Argentina se sacó la lotería… pero invirtió mal

Economía

Hace unos años, una amiga que trabajaba en una empresa ganó junto a unos diez compañeros el premio grande de Navidad de la Lotería Nacional. A cada uno le quedaron, a valores de hoy, unos 400.000 pesos aproximadamente. Pasado el momento de la lógica alegría, surgió el gran problema: ¿qué hacer con la plata? El tema no es menor, porque lo que a uno le puede cambiar la vida, para bien o para mal, no es sacarse la lotería, sino lo que finalmente haga con la plata.

Creo que mi amiga tomó una muy buena decisión. Con lo que sacó y algo que tenía ahorrado compró una casita que luego pudo poner en alquiler. Algunos de sus compañeros hicieron algo parecido. Pero otros no. Por ejemplo, uno de ellos, de condición económica más modesta que mi amiga, destinó la mayor parte del botín a la compra de un auto cero kilómetro. A simple vista, pareciera que hubieran hecho más o menos lo mismo. Pero hay una diferencia sustancial entre una cosa y otra: mi amiga usó la plata para mejorar ingresos, mientras que su compañero la usó para… ¡aumentar sus gastos!

Finalmente, a mi amiga no le cambió casi nada la vida. Siguió trabajando como siempre, pero algo más aliviada, porque hoy cuenta con un ingreso extra por el alquiler de la casita. No ocurrió lo mismo con su compañero. A él sí que le cambió la vida: auto nuevo y seguramente algún otro gusto con el remanente. Pero claro, eso no podía durar mucho tiempo porque sus ingresos siguieron siendo los mismos de antes pero sus gastos aumentaron: el auto requiere mantenimiento, patente, seguro, etcétera. Uno ya puede imaginarse cómo terminó esta historia. Peso más, peso menos, diríamos que el compañero de mi amiga está en la misma situación que antes de sacarse la lotería.

El mundo está lleno de peores historias que ésta. Basta con googlear algo al respecto. Pero la historia viene a cuento de lo que hizo Argentina con el excedente de la soja a partir del 2005, cuando su precio trepó hasta rozar los 600 dólares la tonelada, lo que realmente fue como sacarse la lotería.

A Noruega le pasó algo parecido con el petróleo. ¿Y qué hicieron ellos? Bueno… son noruegos. En principio, sus ciudadanos siguieron pagando la nafta a precio internacional (es decir que por este lado no les cambió nada la vida). Pero con el excedente sus gobernantes crearon el fondo soberano más grande del mundo adquiriendo acciones de más de 9.000 empresas de distintos países, con lo cual se puede decir que han asegurado un cierto bienestar a gran parte de sus futuras generaciones aunque se les termine el petróleo.

Lamentablemente, en Argentina no hicimos lo mismo. Es más, se hizo todo lo contrario de lo que indicaría la racionalidad. Yo diría que a los noruegos ni siquiera se les pasó por la cabeza hacer algo parecido.

Veamos un ranking, de lo mejor a lo peor, de lo que se podría haber hecho con el premio: 1) hacer como los noruegos, guardarlo para enfrentar períodos de vacas flacas; 2) invertirlo en infraestructura básica para el desarrollo, como rutas, puertos o energía -estos gastos, además, tienen la particularidad de que son por única vez, no generan compromisos futuros más allá del lógico mantenimiento de las obras-; 3) dejarlo en manos de los agricultores, no cobrarles las retenciones -probablemente una parte de este excedente se hubiera ido en gastos superfluos, pero una gran porción estaría en ahorro y hoy permitiría enfrentar la situación adversa, al menos en ese sector-; 4) quemar literalmente el excedente (esta alternativa la pongo al solo efecto de mostrar que, con lo loca que pueda parecer, es aún mejor que la que sigue); 5) gastar alegremente la plata en nuevos empleos públicos, estatizando empresas deficitarias (Aerolíneas, Ferrocarriles, YPF…) y hasta el fútbol, construyendo monumentos, rotondas e iluminación de accesos y otorgando jubilaciones sin aportes, etcétera. Bueno, creo que es obvio que esta alternativa fue la que tomamos en Argentina.

La gran diferencia entre esta última opción y todas las demás es que ésta generó obligaciones a futuro que ahora, cuando se acabó la plata del premio, serán imposibles de pagar, lo cual nos lleva de cabeza a una nueva crisis de financiamiento del sector público que, en mi opinión, es inédita porque va a ser más grave que todas las anteriores vividas. ¿Por qué? Por la simple razón de que antes teníamos problemas cuando el gasto público tocaba el 30% del PBI. Bueno, hoy, por el uso que hemos hecho del premio de la soja, lo llevamos a cerca del 50% (46% según el Monitor Fiscal 2014, del FMI) y con gastos corrientes (principalmente sueldos). ¿Cómo vamos a hacer para ajustar esto? Algunos dirán que, al igual que se hizo antes, con una devaluación. Yo diría que ese paliativo (ya que también es temporal) se pudo hacer cuando estábamos cerca de aquel 30%. Pero ¿cómo vamos a hacer ahora, que es casi la mitad del PBI? ¿Quién les va a decir a los que ingresaron masivamente al gasto público en los últimos 12 años que todo fue un error, que no hay plata para pagarles? Por más vueltas que le demos, el 50% del país no puede mantener al 100%.

Lamentablemente, creo que estamos en camino de ser una nueva Grecia.

Rolando Citarella

Economista

Rolando Citarella


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