Complot e incertidumbre: conservar poder a un alto precio

COLUMNISTAS

Cristina Fernández encontró, un poco por los graves problemas de gestión que tiene y otro por una cuestión estratégica, dos herramientas para su necesidad de conservar el poder hasta octubre del 2015: el complot y la incertidumbre.

Si había dudas acerca del mote de “chavista” que recibe desde hace años el gobierno nacional, en muchas ocasiones de manera tendenciosa, es la primera vez que un discurso de la presidenta se asemeja al estilo del exmandatario venezolano, tanto por lo extenso como por la creación de enemigos internos y externos que quieren que le vaya mal a la Argentina.

Está claro que los factores del poder económico hacen lobby, defienden sus intereses a costa de las mayorías y son capaces de voltear un gobierno, como lo han hecho en el pasado en distintos países de América Latina, con la venia de la administración de turno en Estados Unidos.

Sin embargo, es demasiado obvio desempolvar ese recurso histórico del complot, cuando claramente un gobierno como el de Cristina Fernández no esgrime soluciones para los dos problemas que más preocupan a los argentinos: la inseguridad y la inflación.

El gobierno kirchnerista ignora ambos flagelos, por más que en las últimas horas se hayan multiplicado las víctimas de delitos con casos de “famosos” del espectáculo, un sector que tanto atrae a la mandataria.

Tanto Cristina Fernández como su fiel cancerbero Axel Kicillof suelen obviar el término “inflación” en sus largos discursos, y la presidenta sólo remitió en el suyo del martes a la “inseguridad” para atacar a Estados Unidos por haber difundido un informe que alerta sobre el nivel de delitos en el país.

¿El caso del motochorro que recorrió el mundo fue una excepción o es la regla en la Argentina? Pero la estrategia de denunciar un complot internacional para “voltear” a su gobierno cierra con otro concepto: incertidumbre.

En los altos niveles de decisión de autoridades nacionales, legislativas, provinciales, empresariales, sindicales, con más o menos llegada a la cúpula de la Casa Rosada, el denominador es el mismo: ninguno sabe ni tiene información de cómo sigue esto.

Para los actores políticos y sociales, el gobierno puede devaluar, reestructurar la deuda, arreglar en tiempo y forma el problema con los bonistas, echar a los embajadores de Estados Unidos y Europa, cambiar todo su gabinete para finalizar en orden su mandato, o bien “camporizarlo” con jóvenes fanáticos del modelo que vayan por más, perseguir a las empresas con la ley de Abastecimiento, convocar a un diálogo fructífero a los sectores productivos, etc., etc., etc. Todo puede ocurrir en el “mundo Cristina”.

“Siempre que estuvo cerca del precipicio pegó el volantazo. Ahora estamos muy cerca y no veo que se acomode para doblar”, comentó un alto funcionario, que también admitió no tener información porque las decisiones las toma Cristina Fernández, eventualmente con Máximo, Zannini y/o Kicillof.

Tanto la teoría del complot como la incertidumbre permiten a la presidenta conservar el poder. Pero el precio podría ser muy alto para los argentinos, que no quieren más que la historia de la Argentina siga caracterizándose por ciclos de crecimiento y de crisis.

Walter Schmidt

Analista de DyN


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