¿Cuánto vale un dólar?

Diego Lo Tártaro*

Hace décadas que en Argentina, desde que abandonamos la racionalidad y el sentido común para conducir y administrar al país, nuestra economía con prisa y sin pausas sufrió y sufre sucesivas crisis en el que la vedette de este trágico y diabólico sainete es el dólar.


 Todos y todas, todos los días nos preguntamos: ¿cuánto vale el dólar? Funcionarios, economistas, políticos, periodistas viven haciendo cálculos, pronósticos y elucubraciones económicas, políticas y matemáticas, de cuánto debe valer y valdrá el dólar. Haciendo abstracción a un estudio económico-financiero sobre el dólar, ya que no es nuestro propósito porque los hay y muy buenos,  sí  hagamos el razonamiento que cualquier ciudadano común sin necesidad de conocer de economía puede hacer.

     
 El dólar en la Argentina históricamente tiene un valor simbólico, real y práctico porque simplemente es un activo de refugio. ¿Cómo valúa cada uno ese refugio?, depende de las circunstancias, el momento, las  necesidades  y la evaluación personal.


 No se necesita pensar mucho o estar informado para saber que lo único que no tenemos son dólares y lo único que todos queremos son dólares no pesos, ¿Por qué? Porque  con los dólares protegemos nuestros ahorros de los desatinos de quienes nos gobiernan;  entonces por simple razonamiento y vuelvo al sentido común, es lógico que  cada día valga más ya que simultáneamente todos los días se producen hechos que atentan contra la economía y,  en consecuencia, contra nuestro bolsillo.


 Para pronosticar el valor futuro del dólar basta preguntarnos: ¿tenemos confianza en el Presidente, en la Vicepresidenta, en el ministro de Economía, en el Canciller,  en el gobernador de la Provincia de Buenos Aires o en gobernadores como Gildo Insfrán, por ejemplo?; ¿tenemos un plan económico-social o vamos corriendo detrás de los problemas?; ¿vienen empresas del exterior a radicarse en el país  o, por el contrario, las que están emigran?; ¿producimos más o menos bienes?;  ¿tenemos más empresas exitosas o más quebradas?; ¿tenemos más empleo o el desempleo es creciente?; ¿tenemos menos pobres o cada día se suman  más?; ¿tenemos una política exterior coherente y sensata o es errática e imprudente?; ¿tenemos una justicia ética, honrada, previsible y equitativa o la misma se acomoda a los intereses de los más poderosos?; ¿se castiga a los corruptos o se  hacen componendas político-judiciales para exculparlos?; ¿la seguridad que tenemos nos tranquiliza o vivimos angustiados por lo desprotegidos que estamos ante  el constante aumento del delito? Y así podemos continuar hasta el infinito. En definitiva: ¿estamos conformes como nos va, sabemos cuál es nuestro futuro, es previsible el mismo?


 Entonces, luego de dar respuesta a todos estos interrogantes dejemos de hacer pronósticos de cuánto va a valer el dólar a fin de año o el año que viene,  porque 100 días para nosotros es una eternidad, la situación cada día se agrava más, es más dramática, sombría y calamitosa.


 La solución está en nosotros: exijamos a quienes nos gobiernan a que, como dicen los chicos, se pongan las pilas  y administren con honradez  e idoneidad, que cumplan con lo que establece la Constitución a la que juraron cumplir, porque esta vez  no va ser Dios quien los juzgue sino la ira del pueblo, que respeten y hagan respetar  las leyes escritas y morales que toda sociedad civilizada practica; recién en ese momento comenzaremos a olvidarnos del dólar porque nuestros pesos  serán confiables.


 Los tiempos se acaban, el descontento se acrecienta, la pobreza se multiplica, la crisis nos embiste y arrolla. Paralelamente la pandemia nos castiga con toda dureza con la muerte, en la salud física y mental, en la educación de nuestros niños y jóvenes  y en la destrucción de nuestra economía.


Pero, en el mientras tanto, el Presidente nos dice que ahora podremos pagar la peluquería en 12 cuotas. ¿Qué espera el Presidente?  ¿La ira del pueblo?

* Presidente del Instituto Argentino para el Desarrollo de las Economías Regionales (Iader)


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