“Argentina: ethnos y genos”

La cultura europea que arribó al continente americano inaugurando la Edad Moderna se corresponde con el concepto y el sentido de progreso. Todo progreso ha sido universalmente traumático en tanto portador de cambios que modifican intrínsecamente un “status”. El llamado progreso, con sus categorías no exentas de crueldades e injusticias, es connatural de la especie humana. Allí donde el progreso ha irrumpido con la forma de la guerra, del idioma, de la tecnología, de la religión, de la economía, es decir de la cultura, ha tenido lugar un determinismo a modo de “paradigma” que ha significado la modificación del “status” existente, una absorción del pueblo mas débil y su integración a las condiciones dominantes como constata la ciencia en la realidad universal y revela la historia del humano quehacer. Los habitantes naturales de esta parte del mundo han experimentado tal proceso y sucesiva e invariablemente somos todos sujetos y objetos de esa constante metamorfosis. Esos pueblos, sí preexistentes, mal llamados “originarios”, impusieron oportunamente las mismas condiciones de sujeción a sus propios “preexistentes”. La palabra “mapuche” (voz araucana de origen trasandino) es un gentilicio de reciente y sospechoso cuño (bandera falsa) inexistente en la gramática que designa las etnias nativas; forzados a desentrañar su entidad sería útil para designar un crisol étnico y genético propio; en tanto argentinos, “gente de esta tierra”. Así, el Instituto etnográfico nacional infiere la casi inexistencia de grupos étnico-raciales “puros”, evidenciando la formidable mixtura que ha tenido lugar en la Argentina, hoy mayoritariamente “criolla,” es decir simbiosis genética de sangre europea y nativa. Los persistentes reclamos “mapuches” por “derechos de propiedad” sobre parte de la geografía argentina (Patagonia) integran un programa, una operación que busca –como en otras latitudes– modificar el “status” geográfico en nombre de intereses dominantes más o menos conocidos. La Nación Argentina es la única detentataria del derecho sobre su patrimonio territorial y ante el mismo y su ley “somos todos iguales”, incluidos los descendientes de los pueblos “preexistentes”, con los que compartimos las certezas del pasado, del presente y del futuro. Ratifica lo expuesto el hecho incontrastable de que “nuestros hermanos los indios” –parafraseando al general San Martín– han hecho un buen uso del derecho que a todos nos asiste, sirviendo al país por sucesivas generaciones en incontables profesiones, empleos, oficios y labores desde las magistraturas más encumbradas a las más humildes tareas, construyendo su vida profesional, económica y familiar y aportando a la cultura de la común nación. Las usinas del proceso global, que alientan la síntesis del poder planetario y la consolidación de un Estado homogéneo universal, emplean no pocos recursos en la creación de controversias nefastas al interior de los pueblos utilizando compañeros de ruta, idiotas útiles y antiguas tácticas orientales, moviendo insidiosamente las piezas de un conocido ajedrez, manipulando los periplos europeos especialmente londinenses de “representantes” y “lonkos” inventados, con cuya complicidad atizan los fuegos destructivos que quieren encender, explotando conocidas facetas de la condición humana (ignorancia, ambición, resentimiento, deslealtad, estupidez, etc.); graves y recientes sucesos (incendios, homicidios, sabotajes y otros) dan cuenta de la ejecución de un programa en desarrollo, inmerso en la dinámica de acontecimientos globales audaces, sorpresivos y sorprendentes. Frente a tan evidente agresión orientada a la fractura territorial, al silencio de los niveles responsables en la nación y las provincias, sus legislaturas y magistraturas, sirva ésta como introducción a los grandes y ausentes temas de la política nacional que –como el presente– son llamativamente silenciados, en la atmósfera enrarecida del poder público y el extravío falaz y demagógico de una partidocracia torpe, errática y decadente. Juan Manuel Castañeda, DNI 8.216.126 Las Grutas

Juan Manuel Castañeda, DNI 8.216.126 Las Grutas


La cultura europea que arribó al continente americano inaugurando la Edad Moderna se corresponde con el concepto y el sentido de progreso. Todo progreso ha sido universalmente traumático en tanto portador de cambios que modifican intrínsecamente un “status”. El llamado progreso, con sus categorías no exentas de crueldades e injusticias, es connatural de la especie humana. Allí donde el progreso ha irrumpido con la forma de la guerra, del idioma, de la tecnología, de la religión, de la economía, es decir de la cultura, ha tenido lugar un determinismo a modo de “paradigma” que ha significado la modificación del “status” existente, una absorción del pueblo mas débil y su integración a las condiciones dominantes como constata la ciencia en la realidad universal y revela la historia del humano quehacer. Los habitantes naturales de esta parte del mundo han experimentado tal proceso y sucesiva e invariablemente somos todos sujetos y objetos de esa constante metamorfosis. Esos pueblos, sí preexistentes, mal llamados “originarios”, impusieron oportunamente las mismas condiciones de sujeción a sus propios “preexistentes”. La palabra “mapuche” (voz araucana de origen trasandino) es un gentilicio de reciente y sospechoso cuño (bandera falsa) inexistente en la gramática que designa las etnias nativas; forzados a desentrañar su entidad sería útil para designar un crisol étnico y genético propio; en tanto argentinos, “gente de esta tierra”. Así, el Instituto etnográfico nacional infiere la casi inexistencia de grupos étnico-raciales “puros”, evidenciando la formidable mixtura que ha tenido lugar en la Argentina, hoy mayoritariamente “criolla,” es decir simbiosis genética de sangre europea y nativa. Los persistentes reclamos “mapuches” por “derechos de propiedad” sobre parte de la geografía argentina (Patagonia) integran un programa, una operación que busca –como en otras latitudes– modificar el “status” geográfico en nombre de intereses dominantes más o menos conocidos. La Nación Argentina es la única detentataria del derecho sobre su patrimonio territorial y ante el mismo y su ley “somos todos iguales”, incluidos los descendientes de los pueblos “preexistentes”, con los que compartimos las certezas del pasado, del presente y del futuro. Ratifica lo expuesto el hecho incontrastable de que “nuestros hermanos los indios” –parafraseando al general San Martín– han hecho un buen uso del derecho que a todos nos asiste, sirviendo al país por sucesivas generaciones en incontables profesiones, empleos, oficios y labores desde las magistraturas más encumbradas a las más humildes tareas, construyendo su vida profesional, económica y familiar y aportando a la cultura de la común nación. Las usinas del proceso global, que alientan la síntesis del poder planetario y la consolidación de un Estado homogéneo universal, emplean no pocos recursos en la creación de controversias nefastas al interior de los pueblos utilizando compañeros de ruta, idiotas útiles y antiguas tácticas orientales, moviendo insidiosamente las piezas de un conocido ajedrez, manipulando los periplos europeos especialmente londinenses de “representantes” y “lonkos” inventados, con cuya complicidad atizan los fuegos destructivos que quieren encender, explotando conocidas facetas de la condición humana (ignorancia, ambición, resentimiento, deslealtad, estupidez, etc.); graves y recientes sucesos (incendios, homicidios, sabotajes y otros) dan cuenta de la ejecución de un programa en desarrollo, inmerso en la dinámica de acontecimientos globales audaces, sorpresivos y sorprendentes. Frente a tan evidente agresión orientada a la fractura territorial, al silencio de los niveles responsables en la nación y las provincias, sus legislaturas y magistraturas, sirva ésta como introducción a los grandes y ausentes temas de la política nacional que –como el presente– son llamativamente silenciados, en la atmósfera enrarecida del poder público y el extravío falaz y demagógico de una partidocracia torpe, errática y decadente. Juan Manuel Castañeda, DNI 8.216.126 Las Grutas

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