Cloacas judiciales

A principios de febrero, empleados y funcionarios de los tribunales que funcionan en Comodoro Py que volvían del receso judicial se encontraron con una desagradable sorpresa: el edificio presentaba serios problemas por un desborde cloacal, que inundó todo el primer piso. No pocos ironizaron con que la situación era una metáfora del estado de la Justicia argentina y dos hechos que ocurrieron inmediatamente después parecieran darles la razón.


El primero fue la denuncia contra el juez federal Luis Rodríguez, a partir del testimonio de la viuda del exsecretario privado de Néstor Kirchner, Daniel Muñoz, quien lo acusó de recibir u$s 10 millones para desvincularla de una causa por corrupción contra el expresidente. La denuncia se unificó con otras cinco que ya pesaban sobre el magistrado en el Consejo de la Magistratura, que deberá definir su situación. Rodríguez llegó a su cargo, a pesar de un escándalo por la filtración de las preguntas de su examen y la oposición de organismos de DD. HH., por el apoyo del FpV.


Sin embargo, la que mayor repercusión generó fue la denuncia contra el fiscal de la famosa causa de los cuadernos, Carlos Stornelli, tras las revelaciones de que habría extorsionado a un empresario para no vincularlo al caso. La denuncia presentó capturas de mensajes de Whatsapp realizadas por organismos de inteligencia y videos que supuestamente comprometerían a un supuesto “intermediario”, Marcelo D’Alessio, como el receptor del dinero. Finalmente, tras una denuncia del propio fiscal, el operador judicial fue arrestado el viernes por la presunta extorsión. La diputada Elisa Carrió denunció, también con aval de supuestas escuchas judiciales, que la denuncia sería una maniobra de empresarios y exfuncionarios encarcelados para apartar al fiscal de la causa. Aunque luego se comprobaron inexactitudes y omisiones de la denuncia, sí quedó en claro que D’Alessio tenía trato frecuente con Stornelli y era muy conocido en los ambientes de seguridad, organismos de inteligencia y medios de comunicación, donde se presentaba como “experto en narcotráfico” y asesor de la DEA, lo cual resultó ser falso.


Quedó demostrado así cómo un importante sector de los servicios de inteligencia, sin ningún control democrático, es capaz de hacer lobby, presionar a jueces y fiscales y direccionar causas judiciales según intereses políticos y económicos oscuros. Como señalaron varios abogados conocedores del sistema, D’Alessio habría reunido una pequeña fortuna con extorsiones similares, es decir que contaba con aceitados contactos políticos y judiciales de alto nivel que le permitían acceder a información privilegiada para lucrar con ella. Además, no sería el único. Personajes similares pululan en el ambiente, realizando operaciones políticas o mediáticas en causas sensibles para el poder, sobre todo en el fuero penal económico, donde se tratan los expedientes de corrupción importantes.


Cuando llegó al gobierno, Cambiemos había prometido “limpiar” un sistema que durante el kirchnerismo había operado bajo la batuta, entre otros, del exespía Jaime Stiuso y la inteligencia “paralela” que atribuyeron al hoy procesado general Milani. Sin embargo, a poco de andar el gobierno no mostró demasiada voluntad para limpiar estos subsuelos del poder, sino más bien utilizarlos en su beneficio con operadores propios. Entre otras medidas, el presidente Macri decidió volver a hacer reservados todos los fondos de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI, ex-Side) con lo cual debilitó aún más el control republicano sobre el organismo. Designó a personas de su absoluta lealtad personal al frente del organismo, mientras la comisión bicameral de seguimiento de Inteligencia, manejada por Cambiemos, ha tenido una casi nula intervención en el control y necesaria depuración de estos servicios.


Definitivamente, febrero mostró que los desbordes de suciedad de sus cloacas no son lo más preocupante de un Comodoro Py que sigue mostrando amplias dosis de arbitrariedad, opacidad y fuerte dependencia de poderes fácticos, que convierten en una verdadera quimera la prometida regeneración republicana.


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