Aplanar la curva

La expansión del coronavirus tiene en vilo al planeta y la gravedad de la situación generó un afortunado cambio de actitud en el gobierno, que tras una subestimación inicial tomó con celeridad medidas preventivas para moderar una pandemia que nos afectará, al menos en lo económico. Las decisiones colectivas e individuales definirán el impacto de sus efectos entre la población.

La Organización Mundial de la Salud ya declaró la pandemia y señaló que el epicentro se trasladó desde China y el resto de Asia, donde hay signos de contención, hacia Europa, donde el contagio alcanza mayor virulencia. Nuestras estrechas relaciones con ese continente obligaron al gobierno nacional a adoptar medidas que pueden parecer exageradas pero son la única forma de ganar tiempo ante la inevitable extensión del virus en nuestra sociedad. La incógnita es ahora a qué velocidad lo hará, cómo impactará en la gente más vulnerable (adultos mayores y personas con padecimientos preexistentes) y qué efectos tendrá en nuestro castigado sistema sanitario.

Como ya señaló este diario, es tan peligroso banalizar el mal como la psicosis colectiva. Y el gobierno parece haber encontrado gradualmente el tono para centrarse en la fase de contención, después de los errores iniciales, como subestimar la llegada por factores estacionales y dichos desafortunados de funcionarios, incluido el presidente. Para ello fue clave correr del centro de la escena al ministro Ginés González García y darle protagonismo a la secretaria de Acceso a la Salud, Claudia Vizzotti, experta en infectología y epidemiología, quien comunicó en forma clara y didáctica una batería de medidas para evitar que la enfermedad, hasta ahora con solo casos “importados” o de quienes tuvieron estrecho contacto con viajeros, pase rápidamente a la siguiente fase: la circulación interna del virus.

Controlar vuelos y la circulación de personas, cuarentenas obligatorias, evitar aglomeraciones innecesarias de gente en sitios públicos y privados cerrados, proteger a personas frágiles, higienizar espacios y promover la distancia social fueron consideradas medidas adecuadas por la mayoría de los especialistas. Persiste el debate sobre la continuidad del ciclo escolar, pero por ahora faltan razones poderosas para una suspensión de clases, siempre que los establecimientos ofrezcan garantías sanitarias óptimas y se cumpla un protocolo.

A la unificación del discurso oficial se añadió otro dato positivo: la coordinación entre distintos niveles estatales (nacional, provincial y municipal), incluso de signo político opuesto. Ante la emergencia sanitaria, no hay “grieta” posible, más allá de críticas puntuales. Una comunicación pública responsable a todo nivel es imprescindible para evitar el pánico innecesario y actitudes irracionales que han llevado, por ejemplo, a la escasez de alcohol en gel o lavandina.

Los medios tenemos también la obligación de colocar en su verdadera dimensión el tema y difundir información basada en evidencia científica, evitando fomentar el alarmismo y la superstición.

Contamos con el beneficio de la experiencia de otros países. Ya se sabe que es un virus de baja letalidad, pero mucho más contagioso y peligroso que la gripe, por la falta de vacunas y de defensas entre la población. Desatado, podría hacer estragos en personas vulnerables y colapsar los sistemas de salud. Los expertos señalan que es clave ganar tiempo para que la curva de infección, en vez de ser un pico agudo de muchos infectados en pocos días, se aplane hacia una “meseta” extendida en varias semanas, que permita una respuesta sanitaria adecuada.

Corea del Sur y Taiwán han sido los más eficaces en esto. Combinaron tecnología (en vez de atestar guardias y colapsar teléfonos de emergencias usaron aplicaciones móviles y testeos masivos a domicilio), la utilización planificada de recursos estatales y la trasparencia informativa con un estricto distanciamiento social, cuarentenas vigiladas y una población disciplinada ante cada medida de la autoridad.

La participación informada y responsable de la población parece funcionar mejor que las amenazas de acciones penales y la coerción para moderar la virulencia de esta pandemia.


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