Cepo mentiroso

Para el autor, “resulta necesario precisar algunos conceptos para evaluar diagnósticos y consecuencias”, tras los dichos del candidato a presidente del Pro, Mauricio Macri.

OPINIÓN

El cepo procura inmovilizar o sujetar algo, contenerlo. En el caso argentino, al dólar estadounidense, moneda con la que aún opera una parte importante de los mercados globales (finanzas, petróleo, granos, metales, etc.) y que en los últimos quince años perdió vigencia en las reservas de los bancos centrales del mundo (en ese período pasó del 70 al 58%) y en las transacciones comerciales y financieras. Hace unos días el candidato a presidente de Pro ha manifestado que, de ganar las elecciones, en 24 horas levantaría el cepo al dólar, liberando el mercado cambiario (es decir comprar y vender dólares sin restricción alguna). Resulta necesario precisar algunos conceptos para evaluar diagnósticos y consecuencias, y no resultar meros “clientes” electorales de coyuntura de quienes nos macanean ante la necesidad de obtener votos. Considero necesario -como premisa previa- aclarar un cuestión absolutamente omitida desde todos los sectores políticos y económicos: las restricciones cambiarias existentes tienen una directa vinculación con los pagos por deuda externa que el país viene realizando desde el 2002 y que superan los 190.000 millones de dólares (suficiente como para construir prácticamente todo el sistema de comunicaciones). Se trata de cancelaciones formalizadas sin recurrir al crédito externo privado, es decir sin tomar deuda externa para pagar deuda externa, característica principal del régimen de convertibilidad, el cual por cierto detonó la economía nacional. Así los pagos fueron realizados con superávits externos producto de las exportaciones argentinas facilitadas por los buenos precios internacionales que hoy se han evaporado. Desajustes estructurales de la economía nacional (me refiero a la existencia de mercados monopólicos y oligopólicos) y del propio programa económico fueron alimentando el ritmo inflacionario con el cual se buscó atender el mayor gasto público, cuyo origen en gran medida fue atender políticas sociales de carácter universal. Entonces el deterioro de las cuentas públicas, la fuga de capitales por excedentes comerciales y ahorro interno sin los debidos controles del Estado, el costo de la importación de combustibles por una errónea política de precios e inversiones (el congelamiento de precios debió haber cesado en el 2005) y el pago permanente de deuda externa, con inflación aumentando los costos internos -restringiendo la competitividad externa de nuestros productos-, constituyen el marco general que desencadenó el denominado cepo cambiario. Cepo que por cierto tiene como objetivo mantener un nivel mínimo de reservas en el Banco Central para atender pagos de deuda externa, importaciones de productos extranjeros, compra de dólar ahorro, pagos de dólares gastados por argentinos en el exterior e importaciones de energía. Un punto respecto a los dólares que se gastan importando energía: si la política de precios hubiese sido coherente (sin largos años de congelamiento) con la debida exigencia a las empresas para que inviertan y no remitan al exterior todos los dólares que pudieron, con casi nula inversiones en el país (habilitadas por cierto para ello por el gobierno nacional), la reservas del BCRA hoy serían otras. Afirmar que 24 horas después de asumido el gobierno se puede salir del cepo cambiario requeriría informar a la población que: se dispone previamente de créditos externos obtenidos antes de ser nombrado presidente por cerca de 25.000 millones de dólares (monto que estimo necesario para atender una compra significativa de dólares por empresas y público en general) o se espera un shock de inversiones externas ya convenidas previamente a ser designado primer mandatario (que ingresen al país prácticamente el día en que el nuevo presidente asuma el cargo) y ocultar que seguramente se producirá además una devaluación del peso argentino en porcentual significativo, lo cual fatalmente se trasladará a los precios internos, disminuyendo el salario real. Entonces, hablar de estos temas requiere seriedad y consistencia evitando macaneos electorales. No es apelando a la frase repetida de “la confianza del sector externo” como se soluciona la llegada de dólares, en tanto para el candidato aludido esa confianza ha significado cuadruplicar la deuda en dólares en la Ciudad de Buenos Aires entre los años 2007/2014 (informe reciente de auditoría de la CABA) hasta llegar a casi u$s 2.200 millones. Sólo en febrero de este año el gobierno porteño emitió deuda externa por 500 millones de dólares para afrontar un pago de un valor similar en abril por deuda externa tomada anteriormente. Pregunto entonces: ¿cuál debe ser el destino del endeudamiento externo de un país?, ¿la inversión en infraestructura y desarrollo que genere valor directo e indirecto en la economía o el endeudamiento para financiar gastos corrientes o comprar los dólares que queramos? La lógica del endeudamiento para pagar endeudamiento anterior o para tener dólares para financiar fuga de capitales o atesoramiento no sirve y condena al país a una situación ya vivida durante décadas que nos condujo al subdesarrollo y al sometimiento. Mas que relajar el cepo (una consigna vacía como afirmar “vamos a estar mejor”) en realidad necesitamos ajustar variables macroeconómicas que nos permitan reactivar la inversión y consecuentemente recibir dólares para ello, resolver definitivamente el juego geopolítico de los fondos buitre en el que estamos metidos -sosteniendo por cierto la posición de principios actual- y controlar la inflación porque sólo con el consumo no se crece, sino con el crecimiento de la industria y los productos derivados para el mercado externo. Hay que recuperar la cuentas fiscales y los superávits perdidos y entender también que, si se emite dinero sin el respectivo crecimiento de la economía (el BCRA imprime mucho más que el crecimiento de la economía), esos pesos de más van a ir a los precios. Y no hay paritaria que pueda atajar la inflación producida antes de la negociación salarial, que llega un año después. Dejar atrás las restricciones cambiarias llevará entonces bastante tiempo, si es que no queremos volver a una historia de desgracias y deuda externa “en dólares”. Pensemos en el país como un todo, confiando en lo que podemos llegar a ser con nuestras capacidades y nuestros recursos, dejando atrás políticas que nos han postrado por décadas. (*) Abogado. Docente de la Facultad de Economía de la UNC

DARÍO TROPEANO (*)


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