Crece la pobreza en Venezuela

El sistema económico colectivista es sólo una quimera. Un engaño. Apenas eso. No funciona. Ni funcionará nunca. Peor, siempre deriva en hacer crecer fuertemente la pobreza extrema.

La caída, para muchos sorpresiva, de la Unión Soviética así lo demuestra claramente. La experiencia cubana también. Hoy los sufridos cubanos tienen, tras décadas de una frustrante dictadura comunista, uno de los peores niveles de vida reales de toda la región.

El paraíso prometido nunca llegó. Y no llegará a través del colectivismo. Es hora ya de reconocerlo, más allá de los colores ideológicos de los circunstanciales observadores.

Venezuela es ya, trágicamente, otra demostración de lo antedicho. Tan sólo un 13% de los hogares venezolanos no está sumergido en la pobreza extrema. El 61,2% de ellos sí lo está. Eso es tener mucho más de la mitad del país caribeño.

Y, además, como si eso fuera poco, sin que se respeten sus libertades fundamentales, ni sus derechos humanos.

Conducido, siempre por control remoto, por quienes desde la burocracia comunista se arrogan la ficción de ser dueños de una verdad que, transformada en inquebrantable dogma, no permite que se discuta o se ponga en duda siquiera. Mientras sus integrantes, es obvio, viven mucho mejor que los demás.

Las principales universidades venezolanas acaban de difundir los resultados de la última “Encuesta sobre condiciones de vida” en Venezuela. Ella revela que, en los últimos cuatro años, la pobreza extrema aumentó en Venezuela, pasando de un 23,6% a un absolutamente horrendo 61,2%, el año pasado. Hubo concretamente casi diez puntos de aumento de la pobreza extrema acumulados en los últimos dos años.

La vida de muchos venezolanos parece, por esto, estar inmersa en una suerte de vértigo hacia la nada. Sin sentido.

Si a la pobreza extrema venezolana le adicionamos la pobreza crónica, un 87% de los venezolanos está comprendido en esa triste categoría. Casi todos, entonces. Menos quienes conforman la llamada “nomenklatura venezolana” (esto es, Nicolás Maduro y sus muchos generales y aliados políticos), claro está.

A lo que se agrega la angustia moral tan profunda como cotidiana de tener que convivir permanentemente con un ambiente de fenomenal hiperinflación, en el que los ingresos de casi todos corren siempre detrás del aumento de los precios de todo. Y la riqueza se evapora.

Por todo esto, la encuesta aludida señala que hoy un 61% de los venezolanos admite haberse acostado más de una vez con hambre. Y que un 90% señala que sus ingresos no le alcanzan para costear los alimentos que cree necesitar. En ese ambiente –duro y adverso– de tremenda escasez, no asombra que uno de cada cinco venezolanos destaque que, en el 2017, fue además víctima inocente de algún delito.

Esa y no otra es la realidad venezolana hoy. Esa es la enorme tragedia social que se ha abatido sobre Venezuela, descripta en pocas cifras. Ese es el drama social que los “bolivarianos” marxistas han desatado y que hoy castiga a toda la sociedad venezolana.

Nos avergüenza a todos en la región. Porque delata el sufrimiento cotidiano de millones de venezolanos a los que no cabe dejar de defender contra la grotesca receta económico-social marxista que, como era de prever, los ha sumergido en el lodo de la pobreza extrema, de la que desgraciadamente no saldrán si el rumbo económico de su país no se rectifica. Ocurre que el camino del colectivismo termina indefectiblemente con la posibilidad de que la gente pueda vivir en un ambiente de mínima dignidad.

*Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas


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