Cómo fue el proceso penal que lo dejó libre en Neuquén

NEUQUEN (AN)- El principal sospechoso de asesinar a Graciela Mendoza en Neuquén y a Jennifer Falcón en Olavarría nunca pudo ser vinculado con el intento de violación de dos chicos, ocurrido también en esta capital. Fue absuelto por unanimidad en un juicio oral, el fiscal no apeló la decisión, y por eso Mario Oscar Sallago estaba en libertad.

Aunque lo absolvieron, los jueces dejaron constancia de que «existe un alto grado de probabilidad» de que haya intentado violar a dos hermanitos. Pero aclararon que debían resistir a la tentación de considerarlo culpable sólo por sus graves antecedentes de violencia sexual contra menores.

Tampoco le hicieron una pericia psicológica. «Pericias de ese tipo se realizan cuando el delito es muy grave o cuando lo pide el fiscal o el defensor», explicó el camarista Emilio Castro, uno de los que lo absolvió.

«Río Negro» reconstruyó ayer, consultando a varias fuentes judiciales, la historia penal de Sallago en Neuquén. Según los registros, su apodo es «Lechuga», nació en Olavarría el 24 de octubre de 1948, es soltero, con estudios primarios completos y de ocupación panadero.

Se radicó en esta provincia entre octubre y noviembre de 1999. Acababa de salir de la cárcel, donde pasó 18 años condenado por haber violado y asesinado a una nena y a su madre en la provincia de Chubut.

Sallago estuvo detenido en la prisión U9 de Neuquén y en la U5 de Roca, donde se destacó por su buena conducta. Incluso predicaba entre los demás presos como si fuera un pastor.

Apenas instalado en Neuquén tuvo su primer problema: una mujer expuso ante la policía que molestaba a sus hijas. Como no fue una denuncia sino una exposición, el caso no fue investigado.

El 7 de febrero de 2000, Graciela Mendoza desapareció de la terminal de colectivos. La policía trabajó de inmediato sobre la hipótesis de que había sido atacada por un violador y comenzó a investigar a todos los sujetos con antecedentes. Sallago estaba entre ellos, pero jamás pasó de la categoría de «sospechoso». Nunca estuvo detenido ni imputado por la violación y asesinato de la hija de los lavacoches de la terminal. Fue porque no había pruebas en su contra.

El 8 de febrero de 2000, un sujeto se metió en los baños del hipermercado Tía donde dos hermanos, una nena de 11 años y un varón de 6, hacían sus necesidades. Los intimidó acusándolos de haber robado una bolsa de anillos. Pero después cambió su conducta y les ofreció 30 pesos si lo acompañaban.

Así fue que los llevó hasta un baldío de la calle Montevideo al 100, el mismo donde un mes después hallarían el cadáver de Graciela Mendoza, por entonces desaparecida. Allí le propuso una actividad sexual a la nena e intentó besarla. La menor se asustó, su hermano también, y el sujeto los golpeó en el rostro.

En medio de un tremendo griterío, los chicos escaparon y el depravado se fue en otra dirección. Nunca les dijo, como indicaba una versión, «si no venís te va a pasar lo mismo que a la nena de la terminal». Al menos esa frase no consta en el expediente.

La policía estableció que ese sujeto era Sallago y en mayo de 2000 lo fue a buscar a Olavarría, adonde se había mudado en marzo. Es decir, para la época en que apareció el cadáver de Graciela Mendoza en el baldío de Montevideo 150.

Sin embargo, jamás pudieron probarle nada. Los hermanitos no lo reconocieron cuando lo vieron cara a cara, a través de un vidrio espejado. También les mostraron fotos, y dijeron expresamente: «este no es».

Sólo creyeron reconocerlo en un video, filmado durante una fiesta familiar a la que asistió Sallago. Pero tampoco estuvieron seguros.

Dos testigos adultos que vieron a los chicos junto al sujeto no pudieron ser localizados para el juicio oral, de modo que no declararon ante los jueces, y tampoco participaron de una rueda de reconocimiento.

Ante la falta de pruebas, los jueces Emilio Castro, José Andrada y Cecilia Luzuriaga lo absolvieron en un fallo unánime que dictaron el 29 de diciembre de 2000. El fiscal no apeló, el fallo quedó firme y Sallago salió en libertad.

Sin terapia para los delincuentes sexuales

NEUQUEN (AN)- Los delincuentes sexuales representan aproximadamente el 14 por ciento de la población carcelaria de la provincia. Son presos ejemplares, que rara vez provocan un conflicto. Pero existe un altísimo grado de probabilidad de que reincidan al recuperar su libertad. Sin embargo, durante el tiempo que están en prisión no reciben un tratamiento que los ayude a canalizar normalmente su sexualidad.

Para algunos especialistas, la cárcel no sirve para resocializarlos y ajustar su conducta; lo ideal sería que se sometieran voluntariamente a una terapia.

En otras partes del mundo se han ensayado medidas más drásticas, como la castración química. Sin embargo, en Estados Unidos se conoce el caso de un hombre castrado que violó a una mujer con un palo. El sexo está en el cerebro, y también, por tanto, la pulsión sexual patológica. Es difícil debatir este tema en términos desapasionados, pero alguna vez habrá que hacerlo.

Quizá, como dice el penalista español Francisco Muñoz Conde, «no queda otra solución que aceptar el riesgo de que este tipo de delincuentes, como tantos otros, puedan volver a delinquir una vez que salen en libertad. «Educar para la libertad en condiciones de no libertad» sigue siendo, pues, una contradicción difícilmente salvable, y vivir en libertad, democráticamente, un riesgo para todos; para ellos también».

Ciudadanos bajo vigilancia perpetua

NEUQUEN (AN)- En Argentina no existe la obligación de avisar cuando un sujeto con antecedentes de haber cometido delitos sexuales se muda de barrio o de ciudad. En cambio esa disposición rige en Estados Unidos a partir de un caso muy parecido a los que sucedieron en Neuquén y Olavarría.

Se la conoce como ley Megan, y fue promulgada en 1996. Megan Kanka, de 7 años, fue asesinada en Nueva Jersey por un criminal sexual que se había radicado a pocas cuadras de su casa.

Los padres se quejaron porque no les habían avisado y así nació la norma.

Por imperio de la ley, ahora hay un registro público de criminales sexuales y se comunica a los vecinos quién es ese personaje que se ha mudado cerca de ellos.

Mario Oscar Sallago salió de la cárcel y se instaló en el bajo neuquino, cerca de la terminal de colectivos de donde desapareció Graciela Mendoza.

A fines del año pasado se mudó a Olavarría, a dos cuadras de la casa de Jennifer Falcón a la cual violó y asesinó. Nadie informó oficialmente de sus movimientos.

La ley Megan se aplica aunque existe una guerra judicial a su alrededor.

Los ex presidiarios reclaman su derecho a la intimidad y entienden que la aparición pública de sus nombres es una condena adicional.

Los defensores de la legislación quieren que en los registros figuren incluso los detenidos por delitos menores, como la posesión de pornografía infantil.


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