Análisis: La Argentina, ante una transición extensa y compleja

Tiene una dura tarea en las próximas horas, en paralelo a la de una nueva e improbable campaña electoral. Y es garantizar la gobernabilidad.

La perspectiva de un triunfo peronista/kichnerista en primera vuelta abre a partir de hoy y hasta diciembre una transición larga y compleja. Es un territorio sólo explorado en la Argentina durante la entrega anticipada del poder entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem, en un contexto de crisis económica e hiperinflación.

El gobierno tiene una dura tarea en las próximas horas, en paralelo a la de una nueva e improbable campaña electoral. Y es garantizar la gobernabilidad. Los resultados de ayer impactarán sin duda en los mercados financieros y su principal termómetro será el tipo de cambio. El Banco Central podría verse obligado a usar finalmente la artillería pacientemente acumulada para evitar que el dólar se dispare ante un eventual corrida cambiaria. El gobierno deberá atender además la reacción del frente externo. La Argentina ha recibido en el último año un contundente respaldo de un mundo que atraviesa por sus propias turbulencias. La garantía de ese apoyo ha sido Mauricio Macri, algo que el presidente recuerda de tanto en tanto en privado. De repetirse los resultados de ayer en octubre, esa garantía ya no estará.

Cómo se desarrolle esa transición también debería ser una preocupación central para Alberto Fernández, quien todo indica será uno de sus protagonistas. Fernández es un hombre de vasta experiencia de gobierno, con probados vínculos el establishment local y alcance a sectores de poder de los Estados Unidos, de donde ha surgido el principal apoyo al gobierno. Macri pidió en su intervención de anoche “dar un mensaje al mundo para que puedan ayudarnos”. El destinatario no es otro que Alberto Fernández.

Posiblemente escuchemos un discurso de moderación en el exjefe de gabinete. Tendrá sin embargo que atender a los equilibrios interno dentro del Frente de Todos y a la gravitación de los sectores más radicalizados. Y fundamentalmente a Cristina Kirchner, la jefa de espacio. El aplastante triunfo de ayer le presenta a Fernández una oportunidad para edificar un liderazgo que aún no ha sido probado.

La jugada de la doctora Kirchner se reveló exitosa. Su paso al costado fue decisivo para el regreso de los sectores que habían desconocido su liderazgo y facilitó la unidad del peronismo. La expresidenta es sin duda una de las grandes ganadoras de la jornada de ayer.

El triunfo del kirhnerismo puede no haber sorprendido. Sí en cambio su contundencia si se consideran las estimaciones de las encuestas de las últimas semanas, que mostraban unánimemente paridad. Algunas incluso daban el viernes una ventaja, aunque ligera, para Macri, lo que provocó una euforia inexplicable en los mercados, que, hay que decir, nunca tuvieron una precisa percepción de los acontecimientos políticos a lo largo de la historia. El voto de ayer fue un fenómeno no advertido, otro más, por esas mediciones.

Las razones del voto contrariamente, no son difíciles de rastrear. La derrota de Macri representa un castigo y una dura respuesta a su manejo de la economía. El gobierno no ha conseguido sacar a la Argentina del pantano en el que ingresó desde la crisis de abril de 2018, días en los que el gobierno caminó por una cuerda floja. La actividad nunca dio señales reales de recuperación. Con la excepción del campo, que superó la sequía del año pasado, todos los sectores permanecían estancados en las últimas mediciones. El empleo superó los dos dígitos. En un contexto de recesión inducida con pocos antecedentes, la inflación no ha dado tregua. La pobreza volvió a empinarse. Un laberinto del que Macri no ha conseguido salir.

Sectores del gobierno se esperanzaban en las primeras horas del tarde de ayer en torcer ese rumbo. Su principal objetivo era captar al electorado que no votó ayer, una porción no despreciable. En 2015 fueron alrededor dos millones de votos, que le permitieron acortar a 3 puntos la distancia con Scioli en la elección general. El trampolín para el triunfo de Macri en el balotaje. Hoy parece sin embargo un desafío imposible. El presidente parecía anoche tener plena conciencia de eso. Fue un hombre derrotado, su primera derrota desde el lejano 2004 en la Ciudad. Su única tarea por delante es administrar la transición.

Cuatro meses separan las elecciones de ayer de la transmisión del poder, con una nueva elección de por medio. Es fruto de una excentricidad del sistema electoral en la Argentina. Las urnas ya han hablado.


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