo que no caía una roca de tal tamaño, ¿por qué cree que sucedió?

R- El desprendimiento del bloque del 1 de agosto no fue un hecho aislado. Es un fenómeno natural que se repetirá, aunque no podamos precisar cuándo. La caída de rocas forma parte de un proceso típico en la cordillera, que suele ocurrir después de grandes lluvias, nevadas y sismos. Ocurre en todas las montañas, estén pobladas o no. De hecho, es muy probable que en otros sectores más altos del cerro Curruhuinca hayan caído, pero nadie lo reportó.

P- ¿Existe manera de evitar esos desprendimientos?

R- Sería como ocultar el sol con la mano. Hay algunas obras estructurales que podrían ayudar a minimizar el impacto si el tamaño de los afloramientos rocosos del Curruhuinca fuese menor. Pero con el volumen que tienen algunos es muy difícil. El peso de los bloques que pueden desprenderse se comprende entre los 250 y los 750 kilos, pero pueden caer incluso piedras mucho más pesadas.

Alternativas para reducir las chances de una caída

Desde la publicación del extenso informe Halcrow en 2009, en el que se describe la ladera del cerro Curruhuinca y se sugieren posibles acciones para minimizar los riesgos de la población asentada al pie de la montaña, se han desarrollado algunas medidas aisladas para mitigar la posibilidad de desastres naturales, como la sujeción de rocas con cables de acero y el encauce de vertientes.

La Municipalidad gestiona un crédito del BID ante la Dirección Nacional de Preinversión Municipal (Dinaprem) para definir y realizar metro a metro sobre toda la extensión de las urbanizaciones un sistema de obras que permita disminuir el nivel de peligrosidad y concluir “con la etapa de diagnóstico” de una vez, para avanzar concretamente en la elaboración de un plan integral.

En la carpeta hay pequeñas obras de drenajes y control de erosión del suelo producto del escurrimiento de agua de lluvia; azudes (pequeñas represas) de control y retención; muros de contención, gaviones y la colocación de barreras flexibles, redes, mallas metálicas y cables de acero con sus anclajes para prevenir el desprendimiento de rocas.

Además, se prevé realizar un censo exhaustivo.

archivo

Hace cinco años fue el antecedente

Alrededor de las 4:20 de la madrugada del 4 de junio de 2012, tres piedras de forma redondeada de entre 7 y 12 toneladas de peso cayeron por los faldeos ubicados frente al barrio Villa Paur, donde se encuentra el destacamento de la Policía caminera sobre la Ruta 40. En su derrotero, provocaron destrozos en un corralón de materiales y vehículos que estaban estacionados. Debido al horario, no hubo que lamentar otras pérdidas.

“Es tan desesperante la falta de lugares donde vivir que la gente se arriesga a sufrir estos peligros”.

Susana Mariqueo, vecina del barrio e integrante de Argentina Trabaja.

“Sé que hay peligro, pero no tengo miedo de quedarme, todo lo que tengo lo pagué con mi trabajo. Y además, ¿adónde me voy a ir?”.

Ana María Mena tiene su casa en la zona más elevada del Curruhuinca.

zona de riesgo

La base de la montaña es un asentamiento grande que surgió en la década del 70. Ocupa unas quince hectáreas de superficie.

El cerro Curruhuinca es una preocupación constante, nos tiene sobre ascuas. Entiendo la necesidad de una vivienda, pero hay que tener en cuenta las acciones desconsideradas sobre el resto de la gente”.

La intendenta Brunilda Rebolledo busca financiamiento para un plan de contingencia

Datos

Especialistas indican que los árboles frenan la caída pero no impiden el deslizamiento. Le restan energía cinética que adquiere por la gravedad.
5,5 metros
de largo, por 3,5 de ancho, por dos de espesor es el tamaño de la roca que se cayó en el patio de una casa del Vallejos.
“Es tan desesperante la falta de lugares donde vivir que la gente se arriesga a sufrir estos peligros”.
“Sé que hay peligro, pero no tengo miedo de quedarme, todo lo que tengo lo pagué con mi trabajo. Y además, ¿adónde me voy a ir?”.
La base de la montaña es un asentamiento grande que surgió en la década del 70. Ocupa unas quince hectáreas de superficie.

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios