Aquel otro “cacerolazo”
Por la potencia y fuerza que la caracterizó. Por la radicalidad de algunas de las consignas que se alentaron durante su desarrollo. E incluso por la vertiginosidad con que se desplegó y todo lo que arrasó a su paso, la crisis socioeconómica y política que jaqueó a la Argentina en el 2001 y que tuvo –sangre y muerte mediante– su epicentro terminante en diciembre es un proceso que sigue siendo intensamente investigado por la historia. Más de 90 libros, 300 ensayos y cientos de artículos son testimonio de ese interés. Publicamos aquí dos reflexiones sobre aquel diciembre. • En “El sentido de lo político en las movilizaciones populares” (*) –una de las exploraciones más interesantes publicadas en relación con la crisis del 2001– Ariel Wilkis y Gabriel Vommaro califican a los cacerolazos de aquellos días de “punta de lanza de la protesta social”. Y destacan: “Lejos de ser una categoría sociológica clara y homogénea, los hombres y mujeres (auto) denominados clase media han dibujado en sus trayectorias de movilidad social el mapa que todavía requiere una nueva cartografía. Polarizada cada vez más entre aquellos que han reconvertido su capital cultural, social y económico y de esa forma se han podido adecuar a la transformación capitalista de la última década –los 90– y los sectores mayoritarios, que de manera paulatina sufrieron pérdida de valor de cada una de estas formas de capital, la clase media aparece en la protesta, recompone sus límites imprecisos y se devuelve en ella una imagen de unidad que sólo un consenso inmediato hace posible. La ola de protestas permitió recobrar en la acción la sensación de interdependencia que en la cotidianidad se había perdido. El decreto que estableció el corralito se sobreimprimió a la acumulación de expoliaciones materiales y simbólicas que fueron rompiendo las esperanzas, estimas de sí y proyectos de sectores medios”. • Mónica Gordillo, doctora en Historia y que en su haber profesional tiene rigurosas investigaciones sobre las transformaciones socioeconómicas de Córdoba que se expresaron políticamente en los 60/ 70, publicó recientemente “Piquetes y cacerolas. El ‘argentinazo’ del 2001”. Opina que la movilización social que se expandió en términos uniformemente acelerados a lo largo de diciembre de aquel año “significó algo más que el rechazo coyuntural a los gobiernos de turno. Se trató de formas de ejercicio ciudadano que remontaban a la construcción de injusticias varias tejidas a lo largo de toda la década previa y que encontraron en el escenario crítico del 2001 el detonante y la oportunidad de ser unidas en una trama de sentidos, diversos y polifónicos pero, al parecer, con un destinatario común: los poderes nacionales y locales aun cuando las acciones no se concentraran en todos los casos en las plazas, símbolos de la manifestación ciudadana. Es decir, también en los espacios marginales de la protesta, en acciones que parecían adoptar sus formas más primitivas y elementales, podían encontrarse cuestionamientos a un orden político que parecía haber tocado fondo. Una observación que parece obvia, entonces, es que el ‘argentinazo’ no tuvo una sola cara ni un solo formato. Lo que no resulta tan obvio –sin embargo– es señalar que habría sido la puesta en escena de variadas formas de lucha aprendidas y conformadas en distintos momentos, cuya comprensión requiere de la reconstrucción histórica”. (*) El trabajo de Wilkis y Vommaro integra “La atmósfera incandescente. Escritos políticos sobre la Argentina movilizada”, editado por Trabajo y Sociedad
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