Carlos Vilas: “Es un retorno a modos elementales de reacción»

Redacción

Por Redacción

Para el sociólogo y politólogo, el linchamiento “es una respuesta aberrante a un hecho igualmente aberrante como la violación de un niño, y lo que una población vive como falta de protección, seguridad y justicia».

Siempre es más fácil hallar un culpable en el vecino de enfrente que en otros actores sociales, tan arriba y tan lejos que no se llegan a distinguir. En situaciones de crisis, reaparecen este tipo de fenómenos.

Carlos Vilas, sociólogo

Para el sociólogo y politólogo Carlos Vilas, el linchamiento “es una respuesta aberrante a un hecho igualmente aberrante como la violación de un niño, y lo que una población vive como falta de protección, seguridad y justicia. Lo que pasa es que hay un retorno a modos muy elementales de reacción, que nuestro derecho penal trata de limitar y acotar desde el siglo XVII”.

Vilas es doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales y tiene una larga trayectoria como profesor e investigador en universidades del país y el exterior. Vilas ha escrito al menos seis trabajos de investigación sobre los linchamientos en Latinoamérica. Y señala que “cuando yo empecé a estudiar este fenómeno lo hice en lugares donde tenían gran frecuencia: Centroamérica, países andinos, Brasil, México. En Argentina era más bien algo excepcional, esporádico. La impresión que yo tenía hace 10 o 15 años era que la población agarraba al delincuente y lo entregaba a la policía. Pero en los últimos años se ha ido incrementado mucho la frecuencia de estos hechos”, señala.

P-¿ Cómo lo definiría? Usted señala que el linchador “subsume su identidad en el grupo”…

R- Hechos como el de Comodoro son tumultuarios, un grupo que actúa contra un individuo indefenso. En algunos países esto crea un problema para la respuesta del derecho penal a los linchadores. Es muy raro que se usen armas, salvo algún cuchillo; lo que hay son golpes, pateaduras, palos, es una agresión muy personal. Y la responsabilidad penal en principio es individual. Pero si usted toma caso por caso, y habla con los linchadores, dicen: “Yo no quería matarlo, yo quería darle un golpe”. Es el efecto agregado de la acción colectiva lo que acarrea la muerte, o las heridas en la víctima.

P- ¿Es un fracaso del Estado?

R- Es un fracaso del Estado no solo como aparato de gobierno, sino del propio desarrollo de la sociedad. El Estado es el que tendría que crear los mecanismos para que si se sospecha que alguien ha cometido un hecho, por aberrante que sea, sea puesto a disposición de la Justicia. También es cierto que la lógica del derecho penal va en contra de sentimiento de justicia y reacción inmediata de la gente ante hechos de este tipo. Entonces un grupo sospecha de un individuo, deciden que es culpable y no entienden por qué sale en libertad, la famosa puerta giratoria. Lo de Comodoro, donde un inocente paga por algo en lo que no tenía nada que ver, no es el único, es muy frecuente.

P- ¿A qué atribuye que ocurran cada vez más frecuentemente hechos como éste en nuestro país?

R- A la ruptura de las redes sociales, el individualismo, el sálvese quien pueda y a un estado de bronca permanente de los sectores vulnerables, que se sienten privados de algo que antes tenían y hoy ya no tienen, entre ellos la seguridad. Reaccionan buscando un culpable, y es más fácil encontrarlo en el vecino de enfrente que en otros actores sociales, que están tan arriba y tan lejos que no se alcanzan a distinguir. En situaciones de crisis y malestar reaparecen fenómenos como este.

En uno de sus trabajos, Vilas puntualiza: “Quienes linchan creen que el Estado protege a los delincuentes, retrasa o deniega la acción de la Justicia y deja sin atención a los necesitados y honestos”, agrega. Así, por perverso que resulte, “es un método barato de saldar cuentas, apropiado para los escenarios de pobreza y precariedad en que tienen lugar. A diferencia de los mecanismos judiciales formalizados, despersonalizados y abstractos, el linchamiento brinda una satisfacción moral inmediata a los linchadores, un sentimiento reparador, de ‘deber cumplido’”, dice.

P- ¿Influye el discurso de mano dura que baja desde sectores políticos del gobierno y la oposición?

R- ¿La mano dura qué es? La autoridad siempre tiene que ser firme. Tenemos un Código Penal muy castigador, pero el delito no baja. El delito baja cuando mejora la educación, cuando se resuelven problemas sociales básicos y cuando la policía cumple su rol preventivo. Nuestros servicios policiales actúan más en forma represiva, cuando el delito ya se cometió. Lo que interesa es que no haya delito, no que se castigue más.

P- Cuando analiza los contextos en los que ocurren estos lichamientos, usted habla del retiro del Estado en los planes de ajuste. ¿Cómo influye?

R. En el esquema neoliberal, el Estado se retrae de los servicios sociales básicos. Las escuelas están desprovistas de todo, los hospitales son un desastre. Las áreas en las cuales la gente se vincula habitualmente con el Estado, la escuela pública, el hospital, el empleo público, se retraen y el único canal de comunicación, lo visible, es la Policía, la cara represiva. Igual a la gente le gusta ver al policía en la esquina, le da seguridad.

P ¿Qué rol juegan las redes sociales ?

R En el caso de Comodoro, estimularon esta barbaridad. En realidad, las redes sociales son alimentadas por los mismos sectores sociales que después salen a la calle matar a golpes a estos pobres tipos. Un periódico puede tener una posición de ponderación, de distancia analítica. El que manda los mensajes es uno mas de ellos, de ellas. A mí cuando me llega por redes algo que me lama la atención mi primera pregunta es ¿Cuál es la fuente? No solamente Marcos Peña deforma la realidad, también la opinión pública lo hace. Hay que tener un filtro, un parámetro para distinguir lo que es real de lo que no lo es, sobre todo cuando está en juego una vida humana.

P- ¿Y cómo se enfrenta esto?

R- El desafío para lo institucional es cómo podemos acotar esos fenómenos y eliminarlos. Que un chico de 11 o 12 pueda ir a la escuela o al almacén solo sin peligro. Hubo un defecto de prevención por parte del Estado, la sociedad. Frente a esa brutalidad de la violación del niño, la sociedad responde con una doble brutalidad: se ensaña con un tipo que no tenía nada que ver. Lo que hay que evitar es tomar partido. Criticar a los linchadores no puede llevar a absolver al violador. Y defender al niño no puede justificar a los linchadores. Es una aberración cuya solución es compleja, no solo penal o policial.


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