Impronta del abandono

Miguel A. Raviscioni, DNI 10.230.920

BUENOS AIRES

En el año 2000, con propalación en los medios, entro en actividad el Volcán Copahue… y yo conocí Caviahue; el primer día cubierto de cenizas y emanaciones de azufre, y el segundo cubierto por un manto mágico de nieve. Me cautivó el lugar, razón por la cual, regresé en el 2002, y este año el 26 de Julio.-

Demás esta decir que el lugar puede definirse, sin hesitar, como el paraíso de los sentidos, donde los ojos están de fiesta, los oídos retumban con los gritos del silencio, se huele el cielo y se palpa lo intangible; ¿cómo definir su belleza? No encuentro la palabra justa, no entiendo si por mi paupérrimo lenguaje o bien por no existir la misma.

Si bien es plenamente subjetivo, no sé bien cuanto, debe conocerse el manjar para descubrir a qué sabe.

Pero… al examen profundo, descubrí con tristeza que pese a lo magnánimo de la Madre Natura, y al pequeño gran esfuerzo de sus habitantes, originarios o putativos, emerge incontrastable el síndrome del abandono.

Sus calles, escondidas bajo la nieve algunas, las otras inundadas, preñadas de lodo, parece que lucharan para opacar la belleza.

Me pregunto y pregunto, a quien quiera que fuere, ¿acaso discrimina el Neuquén con sus funcionarios? ¿Es solo desidia o acaso algún negocio?, ¿recordaran que es tierra argentina y bien nuestra?

Realmente, conmueve la irreverencia de la autoridades municipales y provinciales, su apatía ultrajante y su ominosa omisión.

Espero que lo mas pronto posible, las autoridades recobren “el buen sentido” (no el común, por mediocre), y cese el abandono que invocara en el epígrafe.-

Reclamo empatía para con la resiliencia.


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