Crisis en Bolivia: La Paz, paralizada y con calles cortadas

Las ciudades bolivianas de La Paz y Santa Cruz aparecen hoy con marcadas diferencias de actividad, ya que mientras la ciudad más opositora a Evo Morales buscaba retornar a cierta normalidad, la capital administrativa del país se muestra todavía paralizada, aunque sin hechos violentos.

El jefe del Comité Cívico de Santa Cruz, Luis Camacho, y el vice del Comité de Potosí, Marco Pomari, retornaron de madrugada a Santa Cruz, donde fueron recibidos casi como héroes por una multitud que celebró la salida de Evo Morales del poder.

Camacho hizo entonces un discurso en el que llamó a la población a encolumnarse detrás de la autoproclamada presidenta Jeanine Áñez y a «volver a la normalidad», en coincidencia con el fin del paro cívico con el que rechazaban la permanencia de Morales en el Palacio Quemado.

La ciudad ya mostraba calles y avenidas liberadas, y el transporte empezaba a funcionar, según informaban medios locales, que también daban cuenta de algunos focos de resistencia en zonas alejadas de las urbes.

Ese lento retorno al normal funcionamiento de las ciudades estaba lejos de ocurrir en La Paz, donde persistían los movimientos de un fuerte operativo de seguridad que parece destinado a atajar la nueva marcha que se anuncia desde El Alto, en respaldo al exiliado Morales y en rechazo al gobierno transitorio instalado ayer sin quorum legislativo.

De hecho, desde El Alto en bajada hacia La Paz todavía persisten barricadas, y apenas se ingresa a la capital son notorias las puertas y ventanas tapiadas de locales comerciales y viviendas.

Aunque la céntrica Plaza Murillo aparece como tranquila, varias de sus calles laterales conservan los alambres de púa con que fueron cerradas y otras varias ya están valladas por la Policía, en lo que parece un intento por evitar que la manifestación llegue a las puertas mismas de la Casa de Gobierno.

Ese vallado montado especialmente solo logra ser atravesado por quienes pueden mostrar que trabajan en el perímetro que rodea a la plaza y por quienes exhiben una credencial de prensa.

A la imponente cantidad de policías en la zona se suman sedes de empresas cerradas y trabajadores aglomerados en las afueras de los establecimientos en busca de información.

Aunque los edificios públicos están abiertos, en su mayoría, el funcionamiento está lejos de ser el habitual.

Radio Cultura, por ejemplo, cesó sus transmisiones hace dos días y no se permite el ingreso de sus trabajadores, que, desconfiados, apenas se permiten explicar qué pasa y siempre a condición de no dar sus nombres.

Por supuesto, las clases siguen suspendidas, y ya hay largas filas de ciudadanos que esperan la apertura de los bancos.

Otro tanto ocurre en las estaciones de servicio con automóviles que aguardan cargar combustible, todo con el apuro al que obliga suponer que cuando llegue la marcha desde El Alto la ciudad volverá a perder la calma que muestra ahora.


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