Cómo transformar el paisaje sin lomos de burro y badenes

Actualmente su pertinencia se encuentra discutida en los ámbitos técnicos. Axel de Dell’Orio, licenciado en Seguridad Vial y Transporte, explica los por qué.

Por Mijail Orihuela
Arquitecta Urbanista

A lo largo del siglo XX en la mayor parte del mundo se diseñaron las calles para los autos. En la actualidad, la búsqueda de hacer el espacio público más amigable con los usuarios más vulnerables, de reducir los costos económicos causados por los accidentes de tránsito y de revertir los daños ambientales están conduciendo al paulatino rediseño de las áreas urbanas.

Este cambio de paradigma nos obliga a replantearnos cuestiones como tener velocidades máximas de 40 o 60 km/h y el uso de soluciones tradicionales como los lomos de burro, badenes o semáforos para reducir la velocidad del tránsito. Por ello, consultamos al experto en seguridad vial Axel Dell’Orio respecto cuáles son las estrategias más adecuadas para lograr calmar el tránsito de nuestras ciudades.

Axel Dell’Orio también es titular de la Asociación para la Disminución de Siniestros Viales (ADISIV) y uno de los fundadores de la ONG Mamás y Niños Seguros.

P.- Mi inquietud viene un poco a tono de que suelo circular por una calle ancha, llamada Gelonch, que es donde se encuentra el hospital de General Roca y que tiene varios lomos de burro y badenes. A mí esa calle me gusta porque bordea un parque pero me encuentro con que, por un lado, debe ser muy difícil de transitar para las ambulancias. Pero, además, noto que es un lugar donde aún teniendo todos esos obstáculos tendemos a manejar a unos 50 km/h y que muchas veces hay peatones esperando un largo rato antes de lograr atravesarla. Esto me lleva a preguntarme por qué pasa esto y sino existen estrategias alternativas, que funcionen mejor, para incentivar a los conductores a ir despacio.

R.- Ahí entran varias cosas en juego. Por un lado, los lomos de burro o badenes nunca son una buena opción, por varios motivos. Primero, tienden a incrementar la ansiedad y deseo de manejar rápido de las personas, con lo cual son incluso contraproducentes. Segundo, incrementan el consumo de combustible, el desgaste del asfalto, las roturas en las construcciones próximas, la polución del aire y la contaminación sonora. En tercer lugar, sino ves el lomo de burro y lo agarrás a alta velocidad, hay un momento en que las ruedas del auto se despegan del piso. Esto es imperceptible ojo humano, pero suficiente para que en caso de necesitar frenar, el auto no pueda hacerlo. En cuanto a los badenes, si son profundos, en caso de ingresar a ellos a tan sólo 30 o 40 km/h es fácil sufrir un vuelco.
Con los semáforos el principal problema es que son muy caros. Un juego de semáforos básico, que no incluye las luces a la altura de los peatones, cuesta entre setescientos mil y un millón de pesos. Encima, en muchos casos siguen produciéndose choques donde se colocaron o los accidentes se desplazan unos 100 metros, a la esquina siguiente. Por eso hay que usarlos únicamente en intersecciones particularmente complejas con elevados índices de siniestralidad, pero no en esquinas comunes.
En definitiva, en ambos casos se trata, en mayor o menor medida, de estrategias que terminan resultando costosas y poco efectivas.

En esta calle de Londres, Reino Unido, se incorporaron chicanas semicirculares que inducen a los conductores a manejar despacio y constituyen infraestructuras verdes.

P.- ¿Y cuáles son las estrategias implementadas en las ciudades de vanguardia en reemplazo de estas soluciones tradicionales?

R.- Lo que se busca es apaciguar el tránsito o calmar la calle. Para esto, se apunta a incentivar a los conductores a manejar despacio pero mediante estrategias más amigables e implementando y de bajo coste. En este sentido hay que tener en claro que cuando las calles son anchas, sentimos una falsa seguridad que nos insta a ir rápido. Entonces, el primer objetivo es generar en los conductores la sensación de que la calle tiene un ancho menor al que realmente tiene. Esto, a su vez, permite ampliar o generar espacios para otros usuarios, como los peatones, ciclistas, rollers, skaters, corredores y personas que andan en monopatín.

P.- Explicamelo con un ejemplo, por favor.

R.- Pensá en una esquina, como ser la calle Santa Cruz y Gelonch, que forman una “T”. Si en esa intersección vos ponés unos delineadores, esos palitos de plástico que se ven en algunas ciudades, y unas tachas con lucecita a ras del piso que impidan a los autos circular por el carril de estacionamiento, estás achicando la calle a muy bajo costo mediante una estrategia que llamamos “chicanear”. Si además pintás un cuadrado rojo con pintura termoplástica, que tiene 3 mm de espesor, para que simule un auto estacionado, ponés bien en alerta al conductor. Y eso es lo que querés, porque esa alerta se debe a la sensación de que se nos puede cruzar alguien en cualquier momento, por lo que nos induce a bajar la velocidad.
Otra forma de achicar la calzada para autos, es colocando cordones premoldeados de 8 o 12 cm de ancho y ángulo de 90º, que generen un espacio de circulación exclusivo para ciclistas y todos aquellos que vayan a velocidades de hasta 25 km/h con un ancho de 2,6 a 2,8 metros.
Si alguien choca el delineador y lo rompe, sacás el plástico de su base, lo cambiás y lo reparaste a muy bajo costo. La pintura, si es de calidad tiene garantía por tres años y si está colocada en un lugar donde no deberían transitar autos puede incluso ser látex, que es mucho más económica. Los cordones separando las ciclovías de la calzada común te sirve porque frenan a los autos si estos los chocan a 30 km/h, de modo que le salvan la vida al ciclista. Si después querés modificar la ciclovía, sacás los bulones con que colocaste el premoldeado y listo.

Ciclovía en Molahi, India. Se aprovechó la ciclovía para incorporar vegetación y ampliar el ancho de la vereda desde lo perceptual.

P.- ¿O sea que puedo achicar el ancho de la calzada sin reducir el número de carriles?

R.- Exacto. Podés trabajar reduciéndolo sólo en algunos sectores, quitando un carril para estacionamiento en una calle donde en general no se hay muchos autos aparcados o reduciendo el ancho de los carriles, cuando este es mayor al necesario. Y en el ínterin mejorás la seguridad para los peatones y ciclistas, generándoles espacio. Esto además, te permite alinearte con los Objetivos de Desarrollo Sustentable, que son internacionales.
El concepto es que en vez de romper la calle haciéndole un agujero o poniendo una montaña de hormigón encima, apaciguás el tránsito, haciendo la calle más amigable para los diversos usuarios, utilizando infraestructura de bajo coste y pintura que la hace más segura, en el sentido de que reduce la probabilidad de siniestros viales. Si lo querés en palabras simples, son estrategias que te ayudan a educar y concientizar a las personas respecto de la necesidad de ir más lento.

Habiendo aprendido mucho en esta conversación, nos surgen nuevas inquietudes. En particular, pensamos cómo podemos adaptar nuestras calles a los estándares contemporáneos aún teniendo limitaciones presupuestarias. Quizás, un inicio sea utilizar diseños más modernos cuando construimos cordones cunetas en lugares donde aún no existen. Vos, ¿te arriesgarías a probar nuevas estrategias para mejorar la seguridad vial de nuestras ciudades y, a la vez, hacerlas más sustentables y amigables?


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