Como decía Winston, historia con farol


¿Cómo desentrañar la madeja para poder determinar si en el secuestro y asesinato de Aramburu fue -como se sospecha- que los Montoneros solo hicieron la faena sucia de otro poder?


La historia, a la luz temblorosa de su farol, camina dando tumbos por la senda del pasado, intentando reconstruir sus escenas, revivir sus ecos y suscitar con pálidos destellos la pasión de otros tiempos”. Winston Churchill en “La Guerra de Churchill”, de Max Hastings, Edit. Memorias Crít.

Así, como sugería aquel memorable británico, construyó María O’Donnell su “Aramburu: el crimen político que dividió al país. El origen de Montoneros”.

De espíritu inquieto y sólida formación intelectual, O’Donnell trabaja el caso desde mucho de lo conocido sobre aquel hecho. Especialmente respecto al origen de Montoneros.

Los dictados formativo-ideológicos, que los renueva con su libro, que compactaron al grupo y lo pusieron en marcha. Y de ahí en más, a incrustarse en la historia Argentina.

Desde esta perspectiva, la obra de O’Donnell ofrece una labor interesante. Sin sobresaltos. Ajena a dejar con la boca abierta por esta o aquella información o dato definidamente desconocido.

Tapa de Periscopio, cuando su viuda reconoció el cuerpo.

Pero la obra se torna atrapante a la hora de las reflexiones que realiza la periodista en términos de juicios propios sobre hechos y actores. Juicios no excluyentes. Más bien productos de -materiales en mano- largos procesos de merituar la información.

Veamos:

• O’Donnell entrevistó en España a Mario Firmenich. Tarea ímproba para llegar a él. No hubo, por parte de Firmenich, mayor generosidad en el vuelco de información. Sí lució el máximo jefe Montonero el cinismo y la frialdad que lo cauterizó aún siendo un adolescente. Desde esta perspectiva, los contactos reclamaron de parte de O’Donnell una tenacidad formidable. Por momentos más de interpretar gestos y medias palabras que respuestas concretas. De ahí, de ese ir y venir, O’Donnell extrae una de sus conclusiones más trascendentes. Una mirada inteligente sobre los hechos: Firmenich es el patrón excluyente sobre qué decir sobre aquellos días de mayo-junio del 70. Y es patrón porque es el único que queda vivo de aquel grupo de veinteañeros que se llevaron a Aramburu y lo asesinaron.

Escribe O’Donnell:

“Nadie ni nada pudo nunca disputar la versión que Firmenich instaló como precepto sobre las horas finales de Aramburu en La Celma (campo en el que fue asesinado, cercano a Carlos Tejedor). No quedaron fotos, ni la cinta con la grabación del juicio (que Montoneros le hizo al secuestrado) ni los escritos del general en cautiverio ni otra clase de documentos o registro. Y no hay, que se conozca, otro testigo del crimen. Solo Firmenich posee la memoria de la experiencia directa y la administra de manera muy restrictiva. Congeló su relato hace décadas, en lo dicho en el reportaje con “La causa peronista” de 1974. Nunca más agregó nada relevante. El problema es que su voluntad de un imponer un relato canónico ha tolerado muy mal la prueba del paso del tiempo: en cincuenta años solo se han acumulado dudas y evidencias de que todavía oculta y manipula datos, con los que esconde otros secretos”.

Primera Plana informó del caso .

• En estas líneas se refleja el inmenso impedimento para -en tren de profundizar el caso Aramburu- impedir al menos hoy poner blanco sobre negro. Mueren actores. Se pierden papeles.

¿Cómo creer que la cinta con confesiones de aquel general en cautiverio se perdió?

¿Cómo desentrañar la madeja en dirección a poder determinar concretamente si el secuestro y asesinato fue -como se sospecha desde el vamos- que los Montoneros solo hicieron la faena sucia, y fueron la expresión final de una operación generada desde pliegues y repliegues del poder que encarnaba el entonces dictador Juan Carlos Onganía y estaba destinada a impedir que Aramburu volviese a la Rosada para generar un proceso político que, integrando al peronismo, oxigenara al sistema en su conjunto?

Toda una conspiración que late pero se muestra esquiva.

María O‘Donnell renueva con su libro el interés sobre un caso que dividió a la Argentina. Una lo sufrió, otra lo festejó. La investigación desplegada se nutre de la sagacidad profesional -impecable profesional- de la autora, que por lo demás no se permite en ningún momento ni genera golpes bajos no dejarse llevar por dictados emocionales.

Reiteramos, un trabajo impecable.

Tan impecable como se guarda tanto sin conocer sobre aquel mayo del 70.


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