“Carnaval político”

Mirando el pasado resulta difícil entender el clima político actual. Recuerdo haber vivido propuestas electorales “contenidas”, a pesar de los disensos ideológicos que marcaban sus líderes. Radicales, peronistas, socialistas, etc., marcaban sus diferencias dentro de ciertas normas de equilibrio verbal. Hoy en cambio nos sorprende y apabulla la forma desenfrenada y agresiva de hacer política que sacude nuestros valores éticos. Cambiaron los códigos, las formas y hasta el equilibrio intelectual que da forma al pensamiento y su volumen moral. Todo se transformó. Ahora todos son virtuosos, son sacrificados, lo hacen por la patria… no estoy tan seguro… El impacto que causa el discurso es que sólo buscan el poder por el poder mismo. Tomando sus propias expresiones, el gobernar es desgastante, sacrificado, tapizado de disgustos y hasta la familia es víctima del esfuerzo… ¿Y entonces? ¿Por qué no se van a su casa y recuperan su tranquilidad social? Sin embargo, es evidente que la trascendencia mediática que compran con expúreos actos de gobierno legitimará la ambición de mantenerse en el poder para continuar sentados en esa peligrosa silla eléctrica que los inmortaliza –foto mediante–, colgada en el coqueto y confortable despacho oficial. La hipocresía se enquista en sus células creándoles la convicción de que son elegidos, y por lo tanto obligados a continuar en el poder que sólo el egoísmo y mezquinos intereses mantienen sus enfermas ilusiones. Ya quedaron archivadas en las bibliotecas las doctrinas filosóficas e ideológicas que Platón y Aristóteles crearon. ¡Qué pobreza política! Como el tango: todo es igual, lo mismo un burro que un profesor. Los partidos políticos, o mejor dicho los que usan sus nombres y sellos, superan las diferencias ideológicas con la rapidez de argumentos que la conveniencia exija (economía y poder). Ya no se alinean en tradiciones ideológicas. No sirve, ahora se inventan sellos políticos que contengan sus aspiraciones y la disimulan bajo la pincelada de actualizar la realidad que los seguidores reclaman. Para llegar al poder usan el plural, para convencer a los inocentes ciudadanos, pero cuando llegan se transforman y les brota la fiera contenida, entonces hablan en singular: yo pienso, creo, siempre digo, no acepto… Pero, ¿cómo se entiende este cambio, si los gobernantes son elegidos por el pueblo y gobiernan para ellos, que les otorgaron un mandato perentorio? ¿Por qué de pronto se erigen en la voz cierta e indiscutida de su individualidad? Practican contubernios impensados con otras agrupaciones o partidos políticos que ni siquiera a Maquiavelo se le hubieran ocurrido… pero claro, eso fue en otro siglo, donde las personas eran fieles a sus principios. Muchachos, descansen… no se esfuercen más por nosotros, que sin ustedes surgirán los que hoy están aplastados por tanta militancia prepotente para reconstruir esos valores cívicos que supimos defender, hoy descalificados por los mercachifles del poder que poco a poco vendieron nuestra dignidad republicana y ensuciaron el prestigio del quehacer político. Debemos sacudirnos la indiferencia que nos envuelve, más allá del temor de perder los subsidios regalados, para recuperar la calidad cívica quebrantada. Vivimos confundidos y agitados por oscuros augurios económicos, pero si nos convencemos de que es posible cambiar la dependencia al patrón delegado que nos arría como ovejas a los actos oficiales, recuperaremos la dignidad de ser, volveremos a vivir en democracia sin empujones, en libertad, sin ataduras. Oscar Pablo Gaviglio DNI 4.102.754 Cipolletti

Oscar Pablo Gaviglio DNI 4.102.754 Cipolletti


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