Análisis: Saiz un radical típico, un radical práctico

No fue un gobernador de excesos verbales. Fue un gobernador de pensamiento muy sencillo, más bien práctico.

Miguel Saiz fue un hombre de una vocación política muy dosificada. Toda su idiosincrasia, su modo de pensar, su estructura ideológica, engarzaban perfectamente en el radicalismo.

Era hijo de una clase media. Había nacido en Montevideo, con posibilidades de estudiar. Vivió en una Argentina de fuerte movilidad social. Amó profundamente a Río Negro, a Roca y al Deportivo Roca.

Su gestión como gobernador fue bajo el signo de un radicalismo que ya venía gobernando Río Negro desde 1983, con dirigentes de perfiles muy fuertes: Horacio Massacessi y Pablo Verani, del cual Saiz fue una de sus primeras espadas.

No necesariamente fue valorado por Verani, quién llegó a decir con ironía que Saiz había sido «un buen intendente de Viedma».

Su paso por la gobernación fue más resultado de una determinación de Verani de elegir a un hombre de Roca como candidato al radicalismo, que de una evolución de su poder interno.

Ya en el primer gobierno y después de derrotar a Carlos Soria por aproximadamente 3.500 votos, Saiz se insinuó rápidamente a favor de la transversalidad del gobierno que alentaba Néstor Kirchner para sostener su poder y ampliar la base de sustento de su gobierno. Una base que comprendía al peronismo, y al kirchenirsmo, que se iba corporizando como una fuerza muy propia dentro del peronismo y una base que, a juzgar del expresidente, necesitaba ampliarse con partidos provinciales y radicales.

Los radicales rionegrinos ya se veían sin partido a nivel nacional. Saiz intuyó -y sus correligionarios lo acompañaron- que el camino para tener gobernable la provincia era la ayuda nacional y que eso implicaba la transversalidad hacia el kirchenerismo, desde una identidad radical fuerte a escala provincial, pero en el marco de una identidad radical muy débil a escala nacional.

Saiz fue un buen hombre en el trato personal. No fue un gobernador de excesos verbales. Fue un gobernador de pensamiento muy sencillo, más bien práctico. No tenía una gran ductilidad y facilidad de palabras, pero hay razones para creer que fue un hombre prudente o al menos cuidadoso.

Un cuidado impuesto por sus propias limitaciones intelectuales, sus propios condicionamientos como poder del partido, y sus propias limitaciones para manejar una provincia compleja como Río Negro.

De todas maneras, ha dejado su huella en la provincia de Río Negro, que si bien no será una fuente muy profunda, será un paso nada más y nada menos signado por ocho años en el gobierno de una provincia difícil de gobernar pero interesante, muy interesante, como Estado.


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