2018: Murieron 34 personas más en la Ruta Nacional 22

Imprudencias al volante en una ruta colapsada, derivan en la estadística que estremece. Ayer se sumaron tres víctimas fatales. A más de 7 años del comienzo de los trabajos de ampliación, sólo se ejecutó el 38% de la obra. Testimonios de familias desarmadas por los trágicos hechos viales.

Redacción

Por Redacción

 

 

Producción y edición: Andrea Saldía y Marianela Vergara

Imprudencias al volante en una ruta colapsada, derivan en la estadística que estremece. A más de 7 años del comienzo de los trabajos de ampliación, sólo se ejecutó el 38% de la obra. Testimonios de familias desarmadas por los trágicos hechos viales.

 

“El auto que nos chocó se calcula que venía a 150 km/h. Habría mordido la banquina y se vino en diagonal hacia nosotros, no había posibilidades de zafar. Íbamos transitando a 60 km/h, Claudio se tira a la banquina, pero justo en esa parte hay unos pilotes.
No había escapatoria”.

Rocío Butin vivió uno de los siniestros viales más graves que ocurrieron en la Ruta Nacional 22. Se salvó, pero murieron sus dos hijos, su marido y su papá.

Pérdida de control del vehículo, mordedura de banquina y choque de frente. La fórmula que se replica en la dinámica de numerosos siniestros viales que acontecen en la Ruta 22. La imprudencia al volante se suma al colapso de la vía, que espera la concreción de la anunciada obra de ampliación hace más de 8 años. El saldo: 34 víctimas fatales en lo que va del 2018, que se suman a las 36 personas fallecidas en el 2017 y todas las que se lamentaron años anteriores.

“Es una trampa mortal”

Claudio y Rocío eran un matrimonio de estudiantes de Comunicación de la UNC, y el lunes tenían que estar en la Facultad de Roca. Un domingo, 10/10/10 salieron desde El Chocón temprano. “Normalmente viajábamos en colectivo porque no teníamos auto y mi papá se ofreció para llevarnos. Él manejó hasta Neuquén, pasamos a ver a mi hermana y se sumó mi sobrina, porque yo no quería que mi papá viajara solo a la vuelta. Ahí empezó a manejar Claudio (36)”. Siguieron viaje hacia Roca hasta que en el kilómetro 1185, el conductor de otro vehículo perdió el control y los chocó de frente.

Luego del tremendo impacto murió en el acto José María Butín (65) y a las horas Alberto García, que conducía el otro vehículo. A los tres días fallecieron Ian (10) y Uma Leiva (2) y dos madrugadas después Claudio Leiva (35).
Todos por traumatismo de cráneo.

 

“Cuando me dijeron que no había forma de revertir, doné los órganos. No había opción de vida para ninguno, elegí que sigan viviendo en otro”.

Rocío iba con cinturón. “Me fracturé el fémur y tuve un hematoma interno en la cara que me había quedado el maxilar cambiado, se me fue mucho tiempo después. Estuve internada en un instituto de salud Mental. Me habilitaron para trabajar casi tres años después del accidente”.

“Fue re complicado, la obra social me cubrió en parte. La mayoría de los familiares no tiene contención psicológica ni legal. En mi caso, somos 6 hermanos, ellos me sostuvieron. Y un montón de gente que me dio una mano”.

Paula, su sobrina, ya tiene 16 años y al día de hoy tiene vidrios en su cara.

“El fallecido es parte del iceberg. Hay cantidad de gente que queda con lesiones. Lo mío lo tomo como una discapacidad emocional”.

“Seguir adelante es una decisión. No es fácil, es una apuesta permanente. Siempre algo falta. Volví a empezar, pero igual hay cosas que vuelven. Es como el rating, es vivir el minuto a minuto y hacer mucho esfuerzo para estar bien”.

En el 2014 Rocío se volvió a casar y hoy tiene dos hijos, de 1 y 4 años. Sigue viajando a Roca en colectivo. “La ruta hoy está peor, con las modificaciones que están haciendo y no terminan”.

“No entendés hasta que no te pasa”

“Tocaba la sirena, yo escuchaba, no me imaginé que me iba a tocar a mí. Me llaman para decirme del accidente. Cuando llego ya había pasado todo”, recordó Carlos Torres, nacido en Chimpay. Con lágrimas en sus ojos rememora lo que ocurrió el 19 de agosto del 2012, en que un hecho vial le arrebató la vida de su hermano.

“Él había pasado por mi casa unos días antes. Se había comprado un terreno con la novia en la Ruta 22, ahí iban a vender artesanías y dulces. Tenía proyectos”, comentó Carlos, que aún no olvida la vitalidad del Javier Chagallo, que falleció a los 27 años en un siniestro en el kilómetro 1.069 de la vía nacional.

“Se recibe teniendo 23 años de profesor en Ciencias Políticas, en Bahía Blanca. Se vuelve a trabajar al pueblo. Había chicos de distintas edades, todos conocidos.

Hicieron un pacto. Cuando todos terminaran iban a ir en bici a la ermita de Chichinales. Él era el último. Según testigos y lo que se habló en el juicio, iba a 120 km/h, haciendo zigzag. Hasta que se ve que se va del todo fuera de la ruta y lo atropella. Lo arrastra 30 metros”, explicó.

Javier era colaborador en comedores de Bahía blanca, en donde lo recuerdan con una placa. En el colegio donde trabajaba le hicieron un monumento en homenaje.

“Trabajé muchos años en salud pública, lo veía desde afuera. Es otra cosa cuando te pasa, no volvés a ser la misma persona”, aseguró Carlos, quien después de lo ocurrido comenzó a trabajar por la seguridad vial y hoy es referente de Estrellas Amarillas Roca.

“No ha cambiado nada”

Pasaron 39 años, Guacolda Gutiérrez (54) perdió las esperanzas. “No ha cambiado nada, no hay justicia por mi padre tampoco para muchos otros”.

La mujer vive en Mainqué y con sus 15 años recién cumplidos tuvo que afrontar la pérdida de su papá un 28 de mayo de 1979.
“Él iba para su casa en bici, fue embestido por una camioneta desde atrás”.

El hecho fue de noche, luego de las 20. Francisco Esteban Gutiérrez tenía 35 años y era trabajador rural. “No tuve apoyo de nadie, no pude ni terminar de estudiar”, cuestionó la hija. “Ahora se ve lo mismo. Esas murallas que están haciendo, igual han pasado accidentes. Es mucho el riesgo todavía en la ruta”.

Una vida en cada estrella que ruega precaución

La pérdida de seres queridos en hechos viales es el punto de partida para la acción de Estrellas Amarillas, un movimiento conformado por familiares que trabajan voluntariamente por la seguridad. En Argentina hay unos 630 grupos, referentes locales explicaron el por qué de su tarea.

 

“La idea nuestra es llevar el mensaje de que se tiene que tomar conciencia por la vida de los demás. El que toma no tiene que conducir, los pasajeros tienen que usar el cinturón, siempre hay darle paso al peatón”, puntualizó una de las referentes de Estrellas Amarillas en Cipolletti, Ana Mirian Jara. Exigen además el uso de casco en motos, sillitas en el caso de los niños y la no utilización del celular al manejar.

Su par referente de la organización en Chimpay, Blanca Torres, insistió sobre “los conductores no respetan a la otra persona” y refirió a las campañas de concientización que llevan adelante en la Ruta. “Alcoholismo y droga es muy común”, cuestionó.

En ese sentido, desde el grupo roquense de Estrellas, Carlos Torres recordó que el proyecto de impulsar el alcohol cero “fue hace más de seis años solicitado al Congreso para que se implemente en el país” y remarcó que, si bien “todas las personas que pasan por esto se fortalecen con el acompañamiento”, muchas no cuentan con una contención psicológica luego de los hechos. Desde Estrellas Centenario, Viviana Huichaqueo coincidió en que

“Hay mucho abandono por parte del Estado y los municipios. Se pide que haya una contención y no hay”

38% de los choques lamentó víctimas

Durante el 2018, se lamentaron 34 víctimas fatales y más de 50 heridos en accidentes que ocurrieron en prácticamente todas las ciudades que atraviesa la vía nacional.

Según se desprende de un relevamiento realizado por el diario “Río Negro”, el 38% de los hechos viales registró fallecidos y gran parte de los impactos fueron de frente.

Los meses con mayor cantidad de siniestros fueron enero (10), marzo (10) y julio (7). Entre los vehículos involucrados en los distintos hechos se observa mayoría de autos, en segundo lugar camionetas y en tercero motos.

 

 

 

Producción y edición: Andrea Saldía y Marianela Vergara


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