Cipolletti: ordenan el desalojo de una iglesia para que los fieles puedan ir a rezar

La familia que usurpó el predio deberá derribar el paredón que levantaron. La defensa no se opuso al pedido de la querella.

Por orden judicial, una familia deberá desalojar las instalaciones de la iglesia El Faro que le pertenece al pastor Ernesto Araya. El evangélico es el padre de Claudio Araya, asesinado por Ramón Geldres en Cipolletti. El conflicto se inició por un desacuerdo vecinal y desde abril la comunidad no puede acceder al culto.


El predio está ubicado en la calle José Hernández 1563 de Cipolletti. Según relató el abogado de la querella Nicolás Paredes, el pastor Araya y la familia Quiñiñir son vecinos desde el año 1945. El abuelo de los Quiñiñir vivía en condiciones precarias y el religioso, que además se dedica a la construcción, le ofreció mejorar su vivienda a cambio de la cesión de una porción del terreno.


Los Quiñiñir aceptaron y le cedieron a Araya la parte del fondo. Allí funcionaban las instalaciones de la iglesia El Faro. Había oficinas administrativas, un espacio para el coro que contiene los instrumentos y un alojamiento transitorio para familias en condiciones de vulnerabilidad. El pastor también residía en ese sitio.


El primer acuerdo se formalizó en la sede civil de tribunales y luego la familia Quiñiñir hizo un segundo reclamo porque no estaba conforme con los trabajos de albañilería que había concretado Araya. Entonces el pastor aceptó hacer algunas reparaciones. Hubo un segundo acuerdo y en esa instancia los Quiñiñir desistieron de futuros reclamos.


En plena pandemia la salud del religioso se vio deteriorada y sus hijos se lo llevaron a vivir a otro lado. El templo y las oficinas del fondo quedaron desocupadas.


El 9 de abril de este año hubo actividad por parte de la comunidad religiosa. Pero después cuando los fieles se retiraron, según la acusación del querellante, ingresaron siete personas integrantes de la familia Quiñiñir. Derribaron el paredón que separaba los predios y construyeron otro para dividir el templo de las demás instalaciones. A su vez trabaron un portón automático.


Con el pastor enfermo y parte de la iglesia tomada, los fieles ya no pudieron concurrir al culto. Los querellantes, Paredes y Sebastián Caldiero, que representa a Ernesto Araya, estuvieron acompañados por la fiscalía en la formulación de cargos.

Solicitaron el desalojo como medida cautelar y la defensa particular de la familia Quiñiñir no se opuso.
La jueza de garantías Agustina Bagniole explicó que al no haber oposición de la defensa a la medida cautelar y teniendo en cuenta que el sistema adversarial limita la actuación de los jueces y las juezas a lo estrictamente peticionado por las partes se disponía el inmediato reintegro de la posesión al pastor Araya.

Consignó que los acusados deberán derribar el nuevo paredón y volver a levantar el que estaba construido con los limites originales. Se fijó el plazo de quince días. La decisión quedó firme porque la defensa aceptó los términos del desalojo y ninguna de las partes apeló.


La familia Araya: una historia de dolor


En diciembre de 2013, Ramón Geldres fue condenado a prisión perpetua por el cruel asesinato de Claudio Araya, el comerciante que intentó impedir el arrebato de una cartera a plena luz del día. La Cámara Primera, que le aplicó la máxima sanción prevista en el Código Penal, también consideró las “lesiones graves” que el imputado le provocó a Natanael Araya, hermano de la víctima fatal, también apuñalado.


Ramón Geldres, de 42 años, cumplía una condena unificada de 17 años y cuatro meses de prisión que agotaba en 2015. Fue juzgado por violentos delitos, entre ellos el ataque a balazos a un policía y las tres puñaladas que le aplicó a un comerciante de 70 años.

En 1990, cuando Natanael tenía 10 años, Geldres entró a robar a la casa de su padre, el pastor Ernesto Araya, y le asestó siete puñaladas. Una de ellas en el tórax, en el mismo lugar donde 23 años después apuñaló a su hijo.

En esa época, la familia Araya y Geldres eran vecinos y por eso Ernesto lo reconoció cuando ingresó a robar. De todas maneras, el pastor lo perdonó y no quiso realizar la denuncia.

Durante el 2012, Geldres comenzó a salir de la cárcel de Cipolletti acompañado por un tutor. En enero de 2013 empezó a salir solo, de 8 a 14, hasta que el 6 de marzo, a las 10 de la mañana, asesinó a Claudio Araya, de 49 años.

En ese momento debía estar trabajando en una carpintería, según el compromiso que había asumido ante el Instituto de Asistencia de Presos y Liberados. El día del asesinato, Geldres estacionó su moto en la calle Urquiza y a pocos metros, en la Mengelle, abordó a una mujer de 60 años y le arrebató la cartera. Desde el vivero que está en la esquina, los hermanos Natanael y Claudio advirtieron la situación y cruzaron para impedir la huida de Geldres.

Natanael se acercó y el imputado le advirtió con un cuchillo: “pará que cocino”. Se trenzaron en una lucha feroz y el muchacho Araya terminó con dos puñaladas en el tórax. Entonces intervino Claudio y consiguió inmovilizar al atacante.

Lo sujetó de las manos pero el ladrón se zafó y le dio dos puñaladas, una en el abdomen y otra debajo de la mamila. El hombre murió desangrado en la calle. Geldres fue detenido por un policía federal retirado que, de casualidad, transitaba por la zona.


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