“Nada es verdad”, un retrato gracioso y a la vez feroz de una familia italiana

Primer libro traducido al español de la italiana Verónica Raimo, que se transformado en un fenómeno en su país; un libro irreverente y conmovedor.

El humor casi siempre tiene un regusto amargo, como si siempre hubiera una materia oscura que queda expuesta cuando se corre el telón de la risa y el desenfado.


“Nada es verdad”, la novela de la italiana Verónica Raimo, que acaba de publicarse en el país de la mano de Libros de Asteroide, con traducción de Carlos Gumpert, es una prueba de eso, de ese desparpajo con el que la autora suelta escenas cotidianas de una familia de Roma que de tan entrañablemente fallada resulta graciosa y perturbadora a la vez.


El título en italiano hace un juego interesante que es imposible de traducir al castellano, tal como avisa en la segunda página la Nota del editor: “Niente di vero” contiene una ambigüedad exquisita. Significa literalmente Nada de cierto, pero también, Nada de Vero, en referencia a la protagonista del libro que se llama, como la autora, Verónica.

La escritora italiana, Verónica Raimo.


Con ese punto de partida (“Nada es verdad”, dirá el título), la novela es el relato del pasaje de la infancia a la adultez de Verónica, (un niña y una mujer que miente para inventarse un presente o trastoca algunos recuerdos) en medio de una familia por lo menos particular.


Hay una madre, Francesca, que es mucho peor que la típica madre helicóptero: ella controla todo el tiempo dónde están sus hijos (porque Verónica tiene un hermano, Christian, que es escritor, como ella) , logra siempre dar con el lugar exacto en que están, interrumpirlos, aunque esté con un novio, aunque esté a punto de fugarse rumbo a Berlín; ella lee sus cartas personales y no sólo eso, se las ordena según el tema principal. Francesca se desvive por Christian y bastante menos por Verónica, que resulta que no le da los nietos que parece ansiar la mujer, ni se casa, ni satisface siquiera las expectativas mínimas.


Hay también un padre, un hombre sobreprotector y lleno de manías que durante la infancia de los chicos se la pasa construyendo paredes en el de por sí pequeñísimo departamento e el que viven, que obsesionado como estaba con los gérmenes era capaz de limpiar todo con alcohol, incluidos sus hijos, o hacer que Oca (como él llamaba a Verónica) use botas de suela gruesa para ir a la playa porque una vez hace mucho se cortó la planta de los pies, u obligarla a vacunarse contra la rabia sólo por haber viajado con tres perros en el asiento trasero de un auto.


Pero a diferencia de la madre, que siempre aparece bajo una luz más opaca y cargada de reproches, al padre la une una relación más afectuosa. Es a él al que recuerda y al que querría llamar si no estuviera muerto cuando está a punto de cumplir 40 años en una playa italiana a la que iba a ir a veranear a la familia pero a la que nunca llegaron por culpa de un aparatoso accidente contra un portón.


“No recuerdo en qué momento dejé de pensar en mi padre todos los días después de su muerte. En algún momento ocurrió, como sucede en las historias de amor. No te parece posible, pero lo es. Ese momento acaba llegando. Pero en los meses anteriores a ese festival, su recuerdo había vuelto de nuevo, dentro de un insomnio cotidiano (…). Qué le habría dicho? Papá, ¿te das cuenta de que voy a cumplir cuarenta años?” Pues sí, Oca, hemos caído en la paradoja.”. Era la primera vez que tenía recuerdos claros de cuando él tenía mi edad.Habría querido hablarle de eso por teléfono”, escribe en un tono melancólico.


Hay también un hermano, que parece el favorito de la madre pero con el Verónica tiene una relación que no parece dominada por los celos. De hecho hay una complicidad entre ellos que los hace muchas veces intercambiar trabajos cuando a uno le aburre el pedido de escritura que le han hecho.
Y hay también abuelos. Como ocurre con su padre, Verónica parece tener predilección por las figuras masculinas de su familia. Es su abuelo Peppino, un hombre no muy alto y de ojos azules, con el que dormía cuando era pequeña, una de las figuras que dejaron huella y que marcaron sus gustos y su estilo.


De la risa a la melancolía



El libro tironea entre escenas divertidas y hasta escatológicas y otras más oscuras, declaradamente tristes o perturbadoras. Raimo no se detiene demasiado en unas ni en otras: no hunde el dedo en las llagas, no se queda contando el mismo chiste en busca del efecto. Y quizás por eso, logra las dos cosas: que el lector se ría, y que dos renglones más abajo se sienta inquieto ante la crudeza de una escena.


La voz de la narradora de la novela, a la que le dicen Verika, Vero, Oca, y muchos otros nombres, es irónica y a veces muy distante. Y salta en el tiempo a través de una infancia marcada por el estreñimiento, la ansiedad de los padres y el aburrimiento soporífero producto de que no los dejaban salir a ninguna parte, a una adolescencia con algunos amores fallidos y una amiga entrañable, Cecilia, y también, más tarde, a una adultez en la que ya es escritora y traductora, que no tiene hijos, que ha pasado mucho tiempo en Berlín, y en la que se pueden vislumbrar -con destellos hilarantes, pero en ocasiones muy conmovedores- la angustia, un aborto, la muerte de su padre, y la distancia con su gran amiga, veces forzada por los kilómetros pero a veces por los silencios y la incomprensión.


La voz de la escritora italiana, que es candidata al Booker International Prize 2024 y que estuvo de visita en Buenos Aires, tiene un brillo propio, como recién estrenado. Aunque se trate de una memoir familiar (algo que es bastante frecuente), no hay nada que suene en este libro a recurso gastado, o prestado o usado. Hay un tono fresco , irreverente y desfachatado.


El libro descorre el velo de la risa para retratar, en definitiva, mucho más que a una familia romana en particular. Debajo de velo risueño están los vínculos, las pérdidas, los amores fallido, y lo que significa crecer. Todo eso que a veces puede ser gracioso, y a veces feroz.


Quién es Verónica Raimo


De visita por estos días en la Argentina, Veronica Raimo nació en Roma, en 1978. Es escritora, guionista y traductora. Ha publicado las novelas Il dolore secondo Matteo (2007), Tutte le feste di domani (2013), Miden (2018) y Nada es verdad, ganadora del Premio Strega Giovani y el Premio Literario Viareggio-Rèpaci. Ha publicado el poemario Le bambinacce (2019) y en 2012 escribió el guión de la película Bella addormentata, dirigida por Marco Bellocchio. Ha traducido del inglés a autores como F. Scott Fitzgerald, Ray Bradbury y Octavia E. Butler, y colabora en diversos medios gráficos.


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