Cómo fue el año de regreso a las aulas en Bariloche

De la virtualidad a la burbuja y de allí a la presencialidad plena. Docentes y madres  cuentan qué ocurrió durante el proceso de la vuelta a la escuela después de muchos meses de una virtualidad que agrandó la brecha social entre los chicos.

La pandemia obligó a aprender a convivir en una nueva escuela. Así lo evaluaron docentes, directivos y padres, al término de un año lectivo que comprendió semipresencialidad por burbujas, la vuelta a la virtualidad ante la llegada de la segunda ola y el regreso a las aulas en solo unos pocos meses.
La mayoría coincide en que aún no se ha logrado recuperar los contenidos pedagógicos tras el abrumador año de virtualidad, pero rescatan la posibilidad del reencuentro. “Un año demandante y difícil, pero gratificante” es el balance.
El objetivo de este año fue achicar la brecha entre los estudiantes que tuvieron accesibilidad a los contenidos pedagógicos, a través de la virtualidad, y los que no. También se avanzó en la alfabetización de los más chicos.

Un año «raro»

Paola Barría, madre de un niño que pasó a tercer grado y una adolescente de 14 que terminó el primer año del secundario, describió el año como “raro”: “Pasaron tantas cosas y parece que fue hace un montón. Si mirás para atrás, fue todo en un mismo año”.
Evaluó que lo más complejo en el regreso a las aulas para los padres fue “acomodarse con los trabajos y lograr que los chicos retomaran el ritmo de estudio. Los primeros días, los nenes volvían con color de cabeza, como abombados, por estar todos juntos. Estaban contentos por reencontrarse, pero costó acomodarse”, resumió Barría.
Lamentó que los chicos “no alcanzaron el nivel que corresponde a un año normal, especialmente, los más chiquitos ya que los más grandes cuentan con un ritmo de estudio. Costó muchísimo que los nenes que venían del jardín o los que pasaban a segundo o tercer grado hicieran clases por zoom. Los padres intentamos acompañar, pero no tenemos la pedagogía de los docentes”, señaló Barría.
Valeria Ojeda es directora de la escuela 315 del barrio Malvinas que además sufrió la voladura de techos durante el último temporal de viento. A comienzos del año, detalló, el desafío fue realizar un diagnóstico de situación para priorizar determinados contenidos pedagógicos. “Había una brecha profunda entre quienes tenían acceso a la virtualidad y quienes no. Por eso, queríamos volver a la escuela. La escuela es irremplazable. Y lo digo como mamá: mis hijos tenían una computadora e internet y a pesar de que tenían las condiciones, les costó un montón”, destacó.
En la vuelta al colegio, los equipos docentes pensaron que la situación más complicada sería con los alumnos de primer grado que no tuvieron presencialidad en sala de cinco del jardín de infantes. “Sin embargo, en nuestro caso no fue así. Los chicos se despidieron de sus papás y entraron chochos. No fue necesario ningún período de adaptación. Fue como si hubieran hecho el jardín. Los chicos necesitaban mucho estar en contacto con sus pares”, señaló Ojeda.

“El reencuentro de todo el grupo fue fantástico. Escuchar más ruido, más risas. Fue duro no poder abrazarlos, ni alzarlos”.

Rosana Porcel, directora del jardín 34 de Bariloche.

Necesidad de reencontrarse

Destacó que la necesidad del reencuentro correspondió a los chicos, pero también a los docentes. “Fue duro enseñar a través de Whatsapp o videollamada. El aprendizaje se construye con todos en el aula. Este año estuvimos enfocados en recuperar trayectorias educativas de los estudiantes que estuvieron complicados y en lograr la alfabetización de los más chiquitos”, sostuvo.
La vicedirectora Sandra Alí reconoció que “este año, muchas palabras se incorporaron a nuestra tarea diaria, como protocolos, sanitización, aislamiento, contacto estrecho. Pero el reencuentro con los estudiantes, el mirarnos detrás de los barbijos y todo lo emocional jugó el papel más importante”. Destacó el compromiso de los docentes para recuperar los contenidos y nivelar a los estudiantes de un mismo grado.

Docentes y directivos sostienen que las clases presenciales y la escuela «son irremplazables». (Foto de archivo de Chino Leiva)


Rosana Porcel, directora del jardín 34 al que concurren 141 chicos de 3, 4 y 5 años, aseguró que previamente al regreso a las aulas, “hubo un fuerte trabajo de comunicación con las familias para adaptarse al protocolo”. Desde un primer momento, se brindó información respecto al procedimiento ante un posible contagio de Covid-19. Recién a fin de año, fue necesario aislar una sala, pero se continuó trabajando en la virtualidad.
“Hubo que entender que el jardín cambiaba para siempre: que ya no habría ingresos de los papás a las salas, las despedidas quedaban afuera, había que usar barbijos y tomar la temperatura”, dijo Porcel.
La pandemia, aclaró, también obligó a modificar los espacios físicos para liberar “lo más posible” las salas y se reforzó el trabajo de sanitización por parte del personal no docente.
En el regreso a la escuela, Porcel se encontró con niños que apenas hablaban, casi no se movían y estaban muy asustados. Muy de a poco -acotó- “se convirtieron en un grupo que se reconoce y se acepta. De todos modos, siguen identificándose con los nombres de sus burbujas. A principios de diciembre, fue como estar en junio”.
En un primer momento, la articulación de los nenes de preescolar con primer grado de la escuela primaria 295, se hizo a través de un intercambio de cartas que se depositaban en un buzón. Luego, los nenes del jardín empezaron a visitar la escuela primaria, por burbujas.

Había una brecha entre quienes tenían acceso a la virtualidad y quienes no. Por eso, queríamos volver a la escuela”.

Valeria Ojeda, directora de la Escuela 315 del barrio Nuestras Malvinas de Bariloche.

La desvinculación con la secundaria

Guillermo Viegas Navarro fue uno de los tres representantes rionegrinos en la segunda Asamblea de la Mesa Federal de Centros de Estudiantes Secundarios que se llevó a cabo en Tierra del Fuego días atrás.
Los 60 representantes estudiantiles de todo el país coincidieron en la preocupación general de los jóvenes respecto a “la falta de contenidos académicos para ingresar a la universidad después del secundario”.
“Tenemos el testimonio de muchos jóvenes que, una vez que terminan el secundario, se encuentran con que no pueden pasar el curso de ingreso de la universidad porque hay una brecha enorme”, puntualizó Viegas Navarro.
La pandemia recrudeció esta problemática que se arrastra desde hace años en todo el país.
“Desde hace décadas, notamos un declive de la educación de nivel medio. Cada vez hay más deserción escolar y se reducen los contenidos. Los pibes no le ven sentido a la escuela y abandonan. A veces, deben cuidar a sus hermanos o salir a trabajar. Otros simplemente no le encuentran sentido a la escuela porque no da respuesta a los interrogantes que se abren en los adolescentes”, expresó Viegas Navarro.
Si bien no hay datos oficiales sobre la deserción escolar en nivel medio, Viegas Navarro se refirió a declaraciones de los equipos directivos de Bariloche que dieron cuenta de “un 30 a 50% de vinculación de jóvenes con las escuelas en la ciudad”, en plena pandemia. “La idea es dejar de hablar de deserción y hablar, en cambio, de vinculación o desvinculación porque los chicos abandonan la escuela por un montón de factores”, aclaró el referente estudiantil.


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