A mi madre

Se libera el ángel cuando el ser cansado acepta su estado y al final se duerme con la sed paciente que lo tuvo atado.

Rey de mil batallas, guerrero divino con las cicatrices que marcan el alma desde que era un niño. Se libera el ángel, y en el remolino se acerca a su cielo, librándose al fin de su propio encierro. Una bella flor, algo de ese sol quemando en el suelo sus propias heridas.

Aquél que no amó no podrá entenderlo, no existe en la vida más profundo acto de sellar un pacto nacido en un parto que me dio la vida.

Si el ángel alado se libera al cielo esto que yo siento no puede atraparlo y el dolor que queda no vale siquiera opacar el brillo de tanta proeza.

Roberto Savasta

DNI 14.251.572


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