Alas de Colibrí, sentimiento a flor de piel

Público de pie para retribuir la efectividad del mensaje transmitido por el grupo de danza contemporánea Alas de Colibrí. Una invitación a la reflexión a través del movimiento como lenguaje.

ESPECTÁCULOS

TERESITA MÉNDEZ

teremendez@live.com.ar

“Yo elijo amar”. El secreto dicho al oído traspone los límites del escenario e inunda la colmada sala del Teatro La Baita. De boca en boca, obedeciendo al pedido: pasalo. Mensaje que los integrantes del grupo de danza contemporánea Alas de Colibrí supieron transmitir mucho antes de verbalizarlo. Dice María Fux, creadora del método de Danzaterapia, que el movimiento nos pertenece a todos; basta un dedo que nos mire para encontrar un espejo que nos transforme.

Desde que el telón corriera para descubrir geométricas figuras de tela destacándose en el azul contagiado por las luminarias, un auditorio predispuesto comenzó a transitar un camino pleno de emociones. Guiado por alumnos de Cre Arte, cada espectador tuvo oportunidad de encontrar reflejo donde hallarse.

Laila Sepúlveda, Marita Volpe, Marisa Antimilla, Marcelo Arias, Marcelo Rehbein, Diego Valdebenito, Federico Zapata, Nicolás Carnevale y Gala Altieri Quiroga son quienes contagian la idea de que “Es tiempo… de amar” a través de la realización grupal.

Con puesta y dirección coreográfica de la docente Gabriela Panisello, el espectáculo descansa y refuerza su espíritu en las imágenes proyectadas y en la música, cuyo montaje estuvo a cargo de Bruno Alberstein. Detallista, la utilería fue responsabilidad de Virginia Debita mientras que el vestuario fue íntegramente confeccionado en el taller institucional a cargo de la profesora Paula Bustos.

La música aporta acuosos sonidos que trasmutan en pulsaciones mientras aquellas inmóviles estructuras blandas adquieren movimiento y dejan adivinar la figura humana que asoma en brazos y manos. Mientras los cuerpos manifiestan su vitalidad con desplazamiento, pájaros acompañan desde la pantalla adivinándose su vuelo en un ocre atardecer.

Silencio. El nuevo día introduce a la danza con reminiscencia tribal, hombres blandiendo palos y mujeres que lavan o pescan. La danza como energía en movimiento. El fuego.

Y el agua, que arriba como gota que dibuja desde las imágenes proyectadas y desde el solo de Marisa Antimilla que transmite emociones con olas, ríos y cataratas referenciadas no más que con abanicos extendidos en telas en degradé de azules a rojos.

Y el agua proyectada adquiere color con tintes azul, amarillo y violeta mientras una niña aporta multiplicidad de tonos invitando al juego, a integrar una ronda o a tomar una de las multicolores cintas que convocan a unirse al giro del paraguas-calesita. Lenguaje del sentimiento.

Una pareja danza unida por telas blancas que abrazan y alejan, unen y separan. Una flor ofrecida como prenda de amor acompañada por la variación sonora de preponderancias rítmicas a melodía. Plasticidad y belleza.

La referencia a la velocidad impuesta a la vida cotidiana, al individualismo y el consumo en el paso rápido de los bailarines que gestualmente remiten al uso de teléfonos y frenética escritura en teclados sin reparar en compañías de pares. Pero un solitario observa, desarma lo que parece una valija y navega sobre la improvisada tabla de salvación. Su gesto es imitado por quienes no reparaban en nadie utilizando el mismo implemento.

Ruido ensordecedor que aturde. Búsqueda de protección. Sonido metálico, destellos, confusión. ¿Alas?

La música que remite a sostenidos acordes provenientes de un órgano acompaña la aparición de un enmascarado con capa negra que va deteniéndose ante cada una de las figuras humanas ocultas tras velos blancos. Lamento sonoro y cuerpos dispuestos a huir aunque optan por la inmovilidad.

Ahora sí, alas doradas y otras pródigas en colores. El retorno a la alegría y esperanza que trasciende el escenario cuando, mezclándose entre el público, los portadores del mensaje acercan sus labios al oído para repicar: yo elijo amar, pasalo…

Y cada uno lo comparte. Comunión que preludia el agradecimiento con aplausos de pie.

Vía de expresión de la creatividad a través del cuerpo, la danza contagió sentimientos.

DeBariloche


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