Mundo ciego

Alberto Félix Suertegaray DNI 14.169.481

GENERAL ROCA

Yo fui ciego y me acerqué a Jesús y le dije: “Señor, si tú quieres puedes curarme.” Y él me contestó: “quiero, sé curado.” Y volví a ver y, todo a mi alrededor, vi un mundo mutilado y una humanidad herida necesitando amor, mucho amor y nada más que amor. Y mi corazón se llenó de compasión.

Fui tomando conciencia, de a poco, de esta necesidad de todos los habitantes del mundo y aprendí a amar en mi entorno cercano, abriendo los ojos al dolor de mi gente y, compadeciéndome, de la precariedad de lo humano.

Todos y cada uno de los habitantes de este mundo, siempre, aunque por razones diversas y múltiples, necesita amor. Y el amor es algo que podemos cultivar y compartir.

Hermano del alma, hermana que lucha, detente y abre tus ojos y tu corazón. Que haya paz en tu alma y que puedas amar con ternura, cada día un poco más y un poco mejor. La humanidad te lo agradecerá. Escucha tu conciencia y, ante la necesidad, interpone tu gesto de amor y piedad. Abre tu corazón al dolor de los otros y, con devoción y gentileza, entrégate al amor y ofrécelo gratuitamente.

Despierta del sopor de este sueño malo en que el mundo está sumergido y saca la cabeza fuera del agua. Entonces, respira y ama, al inspirar y al expirar, en sístole y diástole. Aquí y allá. Hoy y mañana. Ahora y siempre.

Amor para buenos y malos, para amigos y enemigos, para santos y pecadores. Amor por las buenas, antes de juzgar, antes de condenar, antes de despreciar, castigar o descartar.

Una redención que no se puede comprar con dinero…


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