Compartí tu recuerdo viajero en el Voy: mirá la aventura de José de Neuquén a Cartagena

José Alberto Acevedo cuenta sus días en Colombia en el 2018 junto a su familia: Laura Susana García y sus hijos Santiago, Magdalena y Rosario. Sabores. Vos también podés compartir tu recuerdo viajero. Mandanos tu historia al Facebook del Voy o al correo electrónico voy@rionegro.com.ar.

Llegamos a Cartagena de Indias luego de un largo traslado y varias escalas desde Neuquén. Pudimos hacerlo con nuestros hijos Santiago (26), Magdalena (24) y Rosario (22) festejando nuestros veinticinco años de casados, en enero de 2018.

Pensar en Cartagena de Indias es pensar en historias de barcos y piratas, en posicionamientos territoriales en el Caribe de las potencias de los siglos XVII y XVIII (principalmente España e Inglaterra), de tesoros, conquistas y enfrentamientos. Para los amantes la historia, las murallas fortificadas, sus garitas y sus baluartes, los cañones asomando entre las almenas de los muros apuntando a posibles invasores, el Castillo de San Felipe de Barajas, el edificio de la Aduana, la plaza de los Coches (donde eran vendidos los esclavos), las iglesias, los museos y muchos otros, son sitios de inmenso interés.

El calor es abrazador. Apenas cede un poco por la noche con la brisa marítima, que se puede disfrutar en los baluartes (o bastiones) de las murallas de la ciudad, ya sea tomando algún cocktail o paseando despreocupadamente por sus corredores.

Vista de la ciudad desde la muralla

La Ciudad Amurallada es la zona más turística, la parte antigua de la ciudad, rodeada por las murallas originales construidas por los españoles entre los años 1600 y 1797. En contraposición a esta zona (el casco antiguo de la ciudad), se desarrolló una zona con gran cantidad de hoteles y modernos rascacielos, en la península hacia el sur de la ciudad. Alojarse en esta zona es alejarse del centro histórico, aunque es acercarse a la zona de playas.

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Caminar las calles de la Ciudad Amurallada (sin apuro, tanto de día como de noche) es una experiencia sobrecogedora, pudiendo admirar los típicos balcones de la época virreinal, muchos de ellos embellecidos con tupidos arreglos florales.

Recorrer sus plazas, sentarse a tomar algo fresco (el terrible calor hace que una limonada bien helada tenga un especial y delicioso sabor), consumir ensaladas de frutas (se pueden adquirir en puestos callejeros en cualquier esquina), admirar los pórticos, las aldabas (los clásicos llamadores metálicos en las puertas), sentarse a tomar algo en algún bar y ver la gente de todos los lugares del mundo pasear en forma totalmente despreocupada, hacen que no se tome conciencia del paso del tiempo. Infaltables son las típicas “arepas”, un bollo de harina de maíz relleno por lo general con algún tipo de queso y fritas. Son deliciosas.

En la plaza de Santo Domingo se puede admirar “La Gorda Gertrudis”, famosa escultura de Botero. Una opción es recorrer sus calles en Coche a Caballo. El conductor oficia de guía, para sus transportados, a viva voz, haciendo un viaje guiado que dura aproximadamente unos treinta minutos o más, según lo convenido con el cochero. Si bien ésta es una práctica muy arraigada y cargada de tradición, han surgido grupos que sostienen que esta práctica debería eliminarse por el maltrato animal.

Sus calles, actualmente, reciben el nombre de Calle (dirección Este-Oeste) o Carrera (dirección Norte-Sur) seguido de un número. Pero en la época colonial tenían otras denominaciones (muy curiosas y hasta simpáticas). Entre otras la Calle de las Damas, la Calle de los Estribos, la Calle de los Siete Infantes, la Calle de la Amargura, la Calle Tumbamuertos. Cada uno de estos nombres tiene su explicación, llamándonos mucho la atención el origen de muchos de estos. Por ejemplo cuentan que hubo una peste que se cobró la vida de muchos habitantes. Cuando llevaban los cuerpos en sus ataúdes (sobre carretas), varios de ellos, por el mal estado de la calle, en una determinada esquina cayeron al suelo, quedando bautizada como la “calle donde tumban los muertos” (Calle Tumbamuertos). Otra característica de estas denominaciones es que eran por cuadras (una calle podía tener varias denominaciones a lo largo de su recorrido).

Para los amantes de la percusión y ritmos folclóricos, una cita obligada es la Plaza Bolívar, frente al Museo de la Inquisición, en diagonal a la Catedral de Santa Catalina de Alejandría, donde todas las tardes grupos de expertos bailarines y mejores percusionistas dejan sorprendidos a los transeúntes con su espectáculo de excelencia en el q ue bailan con una energía y un frenesí admirables y tocan sus tambores e instrumentos típicos (llamador, tambora y alegre, guache, etc.). Interpretan ritmos de origen africano y claramente definidos como “colombianos”.

No puede faltar la foto con las famosas Palenqueras, mujeres de origen africano, provenientes de San Basilio de Palenque (población donde se alojaron los primeros esclavos libertos) distante unos sesenta y cinco kilómetros de Cartagena. Relatan que sus habitantes se preocupan especialmente por mantener la pureza de su linaje (no se mestizan), cuidando su idioma (el palenquero, derivado del bantú) y sus costumbres. Las palenqueras visten con clásicos vestidos muy coloridos (muchas con los colores de la bandera de Colombia), portando sus palanganas cargadas de frutas sobre la cabeza. Solo se dejan fotografiar luego de convenir con ellas la entrega de una propina.

Una Palenquera sonriente posa con la familia.

Una característica especial de las calles de Cartagena, que si bien nos impresionaron muy seguras, es el acoso de los vendedores ambulantes (tanto en las calles como en las playas). Esto puede resultar molesto. Por otro lado, el regateo está a la orden del día. No hay precios orientativos, ni siquiera para las tarifas de taxis. Compramos un Vueltiao (el típico sombrero colombiano, además de Símbolo Cultural de la Nación) por menos de un tercio del precio original que nos habían pedido.

Una visita guiada al Castillo San Felipe de Barajas no puede faltar. Hago hincapié sobre conocerlo con un guía para poder conocer la infinidad de secretos que guarda. Este castillo fue concebido como una estructura defensiva con infinidad de artimañas estratégicas – pensado hasta el último detalle-, como por ejemplo que no tiene ningún cañón apuntando hacia la Ciudad Amurallada (dista unos 1000 metros a la Torre del Reloj, parte más cercana de la muralla), por una eventual caída en mano de invasores (para que la ciudad no pueda ser atacada desde la fortaleza), o el diseño de sus corredores y pasillos, pensado para emboscar al ocupante foráneo que osara entrar en ellos.

Vecino al castillo se encuentra el Monumento de los Zapatos Viejos, en honor al poeta cartagenero Luis Carlos López (1879-1950) y su poema “A mi ciudad nativa”. Se refiere a su ciudad en forma triste y melancólica. En la última estrofa reza: “Mas hoy, plena de rancio desaliño, bien puedes inspirar ese cariño que uno le tiene a sus zapatos viejos…”

Monumento de los Zapatos Viejos

La oferta de museos es muy interesante, como el Museo de la Inquisición, Casa Museo Rafael Núñez, el Museo del Oro Zenú, el Museo de la Esmeralda, el mismo Castillo San Felipe. Las iglesias de Santa Catalina de Alejandría y de San Pedro Claver (y los aposentos del santo en el edificio contiguo) tienen una interesante historia.

La oferta de visitas guiadas a la Ciudad es amplia. Pudimos conocer muchos sitios de interés, entre ellos el Cerro de la Popa, un lugar con hermosas vistas panorámicas para admirar el contraste entre la ciudad nueva y la ciudad vieja, su convento (rico en historias) y el Santuario de la Virgen de la Candelaria (todos los años, en febrero la comunidad católica realiza una multitudinaria procesión subiendo el cerro en honor a la Virgen Patrona de Cartagena de Indias).

“¡Bucear en el Caribe es lo más!”. No hay palabras para definir la experiencia de conocer los arrecifes de las Islas del Rosario, a aproximadamente una hora en lancha rápida desde Cartagena, saliendo por la mañana y volviendo por la tarde. Llegados a una de las Islas nos separamos en grupos, con distinto nivel de experiencia en buceo, donde cada uno realizó sus actividades según su grado de conocimiento de la actividad.

Cartagena es una ciudad de ensueño, histórica, arquitectónica, poética. Muy preparada para el turismo. Conocerla en familia fue una experiencia inolvidable.


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