Conocé la historia de esta madre y su hija unidas por la lucha y la sangre

La comunión que surgió entre madres e hijas a la luz de las manifestaciones feministas fue una herencia impensada que fortaleció la lucha y fusionó aún más los lazos sanguíneos entre las participantes. El caso de Mariana y Diana, de Neuquén.

La revolución de las hijas fue uno de los aspectos que el feminismo trajo a la luz de la mano de la marea verde que se manifestaba frente al Congreso de la Nación por la aprobación del proyecto de interrupción voluntaria del embarazo. Pero el otro costado es el de las mujeres que le fueron contagiando, como herencia impensada, las ganas de luchar a sus propias hijas, cuestionando y cuestionándose cada idea instalada, a la vez que crecían juntas.

Ese es el caso de Mariana Sarín, con una vida que comenzó con la militancia de su mamá Graciela y hoy sigue acompañada por su hija Diana y Manuel, el nieto que por ahora es el único heredero y al que le toque, tal vez, transitar una nueva masculinidad sin prejuicios.

Mariana y Diana comparten la misma ciudad, Neuquén, y desde hace un año la agrupación: “Libertas – mujeres por la liberación” con la que son parte de las campañas nacionales por el derecho al aborto legal y el de la declaración de la emergencia en violencia de género (ver aparte).

Esto las lleva a relacionarse desde otros lugares, más allá de un clásico almuerzo familiar o un cumpleaños. Pero sus primeras experiencias rodeadas de la lucha de mujeres fueron en los Encuentros Nacionales, un evento único en el mundo que reúne a miles de participantes y este año tendrá su 34° edición en La Plata.

Mariana llevó a Diana por primera vez a un Encuentro cuando tenía ocho años, por pedido de la abuela que quería verla y prometió cuidarla. Pero, problemas de logística mediante, la niña terminó en el mismo taller que su mamá, el de desocupación. Le dieron colores y hojas para que dibuje, pero ella prefirió escribir las intervenciones de las participantes.

A los 8 años Diana escribió lo que las mujeres contaban en uno de los talleres de su primer Encuentro Nacional de Mujeres.

“Una mujer dijo que hay que luchar unidas, que ella no tiene trabajo y le gustaría que no le falte el trabajo a otra mujer”, escribió Diana en violeta con letra infantil. Ocho años después se encontraría ella misma armando grupos para ir a los Encuentros, una de las instancias que marcaron el camino de su propia militancia.

Mariana también había pasado esa instancia, de ir con su mamá a la manifestación por el ocho de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, hasta crecer, mudarse a Neuquén y militar en la Universidad del Comahue, donde estudiaba. En eso estaba cuando fue mamá de Diana y luego de dos varones.

Decidió llevar su lucha a donde podía llegar caminando con sus hijos. Diana recuerda acompañarla a juntar firmas a la salida del jardín de infantes, cuando las mujeres contaban casi en secreto que se ligaban las trompas uterinas en las cesáreas, “como se habla ahora del aborto”.

Sin embargo, Mariana no quiso participar de las reuniones para organizar el primer Encuentro que se hizo en Neuquén en el ‘92 porque Diana lloraba. “Casi me matan, una agarró a la nena, la otra el bolso y, de ahí en más, un lugar a donde yo no iba a faltar era a la reunión porque era el espacio donde yo encontraba quién me diera una mano”, recordó.

Mariana y Diana, a la derecha de la foto, compartiendo la lucha.

Diana vive otra época, con una lucha por los derechos de las mujeres que creció y llegó a todos los espacios. “Es compartir mi maternidad con ellas. Mi pareja me dice ‘dejalo conmigo’, pero yo prefiero llevarlo para compartir con él porque no me obliga a quedarme y él la pasa bien”.

Ambas hablan de culpas y de cómo se vuelan cuando están con las demás mujeres. Y con todos esos aprendizajes hoy acompañan a Manuel.

“Lo mejor que le puedo enseñar y tratar de hacer es dejarle una realidad mejor, un futuro posible y por eso sigue participando”, concluye Diana bajo la mirada directa de Mariana, de esas que demuestran que entiende perfectamente lo que está diciendo.

Encontrarnos en esta lucha nos permitió hermanarnos. Nosotras somos amigas por las cosas que compartimos con la lucha de las mujeres”

afirmó Mariana.

La lucha por la emergencia en violencia contra las mujeres

Mariana y Diana son empleada pública una y profesora y estudiante universitaria, la otra. Pero hay dos cosas que las unen: ser madre e hija y la lucha por las mujeres. En particular han protagonizado junto a sus compañeras de “Libertas” un pañuelazo por mes reclamando que se declare la emergencia por violencia de género.

La agrupación Libertas es parte de una campaña que reúne a organizaciones de todo el país y que en mayo de este año presentó nuevamente su proyecto en el Congreso para que, a grandes rasgos, se destine dinero a la aplicación de la ley 26.485 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, sancionada hace 10 años.

El presupuesto estará destinado a crear refugios para la atención y albergue de las mujeres víctimas de violencia en aquellos casos en que la permanencia en su domicilio implique una amenaza para su integridad. Además, se garantizará el patrocinio jurídico a través de un cuerpo de profesionales que fue creado por ley pero nunca reglamentado. También se brindará a las denunciantes ayuda económica mensual equivalente a un Salario Mínimo, Vital y Móvil, entendiendo que una de las principales consecuencias de la violencia doméstica es el aislamiento del ámbito laboral y social.

El otro punto importante es la puesta en marcha de un plan nacional de promotoras comunitarias en prevención y acompañamiento. Sería una tarea remunerada porque “somos nosotras quienes acompañamos sin que el Estado lo reconozca”.


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