Carta de lectores

Estimado Teodorico. Con gran satisfacción he leído en su sección “Jardín” el artículo sobre la degradación de las araucarias. Lo que pasa a ellas, pasa de igual modo a todos los árboles de los bosques Andino Patagónicos. Le acompaño adjunto un artículo sobre el tema que fue publicado en el Congreso Forestal Argentino y Latinoamericano, en la ciudad de Corrientes en el año 2005 (ver en http://www.rionegro.com.ar/diario/eh.aspx). Conozco la situación hasta Santa Cruz, pero he visto fotos de la Tierra del Fuego y por lo visto allá la situación es igual. Pero se ve también, donde la hacienda está excluida por alambrados, que se renuevan perfectamente. Agravada es la situación por ya tres años de sequía. Cayó menos agua y nieve en el invierno. Por ejemplo, el paso Tromen a Chile. En la estancia Mamuil Malal siempre se tenía que sacar toda la hacienda al campo de invernada “Lolén” y se tapaba todo con la nieve. Ahora, todo el año pasan los vehículos. Seguramente, esto también tiene que ver con la muerte de las araucarias. Es poco eficiente prohibir la cosecha de los piñones. Por qué no obligamos a los cosechadores que coloquen parte de su cosecha, los piñones, a cierta distancia uno del otro en la tierra y cuidamos los arboltos que nacen. Por ejemplo 4×4, 4×5 o 5×5. Lo lograremos, si entusiasmamos a los jóvenes. Teodorico, ya sabe que hay mucho por hacer. ¿Lo lograremos?” Eberardo Hoepke DNI 93.328.470 San Martín de los Andes “El hacha, el fuego y el diente del ganado” En su extensa carta, Hoepke analiza históricamente la situación y para facilitar su lectura me he tomado la libertad de ordenarla cronológicamente. “Antes -dice la nota-, la madera no tenía ningún valor, pues no existían caminos ni rieles para trasportarla y las ciudades eran pequeñas, por lo que prácticamente no existía un mercado para ella. Con la construcción de caminos y el crecimiento demográfico, la madera se convirtió en un producto valioso. Los recién fundados Parques Nacionales vendían concesiones y se instalaron aserraderos por dondequiera. San Martín de los Andes vivía de la madera y los concesionarios eran comerciantes pero no eran forestales, se voltearon los mejores ejemplares de raulí (Nothofagus procera), coihue (Nothofagus dombeyi), roble pellín (Nothofagus obliqua) y lenga (Nothofagus pumilio). Todos los árboles defectuosos, sobremaduros y malformados quedaron en pie. “Posteriormente la lana comenzó a tener muy buenos precios, pues era muy fácil de trasportar. Estos bosques, durante los millones de años de evolución, han convivido con el pudú pudú y con el huemul. Son sumamente dinámicos y vitales y su existencia nunca estaba en peligro, hasta que llegaron los pobladores con sus caballos, vacas, chivos y ovejas, que empezaron a pastorear en abundancia dentro de su abrigo “De qué se alimenta la hacienda -se pregunta Hoepke-, de los retoños, arbolitos nuevos que salen naturalmente y en abundancia a través de su abundante producción de semillas. En los lugares donde el ganado no tiene acceso están los maduros gigantes, rodeados de plantas medianas y cantidad de plantitas, pero donde camina la hacienda no se encuentra ninguna renovación, pues los animales devoran todo. “Cuarenta años después recorrí de nuevo las antiguas concesiones y quedé admirado de la gran fuerza de recuperación de los Bosques Andino Patagónicos. Esa recuperación de los bosques destruidos se explica por el hecho de que Parques Nacionales exigió que se retirara toda la hacienda. “Los renovales ya tenían diámetros de 40 centímetros y más, había renovación por todos lados, incluso dentro de los cañaverales. Había desde plantitas del año hasta ejemplares de más de cuarenta años. Eso significa que, manejado con criterio científico, serían un recurso renovable con rendimiento sostenido a perpetuidad. Cosechando los maduros y cuidando los renuevos, logrando un muy buen rendimiento. “El muy recordado ingeniero Ricardo Jungwirt solía nombrar los grandes enemigos de los bosques nativos: “El hacha, el fuego y el diente del ganado”. El hacha, en los Parques, ha desaparecido, por lo menos en la gran escala de antes. El fuego se combate eficazmente. Si bien siempre se vuelve a producir, por lo menos ya no se ponen intencionalmente como antes. Queda el “diente del ganado”. “Parques Nacionales y sus guardaparques deberían vigilar este bien que es propiedad de todos los argentinos. Todavía las montañas parecen verdes, pero va a llegar el día en que se mueran los árboles grandes y -si no hay nuevos- estos bosques estarán condenados a desaparecer. “Sobre esta triste situación informé en diferentes congresos forestales y en la administración de Parques Nacionales. Sin resultado alguno. “¿Qué dejamos para nuestros nietos?” —————————– Nota: La nota del señor Hoepke es extensa y la podrá leer en forma total en http://www.rionegro.com.ar/diario/eh.aspx


Estimado Teodorico. Con gran satisfacción he leído en su sección “Jardín” el artículo sobre la degradación de las araucarias. Lo que pasa a ellas, pasa de igual modo a todos los árboles de los bosques Andino Patagónicos. Le acompaño adjunto un artículo sobre el tema que fue publicado en el Congreso Forestal Argentino y Latinoamericano, en la ciudad de Corrientes en el año 2005 (ver en http://www.rionegro.com.ar/diario/eh.aspx). Conozco la situación hasta Santa Cruz, pero he visto fotos de la Tierra del Fuego y por lo visto allá la situación es igual. Pero se ve también, donde la hacienda está excluida por alambrados, que se renuevan perfectamente. Agravada es la situación por ya tres años de sequía. Cayó menos agua y nieve en el invierno. Por ejemplo, el paso Tromen a Chile. En la estancia Mamuil Malal siempre se tenía que sacar toda la hacienda al campo de invernada “Lolén” y se tapaba todo con la nieve. Ahora, todo el año pasan los vehículos. Seguramente, esto también tiene que ver con la muerte de las araucarias. Es poco eficiente prohibir la cosecha de los piñones. Por qué no obligamos a los cosechadores que coloquen parte de su cosecha, los piñones, a cierta distancia uno del otro en la tierra y cuidamos los arboltos que nacen. Por ejemplo 4x4, 4x5 o 5x5. Lo lograremos, si entusiasmamos a los jóvenes. Teodorico, ya sabe que hay mucho por hacer. ¿Lo lograremos?” Eberardo Hoepke DNI 93.328.470 San Martín de los Andes “El hacha, el fuego y el diente del ganado” En su extensa carta, Hoepke analiza históricamente la situación y para facilitar su lectura me he tomado la libertad de ordenarla cronológicamente. “Antes -dice la nota-, la madera no tenía ningún valor, pues no existían caminos ni rieles para trasportarla y las ciudades eran pequeñas, por lo que prácticamente no existía un mercado para ella. Con la construcción de caminos y el crecimiento demográfico, la madera se convirtió en un producto valioso. Los recién fundados Parques Nacionales vendían concesiones y se instalaron aserraderos por dondequiera. San Martín de los Andes vivía de la madera y los concesionarios eran comerciantes pero no eran forestales, se voltearon los mejores ejemplares de raulí (Nothofagus procera), coihue (Nothofagus dombeyi), roble pellín (Nothofagus obliqua) y lenga (Nothofagus pumilio). Todos los árboles defectuosos, sobremaduros y malformados quedaron en pie. “Posteriormente la lana comenzó a tener muy buenos precios, pues era muy fácil de trasportar. Estos bosques, durante los millones de años de evolución, han convivido con el pudú pudú y con el huemul. Son sumamente dinámicos y vitales y su existencia nunca estaba en peligro, hasta que llegaron los pobladores con sus caballos, vacas, chivos y ovejas, que empezaron a pastorear en abundancia dentro de su abrigo “De qué se alimenta la hacienda -se pregunta Hoepke-, de los retoños, arbolitos nuevos que salen naturalmente y en abundancia a través de su abundante producción de semillas. En los lugares donde el ganado no tiene acceso están los maduros gigantes, rodeados de plantas medianas y cantidad de plantitas, pero donde camina la hacienda no se encuentra ninguna renovación, pues los animales devoran todo. “Cuarenta años después recorrí de nuevo las antiguas concesiones y quedé admirado de la gran fuerza de recuperación de los Bosques Andino Patagónicos. Esa recuperación de los bosques destruidos se explica por el hecho de que Parques Nacionales exigió que se retirara toda la hacienda. “Los renovales ya tenían diámetros de 40 centímetros y más, había renovación por todos lados, incluso dentro de los cañaverales. Había desde plantitas del año hasta ejemplares de más de cuarenta años. Eso significa que, manejado con criterio científico, serían un recurso renovable con rendimiento sostenido a perpetuidad. Cosechando los maduros y cuidando los renuevos, logrando un muy buen rendimiento. “El muy recordado ingeniero Ricardo Jungwirt solía nombrar los grandes enemigos de los bosques nativos: “El hacha, el fuego y el diente del ganado”. El hacha, en los Parques, ha desaparecido, por lo menos en la gran escala de antes. El fuego se combate eficazmente. Si bien siempre se vuelve a producir, por lo menos ya no se ponen intencionalmente como antes. Queda el “diente del ganado”. “Parques Nacionales y sus guardaparques deberían vigilar este bien que es propiedad de todos los argentinos. Todavía las montañas parecen verdes, pero va a llegar el día en que se mueran los árboles grandes y -si no hay nuevos- estos bosques estarán condenados a desaparecer. “Sobre esta triste situación informé en diferentes congresos forestales y en la administración de Parques Nacionales. Sin resultado alguno. “¿Qué dejamos para nuestros nietos?” ----------------------------- Nota: La nota del señor Hoepke es extensa y la podrá leer en forma total en http://www.rionegro.com.ar/diario/eh.aspx

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Certificado según norma CWA 17493
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Certificado según norma CWA 17493 <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Comentarios