¿Horizontal o vertical?

Lorenzetti insistió en la necesidad de alcanzar acuerdos para solucionar problemas de la gente.

Redacción

Por Redacción

arnaldo paganetti arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

Abre con energía la puerta de su despacho y, con voz firme, ordena: “Al doctor (Ricardo) Gil Lavedra no le han servido café”. Con gran parte de la oposición está cocinando leyes para neutralizar en el Parlamento el poder K. Algunas de ellas, las referidas al acceso de la información pública y a la publicidad oficial, tienen el sello jurídico del dirigente de la UCR. “Si hay que corregir algo o tocar una coma, vayan y consulten a Gil Lavedra”, instruye después a sus colaboradores en presencia del periodista de “Río Negro”. La diputada Graciela Camaño, emblema del núcleo duro de los disidentes justicialistas que exhalan odio hacia todo lo que esté asociado al matrimonio K –“No son peronistas. Con ellos están los montoneros devenidos en kirchneristas, que hicieron alianzas con los radicales y en algún momento repudiaron al peronismo”, castiga–, aglutina en el Congreso las fuerzas hoy empeñadas en atenuar el presidencialismo y en “no ser funcionales” a Cristina y Néstor. Camaño, esposa del sindicalista Luis Barrionuevo, también construye por afuera de la sede legislativa, junto con Eduardo Duhalde, uno de los precandidatos del sector, que esta semana sufrió el desaire de Francisco de Narváez (a esta altura decidido a luchar por la gobernación bonaerense) y de potenciales competidores: Mario Das Neves, Alberto Rodríguez Saá y Felipe Solá. Estos cuatro exponentes críticos de los Kirchner no aceptan la jefatura de Duhalde. Es más, en aras de sus propias ambiciones y aprovechándose de la mala imagen electoral de quien fuera piloto de tormentas en el 2001, lo quieren ubicar como “armador”. Esto es, como factor de aglutinación de voluntades detrás de sus respectivas ambiciones. Duhalde se quejó de que lo hayan marginado de una cumbre la semana pasada. “Yo voy a ser candidato porque he decidido serlo. Sólo si me ganan en la interna dejaré de serlo”, sentenció haciendo visibles las dificultades que tiene su sector para consolidar un liderazgo, esencial en un movimiento en el que sobresale el culto a la personalidad. Camaño rechaza las objeciones que plantea este cronista: “Muchos nombres de relieve –dice– potenciarán al peronismo no K y el que gane la puja seguro será el futuro presidente”. Sin embargo, la diputada no convence en forma absoluta. De Narváez, Solá, Das Neves y Rodríguez Saá no abjuran de sus pretensiones, a sabiendas de que les siguen dando “changüí” a los Kirchner, porque ellos mandan de manera férrea, con una economía floreciente y son dadivosos a la hora del reparto de obras y subsidios. ¿La competencia será dentro del PJ? La respuesta se dilata. Pese a que Das Neves y De Narváez dicen estar en condiciones de destronar a Kirchner bajo el techo paterno, Graciela Camaño ensaya un amague. Empero, al hacer una caracterización de la situación desnuda la posición de los más intransigentes: “Hay que analizarlo muy bien, porque si el aparato partidario nacional está en manos de Kirchner y el de la provincia de Buenos Aires en las de (Hugo) Moyano, serán ellos los que establecerán las reglas de juego, las alianzas, las juntas electorales, etcétera, etcétera”. El secretario general de la CGT le otorga fuerza al gobierno. Es una pieza clave en la estructura kirchnerista, aunque sus últimos movimientos autónomos se toparon con resistencias en la Rosada. Cristina, que busca ubicar al diario “Clarín” como el principal partido político de la oposición, no acepta seguir perdiendo adeptos en la clase media y observa que los desbordes de Moyano –planifica un acto en la cancha de River y emite señales de reedición de experiencias gremiales protagonizadas en el pasado por Augusto Vandor y Lorenzo Miguel– podrían espantar a quien se quiere reconquistar para alcanzar un triunfo en primera vuelta. Es evidente que en el peronismo, como están dadas las cosas hoy, Kirchner lleva gran ventaja a sus desafiantes. Éstos no saben quién maneja su colectivo y, para colmo, están subordinados al suspenso creado –adrede o no, nunca se sabrá– por el ex piloto de Fórmula 1 y hoy senador Carlos Reutemann. En el Parlamento, en la Justicia y en el campo empresario –sus principales cabezas tensaron, sin romper, la cuerda con los Kirchner– hay actitudes decididas tendientes a limitar los avances del Ejecutivo. Ricardo Lorenzetti, titular de la Corte Suprema, pidió acuerdos y soluciones a los problemas de los jubilados, de los afectados por el flagelo de la inseguridad, la falta de empleos y viviendas y las carencias sanitarias. En la franja no justicialista, “Lilita” Carrió dinamitó la mesa en que se sentaron radicales y socialistas, al repetir esta semana que se trata de la misma Alianza, más devaluada todavía, que llevó al precipicio al país a comienzos de este siglo. Ernesto Sanz, de la UCR, y Rubén Giustiniani, del PS, subieron el primer escalón hacia lo que definieron como “un frente progresista”. No estuvieron para la foto el vicepresidente Julio Cobos ni el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner. Tampoco Ricardo Alfonsín, aunque éste estuvo representado por Sanz, quien ya hizo saber sus preferencias para el año entrante y admitió que más difícil que ganar una elección es gobernar con eficacia. “Hay que crear confianza y despejar fantasmas”, se sinceró. Mientras discurre el pugilato institucional crece la pelea entre el gobierno y el Grupo Clarín, sin final a la vista. Fibertel, Papel Prensa, la represa de Corrientes y el artículo 161 de la ley de medios que otorga un año para desinvertir tornan áspera la puja. Y otra diferencia a favor de Kirchner es que en el seno de la pingüinera hay un mando vertical, opuesto al horizontal que practican sus numerosos adversarios de los otros partidos dispuestos a ir a las urnas.

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