¡Cómo no comprender a la cigarra en El Bolsón!

EL BOLSON (AEB).- Un fenómeno que no reconoce similitudes en otras ciudades turísticas es la multiplicidad de expresiones artísticas espontáneas y callejeras que se dan en la localidad. Músicos, solitarios o en grupos, titiriteros, malabaristas, trapecistas de «telas» y hasta bailarines se despliegan ante los ocasionales espectadores.

Unos lo hacen por trabajo; otros simplemente para dar rienda suelta a su expresividad; los más, en combinación de uno y otro aspecto.

Las modalidades y los lugares elegidos tampoco siguen ningún patrón, aunque la plaza Pagano es la predilecta por ser también el lugar de reunión de turistas y vecinos que la han convertido en pequeño parque ciudadano.

Otra esquina céntrica, la de Roca y avenida San Martín, es sitio convocante de trovadores, libreros y músicos. De hecho, en esta temporada, funciona allí por las tardes la feria de las artes, para invitar justamente a ese tipo de actividades.

Un tablero gigante, con embaldosado en damero, era ayer la improvisada pista para una pareja de bailarines de tango. «José y Karina», tal el nombre artístico del joven matrimonio, sorprendían con su propuesta a más de un poblador y a muchos turistas que se detenían a disfrutar del espectáculo o a tomarles fotografías.

La pareja, procedente de Arequito, Santa Fe, emprendió un recorrido pa

tagónico el 7 del corriente. Comenzaron su periplo vacacional y laboral transitando la costera ruta 3 hasta Río Gallegos. La vuelta es por la ruta 40 y con el tiempo cordillerano se decían encantados. La ilusión es quedarse unos días más en El Bolsón y para ello dependen en parte de la generosidad con que el público responda a la «gorra» -en este caso más bien sombrero- que discretamente colocan en una esquina del cuadrilátero.

La modalidad de la «gorra» es la preferida por los cultores del arte callejero, aunque no la única.

En El Bolsón, restaurantes, confiterías, pizzerías y parrillas han sabido aprovechar con un sentido también comercial la abundancia de jóvenes deseosos de mostrar lo que hacen y, al mismo tiempo, «salvar» las vacaciones. En algunos de estos casos, el arreglo es con el dueño del comercio que les permite recibir la recompensa de manos de los parroquianos.

Por último están los que no buscan reconocimiento ni público. Tocan la guitarra o el bongó, cantan, recitan o bailan a la vista de todos. En una plazoleta, el césped mullido del bulevar San Martín, la vereda, un patio…; para ellos cualquier lugar es bueno y lo hacen por mero placer. Como la cigarra.


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