Como en Mario Bros, pero real: la pelea por los juegos electrónicos en Neuquén

Desde 1976 hasta 2012 la pelea por si se prohibían o autorizaban los juegos electrónicos en la ciudad fue un recorrido con obstáculos, premios y castigos para detractores y defensores.

La historia de los juegos electrónicos en la ciudad de Neuquén se parece al famoso desafío de Mario Bros o a tantos otros que desde los años 80 acapararon la atención de niños, adolescentes y hasta adultos.


Tal como sucede en ese mundo de fantasía, la aprobación o no de la instalación de salas de videojuegos fue un laberinto de obstáculos, en el que los personajes, detractores y defensores, debían obtener la mayor cantidad de monedas de oro para llegar a la meta y “rescatar a la princesa”, entiéndase como una ordenanza habilitante o prohibitiva, un negocio o defensa de la salud mental de la población.


El “Mario Bros real y neuquino” tiene cinco niveles, cada uno con sus propios escenarios. Dos escritos durante la dictadura militar y tres en democracia.

El primero comienza en 1976, con Raúl Pastor como interventor municipal. Se aprobó la disposición 1.285 que consideraba que “por sus implicancias sociales perniciosas sobre la juventud, cuyo tiempo libre debe canalizarse hacia otras actividades que contribuyan a una sana formación moral y física, resulta de interés…” prohibir la instalación de máquinas electrónicas de todo tipo que “representen para el participante del juego un premio en dinero, mercaderías, vales o de su resultado se produzca una devolución o ganancia en dinero, fichas o cospeles”.


Seis años después, en 1982, Rubén Rousillón promulga la norma 1.707 que le puso faja de cláusula a todo tipo de “juegos electrónicos y electromagnéticos”, independiente de si otorgaban premios o no.

“Las máquinas de marras llegan a generar desposesión, éxtasis y otros fenómenos psiconerviosos anormales en quienes las utilizan frecuentemente como recurso de evasión, como último refugio donde se niega y demora el retorno a las cosas serias de la vida”, fue una de las cuestiones que se tuvo en cuenta, considerando además que la masa de consumidores eran niños y adolescentes.


Llegada la democracia, en 1987, el Concejo Deliberante sancionó la ordenanza 3.285 que mantenía vigente la norma anterior pero derogaba un artículo para habilitar otro que permitía la “instalación de un salón para niños con juegos de movimientos mecánicos, construidos en fibra de vidrio, montados sobre plataformas con movimientos de adelante y retroceso, con sonido, fichero y temporizador.


Los últimos dos capítulos de este juego fueron durante la intendencia de Luis “Chito” Jalil, cuando gran empresa quiso instalar un salón de videojuegos en un incipiente shopping, y en 2012, bajo el gobierno de Horacio Quiroga, cuando el oficialismo presentó un proyecto para habilitar los juegos electrónicos en la ciudad. En ninguna de las dos oportunidades, la iniciativa prosperó. Game Over. Insert coin.


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